Quien no ha visto Sevilla, no ha visto maravilla
Como pocos lugares en el mundo, la Sevilla del siglo XVI fue el centro de una actividad comercial a escala global que transformó el orden político mundial. La ciudad fue definitiva en la conquista europea del Nuevo Mundo y fue el punto de encuentro de personas, bienes y conocimientos provenientes de América, pero también de otros puertos del Mediterráneo, de África y Oriente.
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Si existiera una máquina que nos permitiera viajar en el tiempo y si tuviera que elegir un destino, con cierto temor, optaría por visitar el futuro, ver el mundo en que van a vivir mis hijos o los hijos de mis hijos. Pero si la invitación y nuestro maravilloso artilugio solo pudiera llevarme al pasado, hoy mi elección sería Sevilla en algún momento del temprano siglo XVI, la primavera de 1520, por ejemplo. Caminaría por sus puertos en el Guadalquivir, admiraría la diversidad de naves que dejan ver el trajín de rudas travesías, visitaría sus astilleros y mercados, seguramente vería descargar mercancías provenientes del Nuevo Mundo, pero también de otros puertos del Mediterráneo, de África y de Oriente. En sus mercados me toparía con personas de muchos lugares del mundo, incluyendo africanos, americanos y orientales. También con animales exóticos, plantas medicinales, especias y toda clase de cachivaches. Mercaderes que me ofrecerían una costosa guacamaya o un oso perezoso de mascota, hojas de coca o los poderosos polvos de la cola de un armadillo, huevos de iguana, infusiones de canela, pimienta, muestras de cacao, te, remedios para toda clase de dolencias, pero también sofisticadas porcelanas o sedas de Oriente.
Creo que me resistiría a muchas tentaciones, pasaría de largo evadiendo el bullicio y buscaría más bien la manera de infiltrarme en los despachos de la Casa de Contratación para ver a los cosmógrafos y pilotos tratar de ensamblar nuevos mapas del mundo.
Finalmente, este sueño de visitar la Sevilla del siglo XVI no es del todo inalcanzable: en el mismo lugar en el que operaron las oficinas de la Casa de Contratación hoy se encuentra el Archivo de Indias, una gran máquina del tiempo (a su manera) cuya riqueza documental nos permite a los historiadores viajar al pasado.
La Casa de Contratación de Sevilla fue creada por los Reyes Católicos en 1503 para administrar y controlar el creciente tráfico trasatlántico. Nadie podía ir a América o fletar mercancía para o desde las Indias sin pasar los controles de la Casa de Contratación. Más que un lugar de almacenamiento o una aduana, pronto se transformó en una compleja institución a la que se le asignaron una extensa lista de funciones comerciales, técnicas y judiciales. Allí se formaban pilotos, se preparaban los instrumentos de navegación y se recopilaban los informes y “relaciones” sobre nuevos descubrimientos para construir una nueva cartografía de un mundo desconocido.
La exploración y conquista del Nuevo Mundo y la consecuente configuración de un nuevo orden mundial fue el resultado de una colosal empresa de expansión religiosa y comercial que sólo fue posible en la medida en que se desarrolló y puso en práctica lo que podría ser la más grande empresa técnica y científica de la historia. Uno de los productos más espectaculares de esta gran operación tecnológica fue la elaboración de un gran mapa de todo el planeta, que los cosmógrafos españoles llamaron el Padrón Real.
La cartografía es inseparable de la náutica y de la astronomía. Sevilla también fue, entonces, el centro de producción de una serie de inéditos manuales de navegación. Más de una docena de autores y tratados españoles se ocuparon en detalle de los conocimientos de astronomía y cosmografía, la construcción de barcos, la fabricación y uso de instrumentos, la operación de las naves, los distintos oficios de la tripulación, la artillería, los peligros y causas de naufragios, las corrientes, los vientos y todos los conocimientos necesarios para asumir el nuevo reto de la navegación trasatlántica. Entre muchas otras publicaciones podríamos recordar el Breve Compendio de la Sphera y del arte de navegar, de Martín Cortés, (Sevilla, 1551) o el Regimiento de navegación, de Pedro de Medina, (Sevilla, 1563).
En medio del auge de la exploración global, Sevilla fue uno de los centros mercantiles más importantes de Europa. Su puerto fluvial está localizado 80 kilómetros al interior de la península sobre el río Guadalquivir, cuyo recorrido desemboca en el Océano Atlántico por el puerto de Sanlúcar de Barrameda. El complejo Sevilla-Guadalquivir-Sanlúcar fue un punto estratégico en la Carrera de las Indias, el centro de acopio y base natural para armar y abastecer las expediciones al Nuevo Mundo. Era además el lugar de residencia de un gran número de banqueros, mercaderes, constructores de naves, cosmólogos, marinos y artesanos.
El descubrimiento impulsó una vocación comercial ya existente en la activa ciudad portuaria de Sevilla, una de las ciudades de mayor población de Europa a inicios del siglo XVI con cerca 40.000 habitantes. Allí operaron centenares de firmas genovesas, andaluces, vascas, inglesas, florentinas y venecianas. El tráfico de barcos se incrementó gradualmente desde el regreso de Colón. Para dar una idea, entre 1504 y 1640 partieron al Nuevo Mundo un total de 438 convoyes, y entre 1504 y 1555 se registró la salida de un total de 2865 barcos. A lo largo del siglo XVI el número de barcos que zarparon al Nuevo Mundo siguió creciendo y para finales de siglo ya habían partido cerca de 7000 naves.
Varias vistas panorámicas de Sevilla de la época como la que acompaña este texto incluyen la frase “Quien no ha visto Sevilla no ha visto maravilla” y dejan ver una metrópoli cosmopolita, llena de movimiento frente a la cual el Nueva York del siglo XXI parecería monótono y apacible. A la intensa actividad comercial y circulación de metales preciosos, plantas medicinales, nuevos alimentos y bienes manufacturados, confluyeron personas provenientes de lugares diversos, expertos en todo tipo de oficios y por lo mismo la ciudad fue un punto de encuentro de culturas y saberes. Con buenas razones, el historiador Fernando Braudel se refiere a Sevilla del siglo XVI como “el centro de la primera Economía Mundo”.
Lectura recomendada
Sobre Sevilla y la Casa de Contratación recomiendo mi libro “Las máquinas del Imperio y el reino de Dios”, publicado en 2013.