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Un rasgo distintivo del artista es la capacidad de plasmar en sus obras la autonomía y la sensibilidad sobre la realidad que lo interpela. Esa sensibilidad, entendida como una virtud de observar aquello que está detrás de lo que se nos presenta en la cotidianidad, determina el sentido y la finalidad de cada muestra, pues el símbolo y el mensaje que guarda el objeto o la obra en sí misma es el resultado de una reflexión que no surgió espontáneamente, sino que ha sido elaborada con el paso de los años y las pinceladas.
Tania Bernal, Margarita Besosa, Fredy Clavijo, Manuela Garcés, Johan Giraldo, Jorge Marín y Esteban Sánchez son los artistas que intervienen el mundo y que participan en una muestra colectiva en La Balsa Arte. La tierra de nadie que habitan los venezolanos en la actualidad, la inocencia con que los soldados llegan a las filas del ejército, una sátira sobre la historia de Colombia con base en el libro Historia mínima de Colombia, el Bogotazo visto desde un nuevo relato y, por ende, con un giro en la concepción de la historia, un vistazo a la similitud que existe en la forma de las plantas y los órganos de los seres humanos y un pañuelo en el que los vestigios enlaminados en oro representan las lágrimas de tristeza y felicidad son las obras que componen el Proyecto Z.
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La muestra colectiva, que fue curada por Ana Patricia Gómez, produce una especie de refracción artística, visibilizando diferentes caminos y múltiples perspectivas que ponen en entredicho un contexto y que anulan la forma como entendemos una realidad normalizada que terminamos por concebir tal cual como se nos impone y a la cual nunca observamos desde otro ángulo o con otra mirada que trastoque lo establecido.
Un ejemplo de esa intención es la obra de Margarita Besosa. En ella, la fotografía y la pintura terminan por modificar una imagen cotidiana como lo puede ser un coche o un edificio. Los planos de la imagen, el ángulo desde el cual se observa el objeto y la inclusión de la pintura terminan por alterar la realidad, llevando al espectador a preguntarse sobre la veracidad de la imagen y sobre la posibilidad de entender la obra como un nuevo espacio dentro de la misma realidad o si la imagen pasa a considerarse una nueva realidad.
En esa misma línea de intervención o manipulación se encuentra la participación de Jorge Marín. Con la alteración de la portada de dos libros icónicos de la literatura colombiana como Cóndores no entierran todos los días, de Gustavo Álvarez Gardeazábal, y La vorágine, de José Eustasio Rivera, el artista busca, con su serie Breve biblioteca colombiana, replantear el modo en que se cuenta la historia del país, a su vez que reconstruir una especie de biblioteca en la que se intenta incluir las obras literarias más importantes de Colombia.
Además de ello, Marín realiza una sátira del libro Historia mínima de Colombia, de Jorge Orlando Melo. En la muestra, que lleva el mismo nombre del texto, el autor afirma que buscaba “ese compendio histórico que está ahí pueda llevarse a su mínima expresión. Esa mínima expresión que encontré fue una sola hoja. Lo que vemos en esa hoja es la yuxtaposición de todo el libro de Melo, esa serie de manchas y tinta negra que imposibilitan de alguna manera leer lo que está enunciado. Eso es un resumen de nuestra historia patria, de nuestra identidad que se encuentra en esas líneas”.
Tania Bernal, quien presenta Jardines, busca demostrar la semejanza entre nuestros órganos y la forma de algunas plantas y hongos a través de un collage análogo. Su obra, que podría contar de fondo con un discurso ético sobre la relación entre el ser humano y la naturaleza, muestra “una relación entre lo humano y la naturaleza. Cuando hacía los recortes me daba cuenta de que la forma que tienen los órganos tenía mucha relación con la forma de las plantas, de los hongos y de la naturaleza en general. Lo que yo pensaba es que existe una similitud que es innegable entre lo que somos nosotros de manera visceral, lo que llevamos por dentro, y lo que es la naturaleza”, como explica Bernal.
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Tears (Lágrimas), desarrollada por Manuela Garcés, consta de una serie de pañuelos en los que la artista dejó caer sus lágrimas. Curiosamente, cada objeto adaptó una forma que posteriormente fue cubierta y laminada en oro. La exploración de las emociones y el trasegar de paroxismos que se debaten entre el amor, el dolor, la ira y la pasión llevaron a Garcés a convertir su llanto en una escultura que le rinde homenaje al apaciguamiento y al renacer de las emociones a través de las lágrimas.
Por otra parte, Fredy Clavijo le apuesta al dibujo como una herramienta artística que establece un diálogo entre el mundo, el arte, el cuerpo y la realidad. Con una especie de alegoría de la migración y del caso cercano que nos convoca con la llegada de venezolanos al país, Clavijo muestra que existen cuerpos que se enfrentan a caminos inciertos y vagan entre las hojas y los destinos en búsqueda de un sentido, un horizonte y un lugar que les pertenezca.
Los trabajos de Johan Giraldo y Esteban Sánchez, artistas que también hacen parte de la muestra colectiva Proyecto Z, se centran en una alteración de las lógicas de poder a través del poder del arte como herramienta que logra infiltrarse en las problemáticas de índole política y social. Sus críticas, que se presentan con una alteración de las versiones oficiales de acontecimientos históricos, afrontan la manera como abordamos la historia y los conflictos en Colombia y el mundo. Sus muestras suscitan una reflexión en torno a la manera en que hemos permitido la consolidación de discursos hegemónicos que universalizan la cultura y que, por ende, terminan afectando la pluralidad de voces, memorias y expresiones que pueden llegar a definir mejor nuestra comprensión de la historia y la identidad que logra determinar nuestro devenir como sociedad.