Ramiro Osorio: “Uno va al teatro porque necesita que le pase algo”
Además de referirse a la propuesta digital del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, el director de este recinto habló de temas universales como las convicciones, el derecho a la cultura y la urgencia de las artes para una sociedad.
Laura Camila Arévalo Domínguez
Además de los cargos que ha ocupado y la experiencia que ha sumado, Ramiro Osorio promueve cultura por convicción. Las suyas no son creencias, sino certezas: el arte puede ser ese viraje tan esquivo y esperado de todos los que soñamos con que las cosas cambien para sentir distinto, para que nos pase algo. Que si queremos que se nos altere la vida, vayamos a ver una ópera. Que si pretendemos entender por qué sufrimos por lo que sufrimos, leamos una novela. Que si buscamos salir de la rutina, abramos esa puerta a través de una pintura.
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Además de los cargos que ha ocupado y la experiencia que ha sumado, Ramiro Osorio promueve cultura por convicción. Las suyas no son creencias, sino certezas: el arte puede ser ese viraje tan esquivo y esperado de todos los que soñamos con que las cosas cambien para sentir distinto, para que nos pase algo. Que si queremos que se nos altere la vida, vayamos a ver una ópera. Que si pretendemos entender por qué sufrimos por lo que sufrimos, leamos una novela. Que si buscamos salir de la rutina, abramos esa puerta a través de una pintura.
En esta entrevista, que se gestionó con motivo de los 10 años del Teatro Digital, el director del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, quien además fue el primer ministro de Cultura de Colombia, codundador del Festival iberoamericano de Teatro de Bogotá y embajador de Colombia en México, habló de las razones detrás de estas convicciones, de la formación académica que debe tener un gestor cultural, de las artes y la virtualidad, entre otros temas…
Usted dijo que, para trabajar en la gestión cultural, había que tener convicción por la labor, además de conocimiento artístico; es decir, contenido. ¿Usted cree que esa es la constante o a los gestores culturales en Colombia nos está haciendo falta más contacto con lo que promovemos?
Cuando uno tiene la responsabilidad de dirigir complejos como este, o tiene responsabilidades públicas, es ideal que haya una formación artística. Esta es una casa en la que se dan cita los lenguajes artísticos y, en la medida en que uno los conozca, podrá hacer que esas producciones dialoguen entre las diversas culturas del país. Conocer esas expresiones encauzará mejor el trabajo porque sabremos apoyar mejor a las nuevas generaciones. Estaremos más capacitados para ver esos cambios tan grandes y vertiginosos que se producen en los lenguajes artísticos, donde entra la tecnología, que va una velocidad extraordinaria y se va convirtiendo hasta es un propio lenguaje.
¿Y esa formación que sugiere es estrictamente académica o tendría que ver con un asunto de contacto y sensibilidad por las artes?
Sí, insisto en que me parece mejor si uno tiene una formación académica, es mucho mejor. No digo que sea más fácil, pero sí tendrá mejores instrumentos para acercarse a algo tan complejo como el arte. Hay gestores culturales muy buenos que tienen muy buena voluntad, tienen talento y capacidad de ver cómo son los temas administrativos, de producción, etc. Pero para entender esto en toda su complejidad, por ejemplo, al liderar el diseño de las políticas públicas, tiene que conocer en profundidad lo que es su sector. Cuanto más sepa, mejor líder será.
¿Por qué dice que tener convicción por el trabajo es importante? ¿Qué significa para usted esa palabra?
Yo tengo la convicción, es decir, la absoluta certeza, de que la cultura en nuestro país es el escenario para construir una sociedad diferente. Es allí donde coinciden los ciudadanos, donde no hay exclusión, sino generosidad. Son espacios naturalmente convocantes y los gestores culturales en todo el país son esos líderes que, en su vida, han sido ejemplares, generosos, participativos. Para ser ese líder en la cultura, hay que tener convicciones; no una, muchas. Una de ellas es creer en que los espacios de la cultura son para la formación de nuevas ciudadanías. En el Teatro Mayor, por ejemplo, estamos convencidos de que no damos funciones. Nosotros creamos acontecimientos de vida.
Le hablé de convicción porque en el arte, para muchos, hay que tener una fuerza adicional a la de un contrato de trabajo. Es decir, hay que estar convencido de que esto es para algo más grande. Se han hecho muchas cosas para que estos temas sean más consumidos, difundidos, pero sigue habiendo una desproporción inmensa entre la asistencia a producciones comerciales y las que son un poco más exigentes… ¿Qué opina?
Hay una parte que es comercial y qué bueno así sea y que haya un circuito como el de la música, campo en el que somos una potencia hoy en Colombia. Ese es el resultado de todo un círculo virtuoso que ha ido creando escuelas de formación, espacios de distribución, unidades de producción artística, etcétera. Pero estamos hablando también de que nosotros somos un país pluriétnico y multicultural y ahí es donde está nuestra verdadera fortaleza, en esa diversidad. Si no la reconocemos, no nos reconocemos a nosotros mismos.
Hablamos del derecho a partcipar libremente en la vida cultural, a disfrutar de las artes y a compartir los avances científicos y sus beneficios… Esto lo saqué del artículo 27 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, pero ¿por qué hablamos de derechos cuando nos referimos a las artes y a nuestro acceso?
La cultura es un derecho fundamental, pero son dos tipos: los derechos de la cultura y los derechos a la cultura. Los primeros se refieren a nuestras lenguas y dialectos, cosmovisiones, herencias, a todo lo que esta sociedad ha sido capaz de ir construyendo a lo largo de los años. Después vienen los derechos de acceso a la cultura. La ley dice que es un derecho acceder a estos bienes y servicios de la cultura en condiciones de equidad. Eso es lo que hacemos en esta casa.
¿Por qué es tan importante que la gente ejerza ese derecho a la cultura?
Porque es parte fundamental de su vida. García Márquez decía que la cultura era todo lo que nos permitía vivir en sociedad. Y yo estoy de acuerdo con esta frase.
Hablemos del Teatro Digital. Ustedes comenzaron con este proyecto en 2014; es decir, ni cerca de sospechar que enfrentaríamos una pandemia en 2020. ¿Cómo surgió esa idea?
Uno de los aliados de esta casa es Bancolombia, que en 2014 reforzó su apuesta digital. Nosotros quisimos sumarnos a esta idea, recibimos su apoyo y el de las demás empresas del grupo Santo Domingo y creamos una plataforma digital con el propósito de hacer posible el acceso de la mayor cantidad de ciudadanos posibles a la programación de este teatro. En el año que ya te mencioné, comenzamos a transmitir un espectáculo por mes. Cuando llegó la pandemia, nos encontró con experiencia y un stock de materiales de cierta importancia, así que nos propusimos lo mismo de todas las instituciones culturales de ese momento: mejorar la vida de todas las personas que estaban encerradas. Es decir, de todo el mundo. Así fue como comenzamos a transmitir cuatro espectáculos al mes, uno cada semana y con acceso gratuito. Es extraordinario: ya estamos en 31 departamentos de Colombia gracias a que, a partir de ese momento, comenzamos a ser un teatro híbrido. Ahora que regresamos a la presencialidad, continuamos con cuatro espectáculos mensuales, lo que multiplica el acceso a millones de personas que han sostenido un nivel de permanencia increíble.
¿Cómo garantizan la calidad de la grabación de los espectáculos? Viendo algunos de los que están disponibles, noté que son varias cámaras y que, además, hay intervenciones de algunos directores o actores de cada obra…
Caracol Televisión viene con seis cámaras, unidades móviles y conocimientos técnicos de un equipo de 30 personas para garantizar la calidad. Si las grabaciones no son buenas, no tienen sentido. En lo digital, el público puede irse en segundos.
¿Con qué criterio eligen los espectáculos que transmiten a través del Teatro Digital?
Intentamos grabar lo más importante en la medida de nuestras posibilidades. Por ejemplo, el domingo pasado grabamos La traviata. Es un espectáculo en el que participan 200 artistas entre la orquesta, el ballet y los cantantes. Y así es como nos va quedando una memoria de todo lo hacemos. Grabamos, además, lo que creemos que para una persona en su casa puede ser un acontecimiento.
Se gana mucho en términos de acceso, como usted explica, pero también se sacrifican valores de la puesta en escena, de la obra, al elegir la plataforma digital…
La esencia de las artes escénicas es el encuentro presencial entre el público y los artistas en espacios como este, donde la acústica y la isóptica son de una calidad extraordinaria. Hay personas que no pueden venir al teatro, están lejos por razones económicas, de conocimientos o de distancia geográfica, y esta es una alternativa para ellos. Lo ideal es que vengan, por supuesto. No es lo mismo ver La traviata aquí que a través de una pantalla, pero hacemos lo posible para que el espectador, desde su casa, sienta la emoción de encontrarse con los artistas en un escenario como el Teatro Mayor.
¿Cómo sugiere ver estos espectáculos desde casa? Habrá que prepararse, como cuando uno va al teatro…
Yo había sido muy mal televidente toda la vida porque entré al teatro a los 17 años, así que la vida me ha llevado a tal frenesí que nunca tuve tiempo de ver televisión. Hasta que llegó la pandemia. Ahí descubrí lo que era ese aparato y sus posibilidades. Pero sí, uno debe prepararse mentalmente para disfrutar. ¿Uno por qué va al teatro? Porque necesita que le pase algo. Porque uno busca un acontecimiento que le altere la vida. Y nosotros no podemos resolver el problema del tráfico para trasladarse al Teatro Mayor, pero sí podemos solucionar todo lo que pasa cuando la gente llega. En la casa uno también se tiene que preparar para el acontecimiento: buscar un lugar cómodo, disponer de tiempo (La traviata dura tres horas, por poner un ejemplo), y cuando haya intermedio, levantarse por un café, un vino o lo que a cada uno le guste.
Cada vez que puedo, pregunto por esto: atravesamos un momento de sobreoferta, de sobrestimulación por la gran cantidad de plataformas en las que podríamos concentrarnos. Pero justamente eso es lo que se nos está complicando: la concentración y la capacidad de enfocarnos en una sola actividad, algo fundamental para acercarse a un libro, una obra de teatro, una película, ¿usted cómo ve este panorama?
Ese es un gran desafío de todas las manifestaciones artísticas. Y acabas de decir el ejemplo perfecto: un libro. Gabriel García Márquez hablaba de que él entendió cómo debía empezar un libro cuando leyó Pedro Páramo, de Juan Rulfo. Ejemplo de ello es la forma en la que comienza Cien años de soledad. Ese primer párrafo a mí me atrapó. La traviata comienza con una obertura extraordinaria y su desarrollo creciente no te suelta hasta que termina todo en la tragedia de Violeta, que se muere. El gran reto de los artistas es, entonces, tocar y mantener al espectador para que su relación con la obra sea sublime y enriquezca la vida.