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Decía que para gozar de las bondades de ser escritor, había que sacrificar mucho. Había que entregarle la vida al oficio, más específicamente a la poesía, que lo reclamaría todo a cambio de una gota de placer. Decía, además, que sabía que los incautos que pretendían suplantar la verdadera vida del escritor, no habían verificado los esfuerzos para merecerlo, pero que a él, por fortuna, su padre le había enseñado desde muy niño el necesario esfuerzo que antecedía al placer para que este fuera, realmente, placer.
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Lo anterior, así como la creencia de que los verdaderos dioses eran los artistas, quedó recopilado en “Raúl Gómez Jattin, entrevistas, evocaciones y 7 poemas inéditos”, un libro en el que, además, hay textos de autores como Meira Delmar, Jaime Jaramillo Escobar, Milcíades Arévalo, William Ospina, Roberto Burgos Cantor, entre muchos otros, en los que reflexionan sobre la poesía de Gómez Jattin, que tiene siete muestras de textos inéditos al comienzo del libro.
Elogio este día cuando mi alma
mira su dolor y los causantes
y encuentra el dolor a cada paso
e inocentes a los tristes enemigos
Es inocente el enemigo que te envidia:
él no quisiera porque sufre
Es inocente el hermano ladrón:
Pues no puede vivir sin el dinero
Con el dolor me quedo a solas
-ese compañero de tantas horas
que me ha limado un poco
la ignorancia y la pereza
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En las entrevistas hay énfasis en temas recurrentes en la obra de Gómez Jattin: la soledad, la injusticia, el desamparo y la intolerancia. El poeta habló sobre su propia vida y aclaró si esta era el insumo principal para sus versos. A Henry Stein le dijo que en parte sí, porque en el sentido de que la totalidad manifiesta, el poema constituye una expresión personal, y agregó que también tenía una íntima relación con la obra de creadores como Antonio Machado, Kafka, Eurípides, Aristófanes… “y con el sufrimiento de los hombres de su tiempo”.
Muchas de estas conversaciones dan luces sobre lo que Gómez Jattin fue de niño, estudiante, dramaturgo y poeta. Sobre su experiencia viviendo en Bogotá y cursando materias de una carrera lejana a sus aspiraciones, que nunca distintas a las artes. Porque desde que fue un niño, y orientado por su padre, “que fue siempre un hombre muy culto”, le entregó su vida a la literatura, a la poesía, que le deparó locura, pobreza y soledad.
A este poeta se le escuchó hablar del Sinú, los paisajes y los pájaros. Se le escuchó y se le leyó sobre la infancia y la ausencia de aventura en la adultez. Sobre los versos que leyó de niño mientras se cuidaba los pulmones por el asma, y sobre los que descubrió después, que le dieron alegría y amistad. A este poeta nacido en Cartagena se le acusó de loco, y por loco, Jaime Jaramillo Escobar lo celebró: “Pero tú eres el viento, eres un potrillo, eres el río que arrasa, no limitas con nada, no tienes cuñados en el cielo, no tienes participación en la bolsa de valores, eres un bruto, eres Atila, eres el mismísimo Adán, Dios en persona completamente loco deshojando los bosques y tirando las hojas al aire, eres e ciclón, la barriga pelada, el escándalo furioso, todo lo que yo no soy ni hay aquí poeta que lo sea, eres el fauno, el unicornio, el centauro, el volcán, ¡eres el putas!”.
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En una de estas entrevistas, Gómez Jattin confesó que odió a su abuela porque su abuela lo odió a él. Que su sangre mezclada entre mamá libanesa y papá colombiano lo marcó. Que en ocasiones lo percibió como una mancha por una herencia que, en el fondo, agradeció por la crianza de su padre, y claro, de su madre, así después hubiese tenido que enfrentarse a su mirada perdida y un poco decepcionada por la mala fortuna económica de su hijo, por su falta de cordura, que para él solo fue un desplazamiento de la realidad poética a la realidad cotidiana.
Pocos entendieron su soledad, su aislamiento. Pocos, muy pocos, comprendieron el origen de sus versos, que muchas veces hablaron con libertad de la forma en la que padeció y disfrutó del sexo, las tristezas que quiso olvidar y la frustración por no lograrlo.
“El que quiera ser poeta tiene que estar dispuesto a sacrificar su vida. La poesía le exigirá todo a cambio de un grano de placer”, le dijo a Antonio Arévalo y Luis E. Mizar en una entrevista que se publicó originalmente en la revista Puesto de Combate. Y esta respuesta podría complementarse con otra que le dio a Pedro Badrán sobre la poesía, en la que le dijo que escribía como si estuviera en otra realidad donde están las fuentes del poema, como si escuchara una voz cómplice que trabajara para él.
William Ospina, otro de los autores que escribieron sobre el poeta y fueron incluidos en esta antología, habló de las obsesiones de Gómez Jattin, “de los paisajes y las llanuras sinuanas”, de sus orígenes, su familia y su resistencia a las convenciones: “Esa personalidad indomable hizo que se entregara a un destino absolutamente individual, sin preguntarle a nadie cómo había que vivir, qué era lo aceptado, qué era lo aceptable, e hizo también que se sintiera capaz de imponer condiciones a otros. Su destino es heroico, aunque los otros quieran verlo como un simple error, como un extravío”.
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Raúl,
mi querido Raúl,
¿por qué, si ya tu vida
era una forma de morir,
tuviste
que buscar otra muerte más oscura,
de pobres huesos rotos y metales,
contraria en todo a ti
que solo fuiste
la frágil sombra de tu propia
sombra?
El anterior poema fue escrito en los meses siguientes a la muerte de Gómez Jattin. Fue leído por su autora, Meira Delmar, el 14 de marzo de 1998, en el 7.º Encuentro de Mujeres Poetas, en Cereté. “Ahora circula entre sus amigos, a modo de talismán”, dice en el libro, que termina con una galería de imágenes. En varias de ellas, Gómez Jattin escribiendo. En otras, Gómez Jattin hablando con algún amigo o colega poeta. En otra más, Gómez Jattin caminando descalzo por las calles de Cartagena. Su gesto, sonriente y casi que al ritmo de sus pies, que caminaron sobre asfalto ardiente de esta ciudad, podría acompañarse con el final de la carta que le escribió Jaramillo Escobar: “No cabrías en mi pequeño cuarto, no cabrías en esta ciudad, tú eres el padre de la selva. Mándame todos los poemas que tengas, quiero ahogarme en ellos. La poesía colombiana te estaba necesitando porque nosotros caímos en la trampa. Tú eres el único que queda libre. No te dejes coger. No te dejes cazar. Si te cogen, mátalos. Mátalos”.