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                                                                                                                                Contenido Patrocinado
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                                                                                                                                Recordando a Luis Tejada

                                                                                                                                Aventura juvenil del gran cronista de El Espectador con el maestro Adel López Gómez.

                                                                                                                                Jorge Emilio Sierra Montoya

                                                                                                                                Luis Tejada Cano, el periodista y cronista, nació en Barbosa (Antioquia) el 7 de febrero de 1898. / El Espectador
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                En tales circunstancias, ambos acordaron abandonar el hogar paterno e irse de aventuras a La Atenas Suramericana, aunque la decisión final en tal sentido dependía de sus padres, quienes les oyeron una y otra vez su anhelo de marcharse para ser escritores y consagrarse en los más exigentes círculos literarios del país.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                ¡Viaje a pie hasta Bogotá!

                                                                                                                                López Gómez había vendido el único ternero de su propiedad, con lo cual obtuvo el dinero necesario para cubrir sus gastos básicos; a Tejada, en cambio, sus padres, hermanos y amigos le hicieron una colecta pública “para financiar su locura”, según afirmaban algunos, entre risas.

                                                                                                                                Al partir, no tenían de qué preocuparse: en sus casas los despacharon con fiambres suculentos, previendo la prolongada travesía que debían hacer, cruzando, en principio, por el Alto de La Línea.

                                                                                                                                Corría el año de 1919. Y como no había carretera en sentido estricto, sino un estrecho y peligroso camino de herradura; como por allí, además, no pasaba el tren, ni tampoco los buses o autos de ahora para el transporte intermunicipal, el único medio de movilización eran los caballos, de los que carecían los dos jóvenes de esta historia. Tenían, entonces, que hacer tan largo recorrido… ¡a pie!

                                                                                                                                Pero eso les tenía sin cuidado. Un día no lejano -pensaban, confiados- llegarían a la capital, lo único que les importaba, y ya sabrían cómo arreglárselas por el camino.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Entrada a la capital

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Antes de despedirse se repartieron sus pertenencias: Adel le dejó a Luis tal o cual vestido de paño para soportar el frío sabanero, al tiempo que le recibía su ropa más liviana.

                                                                                                                                Podría interesarle: La subasta del palacio con el único mural de Caravaggio acabó sin comprador

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                                                                                                                                Luis Tejada Cano, el periodista y cronista, nació en Barbosa (Antioquia) el 7 de febrero de 1898. / El Espectador
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                En tales circunstancias, ambos acordaron abandonar el hogar paterno e irse de aventuras a La Atenas Suramericana, aunque la decisión final en tal sentido dependía de sus padres, quienes les oyeron una y otra vez su anhelo de marcharse para ser escritores y consagrarse en los más exigentes círculos literarios del país.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                ¡Viaje a pie hasta Bogotá!

                                                                                                                                López Gómez había vendido el único ternero de su propiedad, con lo cual obtuvo el dinero necesario para cubrir sus gastos básicos; a Tejada, en cambio, sus padres, hermanos y amigos le hicieron una colecta pública “para financiar su locura”, según afirmaban algunos, entre risas.

                                                                                                                                Al partir, no tenían de qué preocuparse: en sus casas los despacharon con fiambres suculentos, previendo la prolongada travesía que debían hacer, cruzando, en principio, por el Alto de La Línea.

                                                                                                                                Corría el año de 1919. Y como no había carretera en sentido estricto, sino un estrecho y peligroso camino de herradura; como por allí, además, no pasaba el tren, ni tampoco los buses o autos de ahora para el transporte intermunicipal, el único medio de movilización eran los caballos, de los que carecían los dos jóvenes de esta historia. Tenían, entonces, que hacer tan largo recorrido… ¡a pie!

                                                                                                                                Pero eso les tenía sin cuidado. Un día no lejano -pensaban, confiados- llegarían a la capital, lo único que les importaba, y ya sabrían cómo arreglárselas por el camino.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Entrada a la capital

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Por Jorge Emilio Sierra Montoya

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