El nuevo capítulo en la historia de la Librería Central
La Librería Central celebró su reinauguración el 31 de agosto. Desde su sede en la calle 93 con carrera 13, Elisabeth Ungar habló para El Espectador sobre la historia de este lugar y cómo ha continuado con el legado de sus padres Hans y Lilly Ungar.
Andrea Jaramillo Caro
Elisabeth Ungar nació y creció entre libros. Los de su casa y los de la Librería Central que perteneció a sus padres, Hans y Lilly, quienes desde 1946 fueron los guardianes de este lugar. La pareja de vieneses, que llegaron a Colombia en tiempos turbulentos, tomó la batuta de Paul Wolff y ahora el legado casi nonagenario de esta librería está en los hombros de la hija de esta pareja.
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Elisabeth Ungar nació y creció entre libros. Los de su casa y los de la Librería Central que perteneció a sus padres, Hans y Lilly, quienes desde 1946 fueron los guardianes de este lugar. La pareja de vieneses, que llegaron a Colombia en tiempos turbulentos, tomó la batuta de Paul Wolff y ahora el legado casi nonagenario de esta librería está en los hombros de la hija de esta pareja.
El 31 de agosto, la Librería Central celebró su reinauguración como el nuevo capítulo de una historia que no se ha terminado de escribir. Una remodelación que mantuvo el local cerrado durante tres meses y las nuevas ideas para el futuro fueron parte del trabajo que se hizo para construir sobre el legado que dejó el matrimonio Ungar. Sin embargo, para haber llegado a este momento, la familia se enfrentó a diferentes decisiones y desafíos. Desde preguntarse cuál iba a ser el futuro de la librería hasta quién y cómo continuaría, tanto Elisabeth como sus hijas y sobrinos se cuestionaron cómo se vería el lugar que habían heredado. Para la mujer que ahora administra la librería, estar al frente del establecimiento fue “un salto enorme”.
“Cuando falleció mi mamá, una de las preguntas que nos hicimos con mis sobrinos fue: ¿qué va a pasar con la librería? Lo pensé mucho. Pensaba en asumir una nueva responsabilidad a estas alturas de mi vida, pero algo me dijo que no solamente tenía que ver con un deber, sino con algo que quería hacer. En esta etapa de mi vida estoy muy feliz de poder no solamente continuar con esa herencia, sino de empezar un proyecto renovado, con énfasis en otros libros y apostándoles a editoriales independientes y a eventos culturales para darle una imagen especial a la librería”, contó.
Aunque su carrera en el pasado estuvo alejada del mundo literario en el que se sumergieron sus antecesores, su memoria está llena de momentos que pasó entre las estanterías. “Tengo recuerdos maravillosos de mi niñez en la librería, que en ese momento estaba en el parque Santander. Era como un centro cultural, fue el primer sitio donde se vendieron discos y había una parte donde vendían las boletas del teatro Colón. Fue la primera galería, también, la Galería de Arte Callejón. Y, por la ubicación, era un sitio donde entraban muchos políticos, intelectuales, pintores, etcétera”.
Uno de los objetivos del relanzamiento es regresar a ese pasado de la infancia de Ungar, en el que la librería se erige como un punto de encuentro cultural. Pero en medio de las decisiones que llevaron a este nuevo capítulo, una de las cuestiones que afrontó fue cómo habitar el espacio que había sido de sus padres durante tanto tiempo. Fue justamente la presencia de Hans y Lilly la que también ayudó a moldear lo que es la librería hoy, como un “complemento fantástico, tanto para la librería como para nuestra vida familiar”.
Si las paredes hablaran, las de la Librería Central darían cuenta de la sociabilidad de Lilly de Ungar. En palabras de su hija, ella tenía un don: ser hipersociable. “Mi mamá se encargaba de varias cosas del negocio y siempre lo hacía con una sociabilidad infinita. Ella vino hasta los 98 años, en 2020, y cuando estaba en Bogotá venía a la librería y conversábamos, la ayudaba a atender a los clientes. Ella se sabía sus nombres y mi papá, aunque con un temperamento diferente al de ella y una personalidad muy vienesa, siempre fue amable con todos. Ellos se complementaban en sus características, y así sacaron adelante sus vidas, a su familia y este proyecto”.
Parte de la herencia austríaca que trajo el matrimonio Ungar se reflejó en la historia e identidad de la librería. Siendo Viena un referente cultural en Europa, “ellos trajeron mucho de la riqueza cultural y el amor por los libros a Colombia. Creo que eso marcó a la Librería Central e indicó la visión que mis padres tenían de ella”. Ahora que está a la cabeza de este legado, Elisabeth Ungar aseguró que uno de los propósitos “siempre ha sido que el libro físico no desaparezca”, y su visión de la librería está vinculada a ese objetivo resaltando el papel del librero como un conocedor de la audiencia, de sus gustos y sus necesidades, como lo fue su madre.
Aunque la esencia y alma del lugar se han mantenido, la remodelación implicó una reducción en el espacio, la adición de luces nuevas y un techo rojo que la administradora cree que tiene un valor emocional agregado.
“El estilo de la librería se mantuvo a lo largo de los trasteos por los que pasó y no había sido posible renovarlo. Pero el techo rojo me hace preguntarme si el arquitecto que hizo la remodelación, quien es el hijo de mi primer esposo, sabía que el techo de la biblioteca de la casa en la que vivían mis padres era de un color muy parecido. Esa casa la construyó Fernando Martínez, y se hizo alrededor de la biblioteca. Cuando mi mamá vio el techo de esa habitación pintado de rojo se puso furiosa. Es un poco simbólico que los colores de esa casa y de la librería son como el hilo conductor del amor por los libros y la unión entre la biblioteca de mi padre y la librería”.
Por donde ha pasado, la Librería Central ha dejado su huella, de la misma forma en que los vecindarios que ha habitado la han marcado. Diferentes lectores y clientes de distintas generaciones guardan recuerdos dentro de esas paredes llenas de libros, sea de algún encuentro cultural, un libro encontrado ahí dentro o las manzanas que Lilly Ungar solía tener en el mostrador.
Aunque actualmente la librería permanece en la familia de orígenes austríacos, su actual guardiana sabe que eso no será para siempre. Elisabeth Ungar contempló todas las opciones de vender o liquidar, antes de decidir quedarse como capitana de este barco, y lo que espera que suceda con él en el futuro es que su esencia se mantenga.