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Para 1985, Ramiro Osorio fungía como director de teatro y danza de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Mientras desempeñaba aquel cargo, fue invitado a una reunión de directores generales de teatros de Iberoamérica, en España. Fue así como pisó por primera vez aquel país. Dos años después, organizó en México una muestra de teatro español contemporáneo. Su relación con aquella cultura y país cada vez se hizo más estrecha.
En marzo de 1988, Osorio junto a Fanny Mikey le ofrecieron a Bogotá un respiro en medio de los hechos turbulentos que vivía el país por cuenta de la guerra de los carteles de droga: la realización del primer Festival Iberoamericano de Teatro. Ese año, el país invitado de honor fue España y fue, de hecho, un espectáculo de ese país el encargado de inaugurar aquel evento. Un año más tarde, como sucedió en 1985, Ramiro Osorio volvió a recibir una invitación, pero ya su destino no sería España, sino Costa Rica. Aunque no abandonó a España en tierra costarricense.
Él, quien había sido invitado por Óscar Arias Sánchez, el entonces presidente de Costa Rica, organizó el Festival Internacional de Teatro, San José por la Paz, en donde hubo varias muestras de teatro español. Pasaron los años, y para 2005 se cumplieron cuatrocientos de la publicación de Don Quijote de la Mancha. Para ese momento, Ramiro Osorio se encontraba dirigiendo el Festival Internacional Cervantino en Guanajuato, México. Tomó una determinación: celebrar aquel suceso literario ligado a la obra cumbre de Miguel de Cervantes. Entonces, hicieron siete Quijotes en diferentes lenguajes artísticos: música sinfónica, ballet, entre otros.
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Un año más tarde, como director de cultura de la Secretaría General Iberoamericana, impulsó, con apoyó de las instituciones españolas, la creación de un programa que “ha beneficiado al teatro Iberoamericano, que ha permitido muchas coproducciones, la escritura de varios textos y becas de movilidad”, como dice Osorio. Su paso como director del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo también ha dejado rastro de su interés por la cultura española.
Desde hace 13 años, por aquel teatro han pasado diversas producciones españolas. Incluso, en 2023, España ha sido el país invitado de honor; el Teatro Mayor ha recibido a más de 200 artistas. Sin mencionar que durante el año pasado y este realizaron dos coproducciones entre instituciones españolas y colombianas, una de ellas fue la obra Amo y criado, una adaptación de la comedia Donde hay agravios no hay celos, de Francisco Rojas Zorrilla, que se presentó en junio de 2022 en el Teatro Libre y en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, y luego emprendió una gira por España. “La gente quedó verdaderamente fascinada de cómo los colombianos decían el verso, expresaban este teatro del Siglo de Oro”.
El 10 de octubre, la Academia de las Artes Escénicas de España reconoció esa relación de Ramiro Osorio con la cultura española. Lo designó Académico de Honor. No solo a él, también a otros como Carlos Latre, Ana Belén, Josep Maria Pou, Chevi Muraday y Emma Vilarasau. Hoy, a las 2:00 p.m., se realizó la ceremonia en Madrid en donde a Osorio le fue entregado el galardón. Antes de viajar ofreció una entrevista, a propósito de su reconocimiento.
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La Academia de las Artes Escénicas de España, una entidad que se encarga de potenciar, defender y dignificar las artes escénicas de ese país, lo designó Académico de Honor. ¿Qué significa este reconocimiento para usted?
Para mí es especialmente honroso viniendo de una academia tan prestigiosa, que está integrada por muchas personas que conozco y admiro. También porque reconoce mi relación, de varios años, con las artes escénicas españolas. Yo fui por primera vez a España en 1985; fui invitado a una reunión de directores generales de teatros de Iberoamérica (yo era el director de teatro y danza de la Universidad Nacional Autónoma de México). A partir de ahí empecé a tener una relación muy estrecha con España. El primer resultado de eso fue una muestra del teatro español contemporáneo, que propuse y organicé, y se llevó a cabo en México en 1987. Después, cuando creamos el Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá con Fanny Mikey, el país invitado de honor, en 1988, fue España. Otro ejemplo de esta relación tan estrecha es la programación del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, en donde a lo largo de estos 13 años y medio, sin duda, España ha tenido un gran protagonismo. Estos son algunos ejemplos que, estoy seguro, la Academia reconoce con este nombramiento tan honroso.
¿Por qué le interesa tanto la cultura española?
Me interesa porque es un país con el que tenemos unos profundos lazos culturales, políticos, económicos; además, tiene una inmensa riqueza y diversidad. España tiene instituciones muy sólidas, con las que nosotros interactuamos y tenemos buenos ejemplos sobre sus buenas prácticas. También es un país que apoya, muy fuertemente, el desarrollo de sus diversas culturas en sus distintas regiones autónomas, y tiene una serie de incentivos para que los artistas españoles puedan venir a países como Colombia.
¿Qué cree que podría aprender Colombia de España en el ámbito cultural?
El modelo del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo (un convenio público- privado) parte de experiencias como las del Gran Teatro del Liceo de Barcelona o el Teatro Real de Madrid, que son instituciones públicas y tienen una composición presupuestal en donde participa el público que compra sus entradas, las empresas privadas y el gobierno. Esto tiene relación con algo que me interesa mucho y por lo que he trabajado: la corresponsabilidad, porque la cultura es una responsabilidad del país, de los ciudadanos, de todos. Me parece que en ese sentido hay muchas experiencias en España muy ejemplares.
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Hace unos días, el congresista Juan Carlos Losada anunció la designación de recursos por parte del Ministerio de Cultura para la realización del Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá. Usted, como uno de los fundadores de este festival, ¿por qué cree que es importante que este evento vuelva a ser lo que era antes?
Porque es una de las marcas culturales de este país. Es un festival que ha situado a Bogotá como una gran capital de las artes escénicas del mundo y le trajo mucho turismo. Este espacio enriqueció, de manera muy especial, el desarrollo del teatro colombiano y lo confrontó con el lenguaje de la creación contemporánea. Es un festival que ha logrado crear una audiencia muy grande para las artes escénicas. Necesitamos tanto en Colombia esos espacios de diálogo, de libertad, de intercambio. El festival surgió en 1988, uno de los años más terribles de nuestra reciente historia democrática, y contribuyó a que los ciudadanos se apropiaran del espacio público; fue un gran acontecimiento de masas en un momento en donde la sociedad estaba confinada por el miedo. Así que significó un espacio para renovar el espíritu, la sociedad y empoderarla e ilusiona. Por todo eso, vale mucho la pena que el festival vuelva a recuperarse.
Usted tiene una larga relación con el teatro desde diferentes espacios. ¿De dónde viene ese gusto suyo por este arte?
Cuando tenía ocho años estudiaba en el Colegio San Bartolomé La Merced y pertenecía al grupo de teatro. Por alguna razón fuimos a actuar al Teatro Colón y a partir de ahí fue como una epifanía. En ese momento, yo era un niño, no un artista, pero creo que percibí ese momento de tanta emoción que es el encuentro entre el público y los artistas. A partir de ahí tomé la decisión de que me iba a dedicar a esto toda la vida, cosa que he hecho desde el escenario, a favor de él, en las políticas públicas, gerenciando y administrando espacios culturales, etc.
¿Qué sacrificios ha realizado por esa decisión?
Pues más que sacrificios, estas cuestiones de la gestión cultural son duras y hay que tener mucha ilusión, entereza y ser muy persistente. Llevo 50 años dedicado, sin parar, a la vida en los teatros, impulsando desde responsabilidades públicas el desarrollo del sector cultural y construyendo políticas culturales. Ha sido un inmenso privilegio poder vivir la vida de esta manera.
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Usted busca, desde el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, que cada evento sea un acontecimiento de vida. ¿Por qué?
Porque tengo la certeza de que cada encuentro es único e irrepetible. El encuentro entre los artistas y el público altera la vida, combate la mediocridad de la vida diaria. Es un encuentro que nos hace mejores seres humanos, tanto a los artistas como al público. Por eso, vale la pena que existan instituciones como el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, que apuesta por ello.
En su caso, ¿ese encuentro lo ha hecho ser mejor persona?
Solo para darte un dato, en el Teatro Mayor hemos realizado casi 1.300 espectáculos diferentes; creo que los he visto prácticamente todos, a no ser que por alguna razón no estuviera en Bogotá. No hay ninguna función que se parezca a otra; cada una tiene un énfasis. Yo, por ejemplo, como actor, hice una obra más de cuatrocientas veces: La historia del Zoológico, de Edward Albee, y nunca sentí que repetí; todos los días encontraba un acontecimiento, una emoción, una arista de ese personaje que interpretaba, que me hacía conocerme más, enriquecer mi vida, y tener una relación más profunda con el público.
¿Por qué seguirle apostando a la gestión cultural?
Porque en Colombia, como en ningún otro país, el espacio cultural es el más propicio para construir la paz y una sociedad más participativa, generosa y democrática. No hay mejor escenario que el de la cultura y no hay mejores agentes, para construir esa paz, que los gestores culturales.
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