Raúl García: la música como un hecho masivo
El fundador de la Orquesta Filarmónica de Bogotá, quien falleció el 28 de diciembre, se propuso acercar la música a todas las personas y no solo a una “élite ilustrada”.
Danelys Vega Cardozo
El 19 de agosto de 1968 se realizó un concierto en un teatro a la italiana, adornado en su techo con seis musas griegas. Se escuchó el himno nacional de Colombia. Luego, sonaron composiciones de Bach, Mozart, Béla Bartók y Felix Mendelssohn. Fue así como el Teatro Colón quedó inmerso en un ambiente de música clásica. De música que daba cuenta del surgimiento de una orquesta que, en realidad, había sido fundada dos años antes: la Orquesta Filarmónica de Bogotá (OFB). Quizá aquella institución empezó a existir en papel solo hasta el 9 de septiembre de 1967, fecha en la que se emitió el Acuerdo 71 de 1967. “Créase la Orquesta Filarmónica de Bogotá, como organismo autónomo descentralizado, con patrimonio propio”, decía su primer artículo. Se estableció que la institución contaría con una junta directiva integrada por siete personas, entre ellas el Alcalde Mayor (Virgilio Barco) y dos miembros de la Fundación Filarmónica Colombiana y otros. Allí fue a parar Raúl García, su fundador. Ese que quiso acercar la obra de arte a todos los estratos y no solo a un grupo privilegiado.
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El 19 de agosto de 1968 se realizó un concierto en un teatro a la italiana, adornado en su techo con seis musas griegas. Se escuchó el himno nacional de Colombia. Luego, sonaron composiciones de Bach, Mozart, Béla Bartók y Felix Mendelssohn. Fue así como el Teatro Colón quedó inmerso en un ambiente de música clásica. De música que daba cuenta del surgimiento de una orquesta que, en realidad, había sido fundada dos años antes: la Orquesta Filarmónica de Bogotá (OFB). Quizá aquella institución empezó a existir en papel solo hasta el 9 de septiembre de 1967, fecha en la que se emitió el Acuerdo 71 de 1967. “Créase la Orquesta Filarmónica de Bogotá, como organismo autónomo descentralizado, con patrimonio propio”, decía su primer artículo. Se estableció que la institución contaría con una junta directiva integrada por siete personas, entre ellas el Alcalde Mayor (Virgilio Barco) y dos miembros de la Fundación Filarmónica Colombiana y otros. Allí fue a parar Raúl García, su fundador. Ese que quiso acercar la obra de arte a todos los estratos y no solo a un grupo privilegiado.
Entonces, como dijo para el periódico Voz en 1990, empezó a “hacer un trabajo en los barrios, en las escuelas y a formar profesionales nacionales”. No solo realizó eso porque también le dio un espacio a la música popular y protagonismo a los autores nacionales. Y lo hizo a pesar de que al principio muchas personas no creyeran en esa orquesta que había fundado, debido “a la falta de recursos y de músicos”.
En esos inicios, los apoyos privados fueron casi que inexistentes, de ahí que sus esperanzas hayan migrado hacia lo público, lo que se materializó con el Acuerdo 71 de 1967, aquel que no salió de la nada, porque fue buscado no solo por García, sino por otros integrantes de la Fundación Filarmónica Colombiana, quienes decidieron hablar con Alberto Zalamea, el escritor que abogó por ellos ante el concejal Carlos Daniel Roca, como relata el libro “Orquesta Filarmónica de Bogotá: 50 años tocando para ti”. Todas esas redes de decisiones y personas terminaron haciendo posible la creación de la OFB y con ella la constitución de un patrimonio proveniente, en parte, de recursos distritales.
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García, quien fue director durante veintitrés años de la Orquesta Filarmónica de Bogotá, utilizó aquellos recursos para enriquecer al público, pero no en materia económica, sino musical y cultural. “El público al enriquecerse, al volverse más crítico, más exigente, influye a su vez sobre la orquesta, exige un mayor nivel técnico de interpretación. En esa acción recíproca, pienso que puede hablarse de una popularización del arte, en constante desarrollo, renovación, que no da lugar al estancamiento”. Entonces soñó con la posibilidad de que en todo el país se conformaran orquestas juveniles. Con el tiempo su anhelo se hizo realidad, aunque quizá no en todo el territorio nacional. Al menos la orquesta que fundó hizo un gran aporte con la creación de la Orquesta Filarmónica Juvenil y la Orquesta Filarmónica Juvenil de Cámara. Espacios que no emergieron bajo su dirección, porque en diciembre de 1990 dejó de ejercerla.
García, antes que director o fundador, fue músico, uno de los primeros clarinetistas de Colombia y hasta físico matemático. El clarinete lo tocó en la Orquesta Sinfónica, pero un día pasó a apostarle a un nuevo proyecto junto con Jaime Guillén, Frank Preuss, Mario Posada y otros: la Fundación Filarmónica Colombiana. Su objetivo quedó consignado en la Resolución 3154 del 4 de octubre de 1966: “La divulgación nacional e internacional de la música culta, mediante la creación de una Orquesta sinfónica, de Grupos de Cámara y de centros de enseñanza de música para la formación de profesionales cultos, compositores, intérpretes y directores”.
De aquella fundación se desprendió la Orquesta Filarmónica de Bogotá. Entonces, ya no fue solo la música culta, sino que el panorama se amplió y bajo la dirección de García convirtieron “el contacto con la obra artística en un hecho masivo”.
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