El silencio y el miedo del arte en Venezuela
Las represiones que se viven en Venezuela han significado una imposibilidad para que el lugar que se le ha brindado al arte, como medio de expresión y manifestación, pueda ser posible. Los artistas deciden guardar silencio por miedo.
Samuel Sosa Velandia
Cuando alguien calla no significa siempre que exista una ausencia de palabras y de respuestas. Ya lo dijo el poeta Oscar Schönewolff, que la verdad está contenida en el silencio, el mismo que llega en la noche del desespero y el miedo. Y parece que este ejercicio periodístico nos enfrentó a eso: al silencio como una manifestación de que algo está ocurriendo.
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Cuando alguien calla no significa siempre que exista una ausencia de palabras y de respuestas. Ya lo dijo el poeta Oscar Schönewolff, que la verdad está contenida en el silencio, el mismo que llega en la noche del desespero y el miedo. Y parece que este ejercicio periodístico nos enfrentó a eso: al silencio como una manifestación de que algo está ocurriendo.
La controvertida reelección de Nicolás Maduro como presidente de Venezuela resultó en una ola de represión en contra de todos aquellos que han cuestionado y denunciado las irregularidades en lo que se esperaba que fuera un evento democrático. Opositores y no opositores han revelado violaciones y represiones en su contra.
La ONG Foro Penal reportó que, hasta este 4 de agosto, 988 personas habían sido detenidas y otras 11 habían muerto en el marco de las protestas. Estas cifras no coincidieron con las entregadas por el gobierno, que aseguró haber capturado a 2.000 ciudadanos, para los que, en palabras de Maduro, “no va a haber perdón, esta vez lo que va a haber es Tocorón”, haciendo referencia al centro penitenciario ubicado en el estado Aragua.
Sus declaraciones han hecho eco y han resultado en la autocensura y el miedo como respuestas. De hecho, parece que se han convertido en algo más grande que ese poder concedido al arte para manifestarse y expresarse. Los artistas dicen que no quieren hablar por temor a lo que les pueda pasar. Si mencionan algo, piden que sean protegidos por el anonimato.
“En este momento todos los artistas que llames van a tener el mismo problema que yo, de salir a hablar y ponernos en evidencia, en un momento en el que el gobierno está desarrollando un proyecto de represión, que también parece una suerte de venganza por lo que ocurrió el domingo. Entonces, decir algo es ponernos una bandera en la frente, que representa un riesgo”, aseguró un gestor cultural del país, que solicitó no revelar su nombre. Pero que, con firmeza, señaló que la gran mayoría del sector de la cultura no está a favor del régimen de Maduro, a pesar de que hay unas excepciones que cada vez son menores.
“Este proyecto político ha sido pobre en cuanto a lo cultural, salvo algunos proyectos. Pero en esencia este programa está muy enfocado a lo ideológico, y eso a la gente le termina fastidiando. Todo lo que publican, por ejemplo, en términos de libros o películas, es a favor de ellos”, detalló.
Justamente, Ronal Rodríguez, investigador y vocero del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario, explicó que en el país suramericano todo está “excesivamente politizado” y que, aunque pareciera que las decisiones de Maduro responden al legado del chavismo, han terminado por ser todo lo contrario.
“Lo que está sucediendo es una paradoja, porque cuando Hugo Chávez instauró su proyecto se hizo énfasis en ampliar el acceso al arte y las muestras culturales para que toda la sociedad pudiera participar. Incluso, muchas organizaciones encontraron en el chavismo una oportunidad de financiación”. Sin embargo, explicó que con el pasar de los años el panorama ha sido otro, pues ahora el arte se ha limitado a responder a los intereses del gobierno, lo que ha significado que para muchos emigrar sea una opción para ejercer su libertad creativa.
José Ignacio Arellano es un saxofonista venezolano que desde hace algunos años vive en Bogotá. Comenzó su formación musical en un reconocido programa estatal llamado El sistema, una iniciativa que creó el maestro José Antonio Abreu en 1975 y que, sin importar la ideología política del gobierno de turno, se mantuvo como una herramienta para combatir la exclusión social y la criminalidad en Venezuela.
Arellano recordó que hasta el momento que estuvo en el programa las cosas marchaban bien, pero luego se decidió por otro camino, el cual resultó llevándolo de nuevo a la música. En ese momento se dio cuenta de que tenía que salir de su país, porque la crisis económica que atravesaba no le brindaba ninguna oportunidad.
“Hace cuatro años entré a una de las bandas del Estado, pero allí me di cuenta cómo el ser humano se puede acostumbrar a la miseria. Nos pagaban una mensualidad de US$4, lo que son $12.000 colombianos, y si alguien faltaba a un ensayo lo amenazaban con no pagarle eso. El chiste se cuenta solo”, dijo el músico, quien hace poco viajó a Venezuela a visitar a su familia y a sus amigos, a quienes fue a saludar al lugar donde ensayaban y se encontró con el recelo de los que fueron sus maestros, “unos adeptos al gobierno”, como los calificó él.
Con todo lo que está ocurriendo en el país, Arellano se siente en la libertad de hablar y pronunciarse, a diferencia de colegas que viven aún en Venezuela, quienes le han dicho que están atemorizados y que no es una exageración que cualquier cosa que se diga pueda ser usada en su contra. “Unos callan por miedo, porque la única forma que tienen para trabajar son los escenarios que hace el gobierno, pero aun así siguen siendo cómplices de este régimen que solo los utiliza para lavarse la cara”.
Para Rodríguez, esa complicidad que se resguarda con el silencio de algunos artistas no tiene que ver propiamente por una convicción política, como sí ocurría antes, sino que se trata también de una necesidad económica.
“Maduro ha tenido que contratar a artistas a quienes le ha tenido que pagar grandes sumas de dinero para tener acceso a esta oferta, en el caso de Chávez, era la gente la que le regalaba su música. Eso ha cambiado porque hoy la dependencia es más hacia el dinero, pues la pobreza que vive Venezuela ha resultado en ello. Lo que antes se hacía por voluntad y simpatía política, se ha convertido en una cuestión transaccional”, puntualizó.
Este panorama político parece enfrentar a los artistas a debates que resultan en cuestionamientos tan complejos que puede parecer que las respuestas son más correctas que incorrectas. La necesidad, como lo señaló Rodríguez, ha resultado en una pérdida de la libertad, la cual nuestra fuente anónima dijo que también ha significado el detrimento del valor de la cultura.
“La cultura está muy afectada en tanto que la libertad de las personas ha estado cercenada, pues no hay lugar para las ideas, los pensamientos, para el diálogo. Ni siquiera los periodistas pueden hacer su trabajo”, reflexionó. De hecho, conocimos la historia de un corresponsal de Caracas de un medio colombiano que tuvo que renunciar porque no pudo enviar más informes por las represiones ejercidas en contra de la prensa.
Al tratarse de un asunto sobre la libertad, Arellano dijo que por eso la discusión debía dejar de ser ideológica. Que no se trataba de derecha o izquierda, sino de democracia.