Reinventar al artista para curar el alma
Un llamado amado a la convergencia en torno a la gestión de las artes y la cultura.
Catalina Valencia Tobón
Los artistas tienen que disponerse para ir a las casas, ahora, de manera urgente. La defensa del arte y la cultura en la crisis, en la dura emergencia que vivimos, es una reflexión de vida o muerte para los creadores, los gestores y los artistas en estos inesperados tiempos de COVID-19.
Hemos leído y visto cientos de mensajes, de angustiosos llamados a la solidaridad entre todos. La pandemia nos ha dado un bofetón y nos ha puesto de cara a una verdadera reflexión filosófica. Parodiando a Camus: el único problema filosófico en tiempos de pandemia es la muerte, o la vida, si se quiere.
Lo invitamos a leer: De la ministra de Cultura a los artistas: "No crean en noticias falsas"
A todos nos toca ceder para salvar la vida del otro y, en ese sentido, la economía solidaria ya no es una utopía, sino una realidad que nos pone al frente de un reto: el consumo y sus dimensiones en medio de una emergencia humanitaria.
Los libreros, editores, gestores, actores, músicos, artistas plásticos, escritores, bailarines, productores y creadores audiovisuales son más imprescindibles ahora que nunca. Son vínculos en un mundo inconmensurable e infinito. La pandemia nos empuja a pensar en sus grandes aportes a la humanidad.
La atención en esta crisis está puesta irremediablemente en la salud y en la atención alimentaria que permita paliar el confinamiento, para eso los gobiernos en el mundo han dispuesto de tejidos institucionales para proveer a las ciudades de lo necesario.
Pero, ¿y la salud mental? ¿Cuán importante es el diálogo entre las personas en sus casas, en tiempos de COVID-19? Me juego una respuesta: es obligatorio poner un gran acento en la creación, en la imaginación, en otros mundos posibles.
¿Y quiénes lo harían posible? ¿Aquí es donde podemos decir que los artistas son imprescindibles en esta emergencia? No es una oportunidad menor. Plantea una conexión valiosa y profunda. Si el arte entra a la casa, si entra en la vida ahora, los artistas serán tan importantes como los médicos y las enfermeras, curarán el alma en medio de la incertidumbre y el dolor.
Si no logramos esta “conexión” estaremos perdidos en la ciudad solitaria de calles vacías y, más grave, en la soledad de las casas inundadas de preguntas sin respuestas. En el sector cultura este panorama humano y existencial nos lleva a poner el foco en algunas reflexiones urgentes:
Debemos desde la institucionalidad resolver la emergencia cultural, generando medidas paliativas y urgentes, lo que nos desafía a llevar diálogos asertivos con el sector de las artes para mitigar el impacto de la crisis en lo inmediato. Por ejemplo, uno de los sectores a los que se debe prestar especial atención es a los adultos mayores artistas.
Por otro lado, llevamos ya un largo tiempo tratando de gestionar y dialogar con la emergencia de las tecnologías de la información y la comunicación, y esta “crisis” nos pone de cara al ágora virtual, damos peleas y resistencias, pero acá estamos. Ahora es la única forma de llegar a las casas, de convertirnos en parte de la vida cotidiana de las personas. Las casas son los teatros, las galerías y las salas de cine.
Con respecto a la economía, es imperioso trabajar desde ya en acciones que permitan lograr la sostenibilidad de las empresas y organizaciones culturales para que puedan salir de esta crisis y puedan seguir aún en los tiempos de la contingencia.
No menos urgente es la modernización e innovación institucional para el fácil acceso de los diferentes agentes del sector y una coordinación con diversos agentes de la educación, la empresa privada y de lo público para promover el consumo masivo de las creaciones, bienes y servicios de nuestro sector.
Por último, considero que este “obligado” llamado a la convergencia en torno a la gestión de las artes y la cultura también nos pone un desafío interesante sobre nuestras formas de creación y producción en función de problemáticas ambientales y sociales, como la movilidad y el tejido comunitario territorial, así como en el fortalecimiento del diálogo entre nosotros y con los otros.
Será otro mundo, será la reinvención, será pensar de nuevo el arte y la cultura.
Los artistas tienen que disponerse para ir a las casas, ahora, de manera urgente. La defensa del arte y la cultura en la crisis, en la dura emergencia que vivimos, es una reflexión de vida o muerte para los creadores, los gestores y los artistas en estos inesperados tiempos de COVID-19.
Hemos leído y visto cientos de mensajes, de angustiosos llamados a la solidaridad entre todos. La pandemia nos ha dado un bofetón y nos ha puesto de cara a una verdadera reflexión filosófica. Parodiando a Camus: el único problema filosófico en tiempos de pandemia es la muerte, o la vida, si se quiere.
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A todos nos toca ceder para salvar la vida del otro y, en ese sentido, la economía solidaria ya no es una utopía, sino una realidad que nos pone al frente de un reto: el consumo y sus dimensiones en medio de una emergencia humanitaria.
Los libreros, editores, gestores, actores, músicos, artistas plásticos, escritores, bailarines, productores y creadores audiovisuales son más imprescindibles ahora que nunca. Son vínculos en un mundo inconmensurable e infinito. La pandemia nos empuja a pensar en sus grandes aportes a la humanidad.
La atención en esta crisis está puesta irremediablemente en la salud y en la atención alimentaria que permita paliar el confinamiento, para eso los gobiernos en el mundo han dispuesto de tejidos institucionales para proveer a las ciudades de lo necesario.
Pero, ¿y la salud mental? ¿Cuán importante es el diálogo entre las personas en sus casas, en tiempos de COVID-19? Me juego una respuesta: es obligatorio poner un gran acento en la creación, en la imaginación, en otros mundos posibles.
¿Y quiénes lo harían posible? ¿Aquí es donde podemos decir que los artistas son imprescindibles en esta emergencia? No es una oportunidad menor. Plantea una conexión valiosa y profunda. Si el arte entra a la casa, si entra en la vida ahora, los artistas serán tan importantes como los médicos y las enfermeras, curarán el alma en medio de la incertidumbre y el dolor.
Si no logramos esta “conexión” estaremos perdidos en la ciudad solitaria de calles vacías y, más grave, en la soledad de las casas inundadas de preguntas sin respuestas. En el sector cultura este panorama humano y existencial nos lleva a poner el foco en algunas reflexiones urgentes:
Debemos desde la institucionalidad resolver la emergencia cultural, generando medidas paliativas y urgentes, lo que nos desafía a llevar diálogos asertivos con el sector de las artes para mitigar el impacto de la crisis en lo inmediato. Por ejemplo, uno de los sectores a los que se debe prestar especial atención es a los adultos mayores artistas.
Por otro lado, llevamos ya un largo tiempo tratando de gestionar y dialogar con la emergencia de las tecnologías de la información y la comunicación, y esta “crisis” nos pone de cara al ágora virtual, damos peleas y resistencias, pero acá estamos. Ahora es la única forma de llegar a las casas, de convertirnos en parte de la vida cotidiana de las personas. Las casas son los teatros, las galerías y las salas de cine.
Con respecto a la economía, es imperioso trabajar desde ya en acciones que permitan lograr la sostenibilidad de las empresas y organizaciones culturales para que puedan salir de esta crisis y puedan seguir aún en los tiempos de la contingencia.
No menos urgente es la modernización e innovación institucional para el fácil acceso de los diferentes agentes del sector y una coordinación con diversos agentes de la educación, la empresa privada y de lo público para promover el consumo masivo de las creaciones, bienes y servicios de nuestro sector.
Por último, considero que este “obligado” llamado a la convergencia en torno a la gestión de las artes y la cultura también nos pone un desafío interesante sobre nuestras formas de creación y producción en función de problemáticas ambientales y sociales, como la movilidad y el tejido comunitario territorial, así como en el fortalecimiento del diálogo entre nosotros y con los otros.
Será otro mundo, será la reinvención, será pensar de nuevo el arte y la cultura.