Garage, el templo del arte contemporáneo ruso, se reinventa en tiempos tormentosos
A propósito de la guerra en Ucrania, el museo de arte contemporáneo Garage ubicado en Rusia, se ha enfrentado a cambios en sus exhibiciones.
El Museo de Arte Contemporáneo Garage, el templo del performance, las instalaciones, el arte digital y multimedia rusos, se reinventa en tiempos difíciles al centrarse en ampliar y difundir su colección de obras y activar espacios de contacto directo entre creadores y público.
“Necesitábamos tiempo para comprender qué sucede, qué se puede, qué no se puede. Pero, sobre todo, queríamos darle más vida al museo con actividades más interactivas”, explicó Anastasía Mitiúshina, curadora del proyecto “Conservación abierta. Prólogo”, que junta materiales de archivo y obras recién adquiridas.
Resume así los últimos años de trabajo tras el anuncio de que Garage dejaría de hacer exposiciones por la guerra en Ucrania para centrarse en encuentros entre artistas y público, talleres, muestras de cine, conversatorios y conferencias.
“Puede que sean actividades de menor envergadura, no tan notorias como las exposiciones, pero esto ha funcionado”, añadió. Garage ofrece cursos de apreciación, talleres, lecturas de libros animadas con modelado en plastilina o dibujos.
La curadora arremetió contra algunos medios de prensa que pusieron un signo igual entre la decisión de no hacer exposiciones y un cierre: “a ellos les funcionó como un eslogan cómodo y bonito, pero ya teníamos un nivel de desarrollo tal e hicimos tantas cosas que no incidió en nuestro trabajo”.
“Los encuentros con artistas les gustan mucho al público. Recibimos una intensa retroalimentación positiva, un gran agradecimiento”, añadió.
Fundado en 2008 por la empresaria y coleccionista de arte Daria Zhúkova y el millonario Román Abramóvich, Garage se instaló primero en un aparcamiento que ahora es sede del Museo Hebreo de la Tolerancia, y posteriormente se mudó a la antigua cafetería “Las Estaciones”, en el emblemático Parque Gorki de la capital rusa.
Esta cafetería, un megaproyecto soviético que destinado a servir a la élite comunista, ofrece más de 5.000 metros cuadrados de espacio al museo, con una biblioteca de arte, salas de proyección y conferencias, zonas expositivas, tiendas de libros e incluso un restaurante.
Garage abrió al público su colección, que incluye performance, instalaciones, arte digital, multimedia, pero centrada, ante todo, en sus ricos archivos, dijo la curadora.
“Garage se ha centrado en la colección de obras de arte. Es una empresa ardua, requiere de un gran trabajo de expertos y es un gran reto”, comentó durante un recorrido por los “fondos abiertos” del museo, y defendió que un archivo no debe ser “un conjunto frío de documentos apilados que muy de vez en cuando alguien consulta”.
Aludió a uno de los paneles, que muestra rectángulos de papel escritos a máquina: textos del poeta conceptualista ruso Lev Rubinstein, reconocido disidente soviético fallecido en enero, que escribía en tarjetas de biblioteca que eran alternadas durante la lectura en una especie de juego dadaista.
“Queremos mostrar en ‘Prólogo’ cómo se pasa del proceso de archivar al proceso de coleccionar. Por un lado, desvelamos el concepto de archivo que se convierte en impulso para una obra de arte, y por el otro, mostramos el archivo como un almacén de informaciones que los artistas interpretan a su modo”, explicó.
En ese sentido, destacó la obra del artista tártaro Ilguizar Jazánov, que recrea el diario de un desconocido, fechado en la década de los años sesenta y comprado en un mercadillo, con instalaciones lumínicas y objetos de la época.
Es una adquisición reciente del museo, que se puede permitir instalaciones de gran formato que un coleccionista privado no se atrevería a comprar, dijo Mitiúshina.
No todo ha sido color de rosa en estos tiempos marcados por la guerra en Ucrania: en abril pasado varios medios, incluyendo el periódico RBC, aseguraron que agentes del Servicio de Seguridad de Rusia (FSB) habían practicado un registro en busca de “literatura LGTB”, prohibida en Rusia, algo que el museo negó.
A principios de septiembre, un grupo de partidarios del Kremlin irrumpió en el museo y exigió que dedicara exposiciones a los soldados que combaten en Ucrania, un “performance” que acompañaron de varios vídeos de la provocación en las redes sociales rusas.
No conformes con eso, varios canales de Telegram difundieron poco después el bulo de que los propietarios del museo negociaban su venta, hecho que negó rotundamente el propio Abramóvich.
Por su parte, Garage ha evitado consecuentemente entrar en estos juegos y prefiere centrarse a su objetivo central: el estudio y la difusión del arte alternativo ruso.
“El propio hecho de que sigamos aquí es una muestra de que hacemos lo correcto”, resume la curadora.
El Museo de Arte Contemporáneo Garage, el templo del performance, las instalaciones, el arte digital y multimedia rusos, se reinventa en tiempos difíciles al centrarse en ampliar y difundir su colección de obras y activar espacios de contacto directo entre creadores y público.
“Necesitábamos tiempo para comprender qué sucede, qué se puede, qué no se puede. Pero, sobre todo, queríamos darle más vida al museo con actividades más interactivas”, explicó Anastasía Mitiúshina, curadora del proyecto “Conservación abierta. Prólogo”, que junta materiales de archivo y obras recién adquiridas.
Resume así los últimos años de trabajo tras el anuncio de que Garage dejaría de hacer exposiciones por la guerra en Ucrania para centrarse en encuentros entre artistas y público, talleres, muestras de cine, conversatorios y conferencias.
“Puede que sean actividades de menor envergadura, no tan notorias como las exposiciones, pero esto ha funcionado”, añadió. Garage ofrece cursos de apreciación, talleres, lecturas de libros animadas con modelado en plastilina o dibujos.
La curadora arremetió contra algunos medios de prensa que pusieron un signo igual entre la decisión de no hacer exposiciones y un cierre: “a ellos les funcionó como un eslogan cómodo y bonito, pero ya teníamos un nivel de desarrollo tal e hicimos tantas cosas que no incidió en nuestro trabajo”.
“Los encuentros con artistas les gustan mucho al público. Recibimos una intensa retroalimentación positiva, un gran agradecimiento”, añadió.
Fundado en 2008 por la empresaria y coleccionista de arte Daria Zhúkova y el millonario Román Abramóvich, Garage se instaló primero en un aparcamiento que ahora es sede del Museo Hebreo de la Tolerancia, y posteriormente se mudó a la antigua cafetería “Las Estaciones”, en el emblemático Parque Gorki de la capital rusa.
Esta cafetería, un megaproyecto soviético que destinado a servir a la élite comunista, ofrece más de 5.000 metros cuadrados de espacio al museo, con una biblioteca de arte, salas de proyección y conferencias, zonas expositivas, tiendas de libros e incluso un restaurante.
Garage abrió al público su colección, que incluye performance, instalaciones, arte digital, multimedia, pero centrada, ante todo, en sus ricos archivos, dijo la curadora.
“Garage se ha centrado en la colección de obras de arte. Es una empresa ardua, requiere de un gran trabajo de expertos y es un gran reto”, comentó durante un recorrido por los “fondos abiertos” del museo, y defendió que un archivo no debe ser “un conjunto frío de documentos apilados que muy de vez en cuando alguien consulta”.
Aludió a uno de los paneles, que muestra rectángulos de papel escritos a máquina: textos del poeta conceptualista ruso Lev Rubinstein, reconocido disidente soviético fallecido en enero, que escribía en tarjetas de biblioteca que eran alternadas durante la lectura en una especie de juego dadaista.
“Queremos mostrar en ‘Prólogo’ cómo se pasa del proceso de archivar al proceso de coleccionar. Por un lado, desvelamos el concepto de archivo que se convierte en impulso para una obra de arte, y por el otro, mostramos el archivo como un almacén de informaciones que los artistas interpretan a su modo”, explicó.
En ese sentido, destacó la obra del artista tártaro Ilguizar Jazánov, que recrea el diario de un desconocido, fechado en la década de los años sesenta y comprado en un mercadillo, con instalaciones lumínicas y objetos de la época.
Es una adquisición reciente del museo, que se puede permitir instalaciones de gran formato que un coleccionista privado no se atrevería a comprar, dijo Mitiúshina.
No todo ha sido color de rosa en estos tiempos marcados por la guerra en Ucrania: en abril pasado varios medios, incluyendo el periódico RBC, aseguraron que agentes del Servicio de Seguridad de Rusia (FSB) habían practicado un registro en busca de “literatura LGTB”, prohibida en Rusia, algo que el museo negó.
A principios de septiembre, un grupo de partidarios del Kremlin irrumpió en el museo y exigió que dedicara exposiciones a los soldados que combaten en Ucrania, un “performance” que acompañaron de varios vídeos de la provocación en las redes sociales rusas.
No conformes con eso, varios canales de Telegram difundieron poco después el bulo de que los propietarios del museo negociaban su venta, hecho que negó rotundamente el propio Abramóvich.
Por su parte, Garage ha evitado consecuentemente entrar en estos juegos y prefiere centrarse a su objetivo central: el estudio y la difusión del arte alternativo ruso.
“El propio hecho de que sigamos aquí es una muestra de que hacemos lo correcto”, resume la curadora.