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Reseña cinematográfica: ataques cruzando “La Línea”

Como la mayoría de películas de Meier, La Línea es un retrato de una familia en crisis. Esta es una de las reseñas que resultaron del taller de crítica organizado por el Bogota International Film Festival.

Santiago Otálora
13 de octubre de 2023 - 03:09 p. m.
El paisaje sonoro de "La línea" es complementado con la música. Desde su concepción, la historia parte de la colaboración de úrsula Meier con la actriz y cantante Stéphanie Blanchoud, para quien escribió el personaje de Margaret.
El paisaje sonoro de "La línea" es complementado con la música. Desde su concepción, la historia parte de la colaboración de úrsula Meier con la actriz y cantante Stéphanie Blanchoud, para quien escribió el personaje de Margaret.
Foto: Producción "La línea"
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El ataque sonoro, desde la producción musical y de audio, es un concepto que describe el tiempo que dura un sonido en pasar del silencio a su punto de amplitud más alto. En su más reciente película, Ursula Meier nos introduce a la trama por medio de un ataque físico violento. Pero más allá de la concordancia en nombre de estos dos tipos de ataque, está claro que el sonido y todas sus características forman parte esencial de esta película.

Como la mayoría de películas de Meier, La Línea es un retrato de una familia en crisis. Tras una pelea violenta con su madre, Margaret, la segunda de tres hermanas, se ve forzada a irse de su casa materna y, por una orden judicial, se le prohíbe acercarse a menos de cien metros de la casa. A lo largo de la película, vemos cómo esta situación afecta a la familia y sus allegados, pero principalmente se concentra en Margaret, su madre Christina, y su hermana menor, Marion.

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Desde su premisa, e incluso su título, esta es una película que parte de la exploración de la relación de los personajes con el espacio y sus límites (otra característica que atraviesa la filmografía de Meier). Aquí la restricción judicial se vuelve física cuando Marion dibuja la línea del perímetro de la casa en un afán conciliador de evitar más confrontaciones. A partir de este momento, la distancia física separa a los personajes, pero finalmente es la dificultad de transmisión del sonido, implícito en esa distancia, lo que separa a Margaret de su madre.

Este énfasis en lo auditivo está presente desde el diseño sonoro de Etienne Curchod y su equipo. El sonido como herramienta expresiva está presente desde la primera escena que, al ser rodada en cámara lenta, comúnmente no tendría una pista de audio sincrónico, pero aquí Meier llama nuestra atención sobre los objetos con los que impactan los personajes por medio de foleys inesperadamente nítidos. De una manera más sutil, pero constante en toda la película, sonidos como portazos, gritos, chillidos de llantas, y objetos rompiéndose, tienen un tratamiento sonoro con un ataque corto y un volumen alto, que inconscientemente transmiten la violencia de muchas de las interacciones y enfrentamientos entre los personajes.

El paisaje sonoro de la película es completado con la música. Desde su concepción, la historia parte de la colaboración de Meier con la actriz y cantante Stéphanie Blanchoud, para quien escribió el personaje de Margaret. Pero aparte de la poderosa interpretación musical de Blanchoud, la música juega un papel mucho más narrativo.

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Esto es más evidente en la construcción y desarrollo de la relación que tienen los tres personajes principales con la música: Christina, la madre, es una pianista retirada que se vio obligada a dejar de lado su carrera por criar a sus hijas (hecho que no pierde oportunidad en recordarles). De esta manera, su relación con la música hace eco de su ego herido y por tanto su rencor, sin mencionar los altos estándares que impone a sus hijas. Incluso su lesión tiene un tono irónico, porque ella, que hiere a los que la rodean con sus palabras, empieza a sentir un dolor físico cuando las personas le hablan muy fuerte.

En el caso de Margaret, su relación con la música es más tortuosa, incluso suspendiendo su carrera musical a causa de su personalidad violenta, explosiva, reaccionaria, y difícil de contener, que por lo general relacionamos con personajes masculinos. Pero finalmente vuelve a ella como una manera de canalizar sus emociones negativas.

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Marion, la hermana menor, se aproxima a la música desde lo espiritual muy en concordancia con su papel conciliador dentro de la familia. Siguiendo esta lógica, tampoco parece arbitraria la elección de los instrumentos y géneros musicales en los que las tres mujeres se desempeñan.

La película culmina su historia también a través del sonido, con la última característica de todo elemento sonoro: la relajación. Aunque la última discusión entre madre e hija no resulte en un enfrentamiento sino en una confrontación de miradas seguida de silencio, ese mismo silencio inconcluso sugiere que en cualquier momento puede volver a ser interrumpido por un nuevo ataque.

Por Santiago Otálora

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