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Esta historia tiene una banda sonora. Es un tema de Celia Cruz: Yo viviré se llama. Mi voz puede cambiar, puede atravesar. / Cualquier herida, cualquier tiempo, cualquier soledad. /Sin que la pueda controlar toma forma de canción. / Así es mi voz que sale de mi corazón.
Y lo que canta la Guarachera de Cuba da sentido a estas líneas, porque son las voces que se convierten en canciones las que explican el origen y el destino de las Queen’s Tafari, un grupo de dancehall bogotano que se viralizó por sus interpretaciones en Transmilenio y que hoy escapa del rebusque y le hace muecas a la adversidad.
Hay que retroceder algo más de tres años en el tiempo para recordar cuando las hermanas Jenniffer Camila Álvarez Henry y Paulina Capera Henry, vocalistas de la agrupación, viajaron a Cali para cumplir sus sueños. Querían cantar y consideraron que la Sucursal del Cielo podría ser un buen punto de partida. ¿Y cómo no? Si al fin al cabo el cielo es el lugar en el que habitan muchos sueños.
Tráiler del reportaje audiovisual de las Queen’s Tafari
En los vagones del MIO conocieron a otros artistas que cambiaban canciones por monedas y allí se encontraron con la banda sonora de la historia. De su historia. Volvamos a Celia Cruz: Y volará sin yo querer. / Por los caminos más lejanos, por los sueños que soñé. / Será el reflejo del amor de lo que me tocó vivir. / Será la música de fondo de lo mucho que sentí.
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Cantando esa canción recibieron algunos billetes y muchas monedas que durante meses cambiaron por comida o con las que pagaron un cuarto en el Distrito de Aguablanca, en el que las cucarachas vivían sin pagar nada. Allí en Cali, además de la salsa, conocieron el dancehall, un genero tradicional de música popular jamaiquina que se originó a mediados de la década de los años setenta. Y así, cantando salsa y de cuando en vez dancehall, se ganaron la vida durante meses. La situación, aunque compleja, prometía alguna mejora.
Hicieron una pausa. Volvieron a Bogotá para saludar a su abuela, una cubana que llegó a Bogotá para visitar a sus nietas y a su hija. La pausa se prolongó. Aterrizó en la capital del país el covid-19, los aeropuertos se cerraron y las Queen’s Tafari, como todos, se vieron obligadas a quedarse encerradas. Ni modo. Tocó empezar de cero.
Con algunos pesos que tenían camuflados compraron un carrito ambulante para vender hamburguesas y perros calientes, pero la empresa fracasó. En pocos días no tuvieron cómo comprar pan, carne, salchichas ni nada. La solución, o al menos parte de ella, no estaba afuera, estaba adentro. En sus voces. En su son. Oye mí son, mi viejo son. / Tiene la clave de cualquier generación. / En el alma de tu gente, en el cuero del tambor. / En las manos del conguero, en los pies del bailador.
Con esa canción que se habían aprendido en Cali y el dancehall que alguna vez tararearon, empezaron a llevar comida a la mesa. Dos semanas después de estar cantando en Transmilenio un video de las hermanas Henry se viralizó en Facebook.
“Era algo que no esperábamos. Y menos cantando dancehall, un género del que no teníamos mucho conocimiento. De hecho, aún estamos experimentando. Todavía tenemos mucho que aprender. Después de ese video nos contactó la primera discográfica con la que trabajamos con Lion Bigmao & Jony Roy”. Junto a ellos hicieron Drop It, su primer sencillo.
Como esa alquimia exótica de dancehall cantado en los acordeones de un Transmilenio funcionó, le siguieron metiendo sus vatios. Después pusieron a sonar Color Gyal, más videos virales en Transmilenio y con ellos le siguieron metiendo sustos a la adversidad. Hasta Goyo, la vocalista de ChocQuibTown, las invitó a cantar.
“Alguien me llamó a decirnos que estábamos en las noticias, pero como no tenía en ese momento televisor no pude ver nada, pero una semana después nos llega un mensaje: Goyo quiere cantar con ustedes. Aceptamos, claro, pero estábamos paniqueadas. Nos fue bien. Ella fue muy atenta, amable y simplemente nos dijo: hagan lo que saben hacer. Y así fue, nos presentamos y a ella le encantó”, recuerda Paulina Capera Henry, una de las Queen’s Tafari.
Como Dios no juega a los dados, aquella primera canción que cantaron en el transporte urbano no apareció tampoco por generación espontánea. Maryanis Henry Hurtado, la mamá de las hermanas Henry, es también el testimonio de ese son.
Y ahora vuelvo a recordar, aquel tiempo atrás./ Cuando te fuiste por el sueño de la libertad./ Cuantos amigos que dejé y cuantas lágrimas lloré./ Yo viviré, para volverlos a encontrar.
La doña, nacida en Guantánamo, Cuba, llegó a Cali en los años noventa gracias a un permiso especial que el régimen de los Castro les concedió a ella y a otros siete músicos cubanos que fueron invitados a cantar música góspel en varias iglesias de la capital del Valle del Cauca. Pasaron 25 años desde entonces.
“Mi intención no fue quedarme. Siempre quise volver a mi isla, pero de niña me enseñaron que uno no debía regresar a casa con las manos vacías y por eso siempre postergué mi regreso. Quería volver con algo para mi familia y no lo tenía (…) Me costó la adaptación. El recuerdo que tengo en Colombia es que vivía por una calle despavimentada y lloraba, porque en Cuba veía lo mismo, pero estaba lejos de los míos. Lloraba y decía: ¿yo en qué me metí?”
Todo tiene que ver con mi mamá, ella siempre nos enseñó que si la vida te pone una piedra tienes que levantarte y sonreír, porque nadie te va a ayudar, y eso es lo que hacemos nosotras. Si una de las tres se cae, una de las tres tiene que sacar la risa para que las tres volvamos a levantarnos”, dice Paulina.
Y Maryanis Henry Hurtado, consciente del talento de sus hijas, no teme lanzar un pronóstico. “Ellas se van a ganar un Grammy. No es porque sean mis hijas, de verdad son muy talentosas. Las veo arriba. Muy arriba”.
Sin embargo, y pese el respaldo innegociable a la carrera de sus hijas, algo tan divino como humano le hace ruido. “Ellas saben que, aunque las apoyo me cuesta entenderlas. Y lo digo por mi lado más cristiano. Yo estoy un extremo y lo que ellas cantan está en otro, y eso ha sido un salto muy grande para mí, pues me crié en una familia de músicos en un ambiente muy cristiano y para mí la música que hacen ellas es muy fuerte”. Y tiene que serlo. Paulina y Jenniffer nadan en aguas turbulentas. Pisan en un terreno musical monopolizado por los hombres.
“Queremos mostrar el dancehall latino desde otra perspectiva y mostrar también que las mujeres podemos sobresalir en un género tan masculino y machista. Y esa es nuestra apuesta. Ofrecemos otra visión del mundo”, dice Jennyfer Henry.
El camino al profesionalismo de Queen´s Tafari
Eichem, intérprete de Miss Independent, fue quien le sugirió a Leonardo Sabogal y Dave Carvajal, fundadores del sello de música independiente MagFly Music, fichar a las Queen’s Tafari.
El productor y el mánager estaban en busca de un par de voces góspel para interpretar un tema que hablaba de la herencia afro en la música dancehall. Y fue ahí cuando aparecieron las hermanas Jenniffer Camila Álvarez Henry y Paulina Capera Henry, quienes se habían viralizado mientras cantaban en Transmilenio.
Desde hace XX meses las bogotanas trabajan con MagFly, y pese a que su presencia empieza a ser costumbre en los circuitos de la música urbana en la capital del país y se proyectan en el circuito, aún deben salir a trabajar en Transmilenio para poder solventar los gastos del hogar.
En Bogotá, según cifras del DANE, 1,3 millones de personas están empleadas en el sector informal. Una tasa cercana al 36,8 %.
Dios no juega a los dados
Jenniffer Camila Álvarez Henry, la mayor de las hermanas Henry, cuenta que pese a que la música es la forma en la que se ganan la vida, hubiera preferido estudiar neurología.
“El cerebro humano es un misterio maravilloso. Si me hubieran dado a escoger, habría elegido ser neuróloga, pero la música me ha dado otra visión y a veces las cosas no pasan por casualidad, no creo que Dios juegue con dados, entonces si están pasando estas cosas es porque algo grande viene, porque es algo que no esperábamos”, dice la cantante en entrevista para El Espectador.
En septiembre las Queen’s Tafari fueron invitadas a Afrobomm, el reconocido festival de música dancehall de la capital del país.