Volver a nacer
Durante más de un milenio, desde la crucifixión de Jesucristo, las ideas, y, por lo tanto, las obras de algunos pensadores clásicos como Aristóteles y Platón, fueron olvidadas o decididamente destruidas. Sin embargo, resurgieron gracias al trabajo de algunos monjes y estudiosos que guardaban algunos originales, y con ese resurgimiento empezó a formarse lo que luego se llamaría Europa.
Fernando Araújo Vélez
Habrá que imaginar a algunos burgueses en la Europa de los siglos XIII y XIV relacionándose con los aristócratas, y habrá que suponer que de aquellas confluencias surgieron ciertas transformaciones sociales. Habrá que concluir que el dinero comenzaba a comprar un estatus, y que aquella dignidad de no trabajar de las altas clases estaba empezando a cambiar. Habrá que decir, en fin, como lo escribió Peter Burke, citado por Peter Watson en su libro Ideas, que fue el “entrecruzamiento de la vieja aristocracia y la alta burguesía el que produjo una fusión de valores y cualidades: ‘el arrojo militar de los nobles y el cálculo económico de los burgueses”.
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Habrá que imaginar a algunos burgueses en la Europa de los siglos XIII y XIV relacionándose con los aristócratas, y habrá que suponer que de aquellas confluencias surgieron ciertas transformaciones sociales. Habrá que concluir que el dinero comenzaba a comprar un estatus, y que aquella dignidad de no trabajar de las altas clases estaba empezando a cambiar. Habrá que decir, en fin, como lo escribió Peter Burke, citado por Peter Watson en su libro Ideas, que fue el “entrecruzamiento de la vieja aristocracia y la alta burguesía el que produjo una fusión de valores y cualidades: ‘el arrojo militar de los nobles y el cálculo económico de los burgueses”.
Los tiempos que los historiadores bautizarían como los del Renacimiento fueron tiempos de imaginación, de creatividad, de un arte que empezaba a subir también de nivel social, y de profusión comercial y económica. Unas cosas potenciaron a las otras. La educación, el dinero, la política y la geografía, la economía y la lengua fueron esenciales para el arte, y el arte, con todas y cada una de sus implicaciones y derivaciones, fue fundamental para toda aquella suma de actividades que se iban desarrollando, hasta el punto de que aquel renacer no solo fue un asunto de conocimientos y de releer los temas básicos griegos y romanos, sino un comienzo para el capitalismo.
“La edad de las tinieblas”, como bautizó el poeta Petrarca a los mil y tantos años que habían transcurrido entre la gloria de Roma y la plenitud de Grecia, hasta su tiempo (1304-1374), fue transformada en tiempos de luz y de conocimiento porque personajes como él, y como los monjes medievales, habían encontrado, conservado y traducido a los clásicos antiguos. De acuerdo con el historiador británico Peter Watson, “Europa, sentía, había olvidado este período de grandeza, y por ello se propuso intentar comprender su poderosa imaginación siendo fiel a ella. ‘De esta forma, afirma Richard Taras, ‘Petrarca dio comienzo a la reeducación de Europa’”.
Petrarca no dejó de tratar de convencer a la gente de su época de que mirara hacia atrás, pues atrás, en las obras de los clásicos, estaban algunas de las respuestas que buscaba. Como había ocurrido en el siglo XII con Aristóteles, los griegos podían ser decisivos para el futuro de la sociedad. Instó a los eruditos y a los buscadores de tesoros para que intentaran encontrar más textos “olvidados”. Su obsesión coincidió con la amenaza, y luego, con la realidad de una invasión turca a Constantinopla, que fue fechada en el año de 1453. Desde los años de Petrarca hacia adelante, decenas de estudiosos huyeron hacia Europa, llevándose sus traducciones de los Diálogos de Platón, de Las Enéadas de Plotino y de otros tratados griegos.
Aristóteles había sido el guía de los escolásticos, que trabajaron en la armonización entre su pensamiento y la teología cristiana. Razón y fe. Por los escolásticos surgieron las primeras universidades de la Edad Media, y algunos de los pensadores más influyentes de la historia, como Tomás de Aquino, Alberto Magno y Anselmo de Canterbury, señalado como “el padre de la escolástica”, cuyo término, scholasticus, provenía del latín medieval, y se había originado de las palabras erudito, o escolar, en latín, y de los vocablos ocio y tiempo libre, del griego tardío. Platón sería, desde el siglo XV, el referente del humanismo, que multiplicó sus principales ideas.
Aquellas ideas derivaron en diversos inventos y en nuevas concepciones de entender la vida, desde lo tecnológico hasta lo espiritual. Por un lado, la llegada a la península itálica de la brújula magnética y la pólvora, desde la lejana China, incidieron de manera profunda en la transformación de la gente, pues una, la brújula, modificó y amplió la navegación, clave para el comercio, y otra, la pólvora, le dio importancia a los nacionalismos, derrocando de paso parte del régimen feudal que imperaba. Casi al tiempo que aquellas innovaciones, surgieron el reloj y la imprenta, dos inventos que se fueron desarrollando paulatinamente en los estados nación que componían Italia, y que determinaron las relaciones del hombre con el tiempo, con el trabajo y la educación.
Con los primeros relojes, que se fueron ubicando en las principales plazas de las ciudades más populosas, la gente empezó a tener cierto control de sus acciones. No dependía del sol ni de las estrellas, ni de alguien que le dijera cuándo sembrar, cuando salir a navegar o cuándo quedarse en casa. La dependencia del otro, o de los otros, comenzó a variar. Con la imprenta, aquel fenómeno lento de la humanidad de tomar conciencia y de sentir la individualidad, dio un vuelco fundamental. Los primeros tipos, creados en China, fueron llegando a la Cristiandad, que era como se llama en la Edad Media a Europa, siglo tras siglo, y desembocaron en 1492 en la imprenta de Gutemberg, como lo enseñaron las enciclopedias y los libros de texto.
La imprenta no surgió de repente y tampoco fue la creación de un solo hombre. Las repercusiones que generó su creación fueron infinitas, y jamás dejaron de producirse, así hubieran cambiado los tiempos, los usos, las plataformas y la moral de la humanidad. A la par de la imprenta, por ella y más allá de ella, el Renacimiento surgió por obra e ideas de unos cuantos personajes que lucharon por preservar el conocimiento que pudieron encontrar de los griegos y de unos cuantos romanos. En tiempos de exclusión religiosa, de invasiones bárbaras, de dominio espiritual, esos sujetos, casi todos religiosos, o estudiosos de la historia, se dedicaron a revivir el pensamiento y las obras de Aristóteles y de Platón, esencialmente, y a darle un orden académico a ciertas ideas.
Para Watson, algunos de ellos fueron Graciano, compilador y creador del derecho canónico como un corpus sistemático; Roberto Grosseteste, el inventor del método experimental, y Tomás de Aquino, pues “su intento de reconciliar el cristianismo con Aristóteles y los clásicos en general fue una hazaña intelectual de gran creatividad que rompió todos los moldes (…). Tomás de Aquino insistió en que existía un orden natural de las cosas, lo que parecía negar el poder de Dios para realizar milagros. Había, afirmaba, ‘una ley natural’ que podía captarse a través de la razón. La razón estaba por fin resurgiendo de entre las sombras de la revelación”.