El olvidado asombro de sentir (Opinión)
Las cinco novelas del austríaco Stefan Zweig incluyen Carta de una desconocida, que trata el amor no correspondido; El amor de Erika Ewald, que explora los sentimientos de una joven pianista; Novela de ajedrez, que examina la mente bajo presión extrema; Confusión de sentimientos, que aborda el amor prohibido entre un estudiante y su profesor; y Mendel el de los libros, que reflexiona sobre el impacto del cambio histórico en la cultura.
Holger Bocanegra
Algunas de las cosas que más disfrutamos en la vida están relacionadas con cierta ritualidad o solemnidad. Es decir, el lugar, la hora, los complementos, hacen que nuestro goce estético se eleve. Tal vez haya personas que lo verán como algo pretencioso o un gusto aburguesado. Pero, para nosotros es la manera de disfrutar. Hay quienes disfrutan escuchando cierto tipo de música acompañada de una bebida en particular. Otros pueden recorrer muchos kilómetros para gozar la ruta hacia un paisaje. También existen personas que frecuentan sitios de comidas con sus amigos y piden el mismo menú. Y en tiempos de campeonatos de fútbol, hay cábalas y congregaciones, prendas de vestir y accesorios para alegrarse con el espectáculo. Las posibilidades son infinitas.
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Algunas de las cosas que más disfrutamos en la vida están relacionadas con cierta ritualidad o solemnidad. Es decir, el lugar, la hora, los complementos, hacen que nuestro goce estético se eleve. Tal vez haya personas que lo verán como algo pretencioso o un gusto aburguesado. Pero, para nosotros es la manera de disfrutar. Hay quienes disfrutan escuchando cierto tipo de música acompañada de una bebida en particular. Otros pueden recorrer muchos kilómetros para gozar la ruta hacia un paisaje. También existen personas que frecuentan sitios de comidas con sus amigos y piden el mismo menú. Y en tiempos de campeonatos de fútbol, hay cábalas y congregaciones, prendas de vestir y accesorios para alegrarse con el espectáculo. Las posibilidades son infinitas.
Igualmente pasa con los libros. Podemos llegar a decir que un libro es delicioso o exquisito, tal como lo haríamos ante una obra plástica, una pieza musical o un buen plato. Y exquisitez es exactamente el adjetivo que utilizaría para describir las Novelas de Stefan Zweig, de Panamericana Editorial, con la textura de la tapa, el diseño de la presentación, las palabras adecuadas y precisas de la traducción hecha por Olga Martín, el contenido de la obra, que en cinco novelas escogidas, me han hecho sentir el más profundo deseo por hacer del escritor austriaco, mi escritor de cabecera. Un gran aporte para aquellos lectores con ansias de disfrutar y deleitarse con el vasto mundo de sentimientos por los que nos puede sumergir un autor.
Fui varios y sentí mucho, mientras leía. A veces no nos detenemos a pensar en la gran convergencia de emociones y cómo podemos padecer en la misma historia diferentes sentimientos en los diversos personajes de una novela. Y es que la misma vida del autor, sus intereses, intenciones y sentimientos, le permitieron tener una amplia concepción del mundo. Como seres necesitados, debemos alimentarnos para sobrevivir, bastaría con comer cualquier cosa, pero no nos conformamos con eso, existen recetas de un nivel superior. El mundo actual es el resultado de la búsqueda de rutas comerciales, para conseguir más rápido y en mayor variedad las especias que aderezaran las comidas. Igualmente, Zweig nos cautiva y embelesa, haciendo que valga más la pena vivir, saboreando línea a línea, las historias de Érika, Roland o Mirko.
Recuerdo cuando era un niño, en un cafetal, subí un árbol de cámbulo, en lo más alto de una montaña, majestuoso, sin sus brotes puntiagudos de defensa. Me costó bastante trepar a la copa. Pero es uno de los recuerdos más vívidos y lúcidos que tengo. Vi a lo lejos, las grandes montañas circundantes, un silencio interrumpido por el rumor del viento y el canto de lo que parecían mirlas o toches. Se veía el valle del río Atá y una tarde diáfana. Cuando recorría las líneas de Novelas, quise estar en lo más alto de aquel recuerdo, pero esta vez leyendo a Zweig, cada una de estas cinco novelas.
En carta de una desconocida, somos atrapados por la sombra de los personajes, de los que no sabemos mucho, pero que cada vez se nos hacen más familiares. El amor de Érika Ewald, tan misterioso y chocante, que nos puede generar lástima, rabia y a la vez compasión. En novela de ajedrez podemos entender la definición de aquel deporte qué es un juego por su forma, un arte por su contenido y una ciencia por su dificultad. En confusión de sentimientos nos adentramos a los secretos del amor prohibido por la edad y el género. Y finalmente, en Mendel el de los libros, vemos el mundo tecnificado que cambia los valores espirituales y humanos, por los valores materiales.
Tan disímiles, pero tan envolventes. Nos lleva a cuestionarnos nuestra forma de ver lo cotidiano y lo íntimo. A entender que es lo que en realidad amamos de alguien. A ver que podemos ser indiferentes o envidiosos, pero solo en nuestros más profundos secretos. Pone en evidencia lo egoístas que podemos llegar a ser. Nuestras más secretas pasiones, nuestro cariño utilitario, y otras carencias o deficiencias que pueden pasar desapercibidas, pero es nuestro secreto con el autor. Los escritores dejan huérfana su obra, para que nosotros continuemos desde nuestra pericia y hagamos de la obra parte de nuestra vida. ¿Qué pasaría si de alguna manera se pudieran exhibir nuestros deseos, pensamientos, recuerdos y sueños ante el mundo? No quisiéramos que eso pasara, porque está en la esfera de nuestra intimidad. Pero podemos darnos una idea con los personajes de esta fastuosa obra.
De manera ejemplar, el autor puede tomar hechos y personajes históricos, para combinarlos con un refinamiento de narrativas ficticias que nos conmueven y nos hacen dar nostalgia por lo que pudo ser y no fue en nuestra propia vida. Todos nuestros sentimientos contenidos liberan una sonrisa o nos hacen un nudo en la garganta, en la fraternidad de este libro y nuestras memorias. Hay una influencia de este Zweig a sus lectores, como si en un momento de claridad, un espíritu culto nos revela la esencia misma del ser humano con el arte, así como Steven Spielberg y Roberto Gómez Bolaños en las bandas sonoras de sus producciones, revivieran a Antonín Dvořák y Ludwig van Beethoven en un homenaje a la belleza, así mismo, dan ganas de hablar de Stefan Zweig y ojalá acompañados de una melodía que enaltece el espíritu humano y sus creaciones, y por supuesto un buen vino, o un whisky, o un café, cualquier bebida, pero de esas que se degustan placenteramente.
Es muy común ver personas que se esfuerzan por embellecerse, trabajan su cuerpo y lo visten acorde a modas, también lo perfuman y decoran con otros accesorios. Todo, porque quieren verse bien para los demás, así digan que es para sentirse bien con ellos mismos, nadie se arregla para sí, pero tal vez sea válido el autoengaño. De la misma manera, deberíamos arreglarnos por dentro, con nuestros valores y modales, pero también con lo que leemos. Un olor fragante para nuestro espíritu, es ésta obra, por su esplendor literario.
En un mundo dependiente de los estímulos a nuestros neurotransmisores, un mundo acelerado y materialista, un mundo rutinario y monótono, es bueno reavivar el deseo reverencial de tener hábitos que nos brindan un placer fuerte y no un entretenimiento vacío, y a su vez recordemos junto con Zweig que “los libros se escriben para unir a las personas más allá del propio aliento y para defendernos así del implacable reverso de toda existencia: la transitoriedad y el olvido”. La Panamericana Editorial, revive a un autor que parece estar en el olvido, pero que es la llave para seducir nuestro espíritu hacia una literatura excelsa, prominente y sublime.