Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Su impulso de artista comenzó a los 3 años. Se adentró en el dibujo como si fuese su todo. Su padre fue artista plástico, pero está convencida de que su encuentro con el lápiz fue determinante. Vivió una infancia llena de dibujo, danza y escritura, pero no los asumió como pasatiempos, sino como “asuntos muy serios”. Nunca se le impuso una presión para seguir este camino, fue ella quien comenzó a sentir la necesidad de descubrirse por medio del arte. El amor que le tiene a las palabras tuvo el origen en su madre, que le leyó hasta enamorarla de la lectura. A los 8 años comenzó a escribir poemas inspirados en la vida que la rodeaba.
Le sugerimos leer: Capítulo de “Era como mi sombra”, el más reciente libro de Pilar Lozano
En el bachillerato tuvo que enfrentarse a la pregunta del futuro: ¿qué voy a estudiar?”. Y su cuestionamiento coincidió con su interés por lo político y lo social, así que se decidió por ciencias políticas, pero ese empeño terminó rápido. De allí aterrizó en el teatro y comenzó un viaje de redescubrimiento sobre lo que era habitarse y habitar. Los caminos comenzaron a despejarse y entró a estudiar artes visuales, lo que comenzó a dejarle dudas, respuestas y herramientas. Empezó el viaje por el aprendizaje de nuevos lenguajes y siguió construyendo su banco de recursos, sus complementos como artista y artesana.
La pedagogía también le interesó. Para ella, la enseñanza se da desde el juego y esa es una premisa muy importante en su recorrido. Concibe la enseñanza como el acto de compartir conocimientos y experiencias. Para Murillo, la creación siempre es colectiva, aunque sea indirecta y dada desde encuentros fugaces o el contacto directo con personas importantes que generaron conexión y, a su vez, un sentimiento de admiración mutua. Su postura hacia la creación de mundos posibles comenzó desde una necesidad de escapar de la realidad. Cuando fue una niña no pudo hacer mucho por lo que pasó a su alrededor, pero siempre estuvieron allí las palabras, los trazos y el movimiento para transformar la realidad.
En su primera noveleta autogestionada, Raciocinio o las múltiples vidas de mi abuelo el escritor, publicada por la librería mutante, utilizó esta herramienta de escape con las palabras para transformar las situaciones que se le estaban presentando en escritos. Aquí fue donde comenzó el descubrimiento o la desmitificación con respecto a los desafíos de la autopublicación: agarró una hoja, le hizo diferentes dobleces, cortes y se aseguró de no ponerse límites creativos. El fanzine llegó a la vida de Murillo sin saber qué era exactamente o cómo definirlo. Creía que lo que estaba haciendo era un libro de recortes, pero había algo más. Combinaba diferentes técnicas como el collage, la acuarela, el dibujo, entre otras. Un tiempo después, la necesidad de decir muchas cosas y no encontrar un medio, la impulsaron en un camino que la llevó a la palabra fanzine.
Podría interesarle leer: El filósofo italiano Nuccio Ordine, premio Princesa de Asturias de Humanidades
Quimera empezó a tomar forma: “Lo veía más como un manifiesto”, contó ella. En un impulso, tomó la decisión de imprimirlo y venderlo y cuando escuchó los comentarios de las personas, llegó a una de las conclusiones sobre lo que estaba haciendo. Para ella, es una autopublicación que lo puede abarcar todo, pero se diferencia en el modo de distribución y en su precio. Por su estructura, da la posibilidad de condensar un material que ni siquiera tiene que ser absolutamente coherente. Decidirse a hacer un fanzine es tomar las riendas de algo que uno místicamente piensa.
El último fanzine publicado por Quimera se llamó “Vuelos”. Fue creado a partir del banco de material salido de pruebas creativas pasadas. “Es un fanzine de poesía visual. Está creado con grabados en linóleo, foamy, icopor, sellos, monotipos, fotografía digital y collage análogo. Es un conjunto de líneas que conforman cuerpos femeninos y preguntas alrededor de la soledad, la identidad, la realidad y sus pliegues. Se llama“Vuelos” porque pensé en el cuerpo y sus relaciones con esto: vuelos de pájaro, por ejemplo. Cada imagen es un intento de alzar el vuelo y plasmarlo”.
La vida de Murillo es un sinfín de procesos creativos, un constante compartir de conocimientos, una búsqueda de herramientas para llegar a la expresión. “Dibujar es danzar con el lápiz en la mano”, concluye.
Si le interesa seguir leyendo sobre El Magazín Cultural, puede ingresar aquí 🎭🎨🎻📚📖