La tradición oral colombiana que llegará a la pantalla grande
“Rapunzel, el perro y el brujo”, ópera prima del director Andrés Roa, se configura como una historia de “sustos” que llegará a las salas de cine del país el 22 de febrero.
Mateo Medina Escobar
Usted habla de las historias orales que narran en su tierra (Quindío), ¿por qué es importante llevarlas al cine?
Creo que hay una cosa muy bonita y es precisamente toda esa oralidad y esa cultura cafetera que tenemos. Es muy importante rendir un tributo y homenaje a los campesinos que hay en esta región llevando sus historias al cine. Hay algo muy bello y es cuando te cuentan a ti esas historias de miedo, que la mayoría de los campesinos y abuelos lo hacen. Tú empiezas a imaginarte todo ese rollo. Lo que quise fue llevar esa película que me imaginé a la pantalla grande y regalársela a toda la gente que también tuvo algo que ver con esas historias.
¿Por qué decidió mezclar el conflicto armado con elementos del terror y la fantasía?
Lo que hice fue trabajar una película desde mi memoria. Cuando yo estaba pelado, la guerra estaba en el marco, porque soy de Buenavista, Quindío. Allí nunca se hizo una toma guerrillera, gracias a Dios, pero sí estaba esa sombra de la violencia. Estaba la guerrilla por ahí rondando, había enfrentamientos cerca al pueblo, se escuchaban balas y helicópteros. La película va por ahí: no es de guerra, es de misterio colombiano, pero en un marco de esa guerra que los campesinos viven.
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¿Siente que la película está enmarcada en el cine de género?
Creo que no, es una película, en cierta forma, muy comercial. La veo más así, independientemente de que considero que está muy bien hecha. Lo que sí diría es que estamos creando un género con ella. Nuestro objetivo principal es que muchas personas la vean. Es una historia que se entiende, es muy universal.
¿Qué significó rodar una cinta como esta en el Quindío?
Hay varias cosas muy lindas de esa experiencia. Primero, fue abrir una puerta para que se sigan haciendo cosas y quienes quieren hacer cine vean que sí se puede y hasta donde se puede ir. Creo que no hay margen ahí. Es una película que se construye desde un lugar muy pequeño, pero que es muy grande. Eso marca un límite infinito. Queremos que las personas vean que vale la pena apoyar el cine colombiano, regional y quindiano. Lo que significó hacer Rapunzel en el Quindío es muy importante. Es un proyecto muy grande, no solo desde el presupuesto, la logística y la producción, sino desde el significado que tiene en la región y en Colombia.
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¿Qué referencias lo inspiraron?
Me inspiraron mucho los campesinos y, sobre todo, las historias que me han contado. Son espectaculares. Tengo muchas referencias de cineastas, pero para esta película usamos mucho “El páramo”, de Jaime Osorio. Me gusta mucho y fuimos muy fieles a la forma en la que tocó los temas de la cinta. Él fue un realizador tremendo. Nos dejó ese legado de cómo hacer terror en Colombia. Otro largometraje que nos inspiró fue “La bruja”. Pero creo que el referente más grande es la memoria y el imaginario colectivo de toda una región, nos basamos en la realidad del centro del país y en cómo funcionan, relatan y cuentan las cosas.
¿Cómo decidió el título de la película?
El título va orientado por el poema original de Rapunzel, que es un poema oscuro. Lo que hemos visto nosotros de Rapunzel son las adaptaciones de los hermanos Grimm y de Disney, que tienen un origen muy oscuro. Ese poema va tirado hacia lo que queríamos contar. Nuestra intención era darle un nombre muy global que tuviera un significado para todo el mundo, hasta en Colombia. No queríamos llamarlo de una manera que se quedara muy local, pero que también lo entendiéramos nosotros. Porque en el Quindío también Rapunzel significa lo mismo que se va a significar en todo el mundo. En la película tiene un significado muy bonito que cuando la gente la ve van a entender.
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¿Cuál fue la ruta de festivales que hicieron con la película?
Fue una ruta muy corta. Porque el objetivo era estar en cines. En otros proyectos pasados sí lo hemos hecho al revés, con una ruta de festivales muy larga, que terminaba en cines después de unos años. Pasamos por festivales en España y en México. Estuvimos en Feratum que es de cine fantástico y me encanta. Pero ese no era el propósito con esta película, porque antes nos pasaba que grabábamos un proyecto y nos preguntaban qué había pasado con él, pero no podíamos mostrarlo porque estaba en festivales. Con esta queríamos darles un regalo a las personas.
¿Cuál fue el momento más complicado de rodar?
Uno, es la topografía quindiana. Es bien complicado rodar en este departamento, pero es muy bello. Cuando las cosas son tan lindas hay que lucharlas más, por concebir esos planos. Están más lejos, más arriba, más retirados de lo urbano y de la logística que puede proporcionar la ciudad o un pueblo mediano. Por un lado, es lo logístico, y por otro es el clima, que es bien complicado y variable.
Usted habla de las historias orales que narran en su tierra (Quindío), ¿por qué es importante llevarlas al cine?
Creo que hay una cosa muy bonita y es precisamente toda esa oralidad y esa cultura cafetera que tenemos. Es muy importante rendir un tributo y homenaje a los campesinos que hay en esta región llevando sus historias al cine. Hay algo muy bello y es cuando te cuentan a ti esas historias de miedo, que la mayoría de los campesinos y abuelos lo hacen. Tú empiezas a imaginarte todo ese rollo. Lo que quise fue llevar esa película que me imaginé a la pantalla grande y regalársela a toda la gente que también tuvo algo que ver con esas historias.
¿Por qué decidió mezclar el conflicto armado con elementos del terror y la fantasía?
Lo que hice fue trabajar una película desde mi memoria. Cuando yo estaba pelado, la guerra estaba en el marco, porque soy de Buenavista, Quindío. Allí nunca se hizo una toma guerrillera, gracias a Dios, pero sí estaba esa sombra de la violencia. Estaba la guerrilla por ahí rondando, había enfrentamientos cerca al pueblo, se escuchaban balas y helicópteros. La película va por ahí: no es de guerra, es de misterio colombiano, pero en un marco de esa guerra que los campesinos viven.
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¿Siente que la película está enmarcada en el cine de género?
Creo que no, es una película, en cierta forma, muy comercial. La veo más así, independientemente de que considero que está muy bien hecha. Lo que sí diría es que estamos creando un género con ella. Nuestro objetivo principal es que muchas personas la vean. Es una historia que se entiende, es muy universal.
¿Qué significó rodar una cinta como esta en el Quindío?
Hay varias cosas muy lindas de esa experiencia. Primero, fue abrir una puerta para que se sigan haciendo cosas y quienes quieren hacer cine vean que sí se puede y hasta donde se puede ir. Creo que no hay margen ahí. Es una película que se construye desde un lugar muy pequeño, pero que es muy grande. Eso marca un límite infinito. Queremos que las personas vean que vale la pena apoyar el cine colombiano, regional y quindiano. Lo que significó hacer Rapunzel en el Quindío es muy importante. Es un proyecto muy grande, no solo desde el presupuesto, la logística y la producción, sino desde el significado que tiene en la región y en Colombia.
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¿Qué referencias lo inspiraron?
Me inspiraron mucho los campesinos y, sobre todo, las historias que me han contado. Son espectaculares. Tengo muchas referencias de cineastas, pero para esta película usamos mucho “El páramo”, de Jaime Osorio. Me gusta mucho y fuimos muy fieles a la forma en la que tocó los temas de la cinta. Él fue un realizador tremendo. Nos dejó ese legado de cómo hacer terror en Colombia. Otro largometraje que nos inspiró fue “La bruja”. Pero creo que el referente más grande es la memoria y el imaginario colectivo de toda una región, nos basamos en la realidad del centro del país y en cómo funcionan, relatan y cuentan las cosas.
¿Cómo decidió el título de la película?
El título va orientado por el poema original de Rapunzel, que es un poema oscuro. Lo que hemos visto nosotros de Rapunzel son las adaptaciones de los hermanos Grimm y de Disney, que tienen un origen muy oscuro. Ese poema va tirado hacia lo que queríamos contar. Nuestra intención era darle un nombre muy global que tuviera un significado para todo el mundo, hasta en Colombia. No queríamos llamarlo de una manera que se quedara muy local, pero que también lo entendiéramos nosotros. Porque en el Quindío también Rapunzel significa lo mismo que se va a significar en todo el mundo. En la película tiene un significado muy bonito que cuando la gente la ve van a entender.
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¿Cuál fue la ruta de festivales que hicieron con la película?
Fue una ruta muy corta. Porque el objetivo era estar en cines. En otros proyectos pasados sí lo hemos hecho al revés, con una ruta de festivales muy larga, que terminaba en cines después de unos años. Pasamos por festivales en España y en México. Estuvimos en Feratum que es de cine fantástico y me encanta. Pero ese no era el propósito con esta película, porque antes nos pasaba que grabábamos un proyecto y nos preguntaban qué había pasado con él, pero no podíamos mostrarlo porque estaba en festivales. Con esta queríamos darles un regalo a las personas.
¿Cuál fue el momento más complicado de rodar?
Uno, es la topografía quindiana. Es bien complicado rodar en este departamento, pero es muy bello. Cuando las cosas son tan lindas hay que lucharlas más, por concebir esos planos. Están más lejos, más arriba, más retirados de lo urbano y de la logística que puede proporcionar la ciudad o un pueblo mediano. Por un lado, es lo logístico, y por otro es el clima, que es bien complicado y variable.