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Por designio de los dioses, la Argos, una portentosa nave viajera construida a base de un roble hallado misteriosamente en el monte Pelión, está a punto de emprender una de las expediciones más ilustres y, por lo tanto, más arriesgadas de la historia de Yolco. El éxito de dicha travesía depende exclusivamente de reunir a los héroes más intrépidos, dotados de habilidades específicas, que sean capaces de enfrentar el peligro con ingenio y puedan asumir las penurias bajo el influjo de un carácter fervoroso e implacable. Para ello, Jasón, el príncipe despojado de su reino, le ha encomendado a su leal mensajero la difícil misión de reclutar a los héroes más calificados con el firme propósito de llevar a cabo esta penosa empresa. Persuadirlos no será tarea fácil, por eso el mensajero de Yolco acude a su ingenio de palabra para que de esta manera cada uno tome el riesgo, sobre todo cuando las posibilidades de triunfo son mínimas. El hecho de arribar a las cuadras de Eeta, capital de la Cólquida, y raptar el vellocino de oro, disminuye los ánimos y eriza la piel de cualquier ser envalentonado.
Pero el astuto mensajero no pierde tiempo al ejecutar su importante misión. Ha convencido a Atalanta, la ágil cazadora de cabellos de plata, la egregia mujer cuyos pies ligeros son capaces de recorrer distancias prolongadas con la rapidez del viento, la de belleza inigualable que provoca miradas secretas y despierta pasiones indescriptibles en los hombres, la prometida de un humilde pastor, la que ama su libertad tanto como las piedras preciosas. No ha sido una tarea difícil en comparación con Hércules, el héroe legendario dueño de una fuerza descomunal; sus brazos enormes pueden triturar una roca como si fuera un pedazo de hiedra y el lomo que cubre su piel logra soportar sin dificultad el peso de varios hombres. Pese a semejantes cualidades, un destello de duda lo agobia cuando el mensajero de Yolco le ha insinuado la riesgosa aventura. ¿Será acaso su instinto de héroe que le está susurrando un mal augurio? ¿O es una justificación producto de una secreta cobardía lo que le impide preservar su fama legendaria? Sea cual sea la razón, finalmente accede, todavía incrédulo, por las fuerzas oscuras y el precio que deberá pagar para arrebatar el divino tesoro.
En el caso del rey Laertes, tío político del valeroso Jasón, comprende a la perfección cuál es la magnitud del peligro cuando se habla del vellocino de oro. Conoce los secretos de su magia y la triste historia que deriva de la injusticia cometida con unos niños inocentes por culpa de una reina llamada Ino, quien urdió toda clase de perfidias con el fin cruel de sacrificar a las criaturas; sin embargo, por ingenio de la hermosa reina Nefele, un carnero de nubes acudió a su auxilio y de paso propagó una de las leyendas más fabulosas alrededor de un tesoro difícil de poseer. El rey es consciente de que para alcanzar esta terrible hazaña se requieren fuerzas mucho más poderosas que las de los héroes mortales, pues no solamente basta con invadir el territorio cólquida y enfrentarse a las huestes temibles del rey Eetes, sino también tratar de burlar la custodia implacable del dragón que está al acecho para incinerar a cualquier intruso que pretenda arrebatar el luminoso objeto. Aun así, acepta la travesía y se une al selecto grupo.
Dentro de los intereses del mensajero hay un lugar importante para la elevación espiritual, por esta razón decide convocar al viudo y melancólico Orfeo. Está convencido que su don de componer las notas más dulces con su arpa será de gran ayuda para la expedición, principalmente cuando a la valiente tropa la someta el influjo de la desesperación y sea imprescindible afinar melodías precisas que les permita fortalecer su alma en medio de las adversidades. Tras convencer al noble músico de su gran utilidad en el trayecto, el astuto mensajero visita a Peleo, esposo de la poderosa Tetis y padre nada menos que de Aquiles, el futuro héroe. Sin rastro de dificultad, le refiere todo lo concerniente a la travesía. Peleo, sin mostrar delirios de ingenuidad, decide también integrarse a la ilustre tropa. En su alma se ve obligado a mantener la firme obsesión de legarle a su hijo la valentía y el entusiasmo, sin importar cuán tormentoso se muestre el porvenir.
Con el júbilo a cuestas, el mensajero se acoge a la voluntad de los dioses para que los hermanos Cástor y Pólux, los intrépidos Dióscuros, acepten las condiciones del viaje argonauta, donde les espera un arduo camino hacia la gloria más importante de sus vidas. Reconoce la destreza pugilística de Cástor y la habilidad para domar caballos de Pólux. Los hermanos no tienen problema alguno de someter lo inevitable con tal de saborear las mieles de la gloria. Ya conformado este prestigioso grupo de valientes, una última tarea le queda al elegido de Jasón por finiquitar: debe solicitar a Argos que tome un árbol de su amado monte Pelión y de este construya una nave formidable que pueda transportar a todos los héroes de la expedición. Gracias a la influencia de la diosa Atenea, Argos acepta la propuesta y se da a la labor de diseñar, construir y exhibir antes los ojos de todos los habitantes de Yolco el lustroso estandarte que los guiará al rescate del famoso vellocino de oro.
En ningún párrafo de los libros de la inmortalidad está escrita una sola línea en cuyos episodios se destaque una hazaña lograda con facilidad. Todas muestran un grado de contrariedad, muchas veces superior a las expectativas atesoradas en el interior de sus viajeros. Son tantas las penurias y los peligros soportados, que las esperanzas de triunfo tienden a reducirse a un vago anhelo de subsistencia. Nadie dice que es fácil, sobre todo cuando las olas se alzan en tempestades, las acechanzas enemigas intervienen con insistencia inmisericorde y el rumbo define un horizonte imprevisto; es entonces cuando la congoja diezma los impulsos iniciales y la sensación de frustración adopta rasgos tan penosos capaces de derrumbar la valentía de los héroes.
Pero, ¿qué sería del heroísmo sin la suspicacia de un espíritu aventurero? En la tropa de estos valientes y en su atmósfera de optimismo no hay cabida para la debilidad ni mucho menos para la cobardía. Porque la sobriedad, destino implacable de los dioses, es lo que les permite prevalecer en la cabalidad de su juicio. Gracias a este conjuro han logrado reponerse a la pérdida de sus dos hombres más notables (maldito hechizo de las aguas), encararse al poderoso Eetes y su desafío imposible de recorrer los territorios cólquidas con tal de asumir el desafío final y arrojarse sin tregua al último e inevitable peligro. No obstante, el amor, deseo rutilante enlazado por los hilos de la pasión, ha permitido que Medea, la hermosa princesa de este territorio, plasme sus ojos de encanto en Jasón, el líder valeroso de los argonautas. Secretamente, lo ha ungido de aceite y se ha aliado a sus propósitos para guiarlo en este duro encuentro con la bestia flamígera.
¿Logrará vencer las fuerzas imperiosas de la muerte? ¿Burlará el peligro tanto como las precedentes adversidades? ¿Podrán los ilustres guerreros servir de gran amparo en la dura confrontación? ¿El destino les será favorable en su regreso triunfal a su amada tierra Yolco? Estos enigmas los deberá descubrir el lector cuando también emprenda este gran viaje mitológico con el arma poderosa de la imaginación escrita por la mexicana María García Esperón. “Argonautas, un viaje mitológico” es la representación de los héroes griegos. Quien se atreva a ser parte de esta expedición no solo encontrará peripecias increíbles, sino también reconocerá la vasta geografía aún preservada por la herencia de los mitos griegos.