El doble, la ficción, la escritura
Reseña de la novela de Jairo Gómez Esteban: “Fábula del sí mismo”.
Adrián Serna Dimas
Gómez Esteban propone una novela sobre el oficio de escribir y el carácter del escritor apelando a la figura del doble, esto es, a la duplicidad del sí mismo en la forma o presencia de otro. Esta presencia del doble irrumpe en los acontecimientos de la novela bajo distintas formas: como una imagen fugaz del pasado o como una sombra furtiva, en medio de una amnesia disociativa o de un episodio repetitivo, desde personajes que asumen de manera premeditada la personalidad de otros o desde existencias paralelas como las de los dos protagonistas. Esta presencia también se advierte en la relación que existe entre los personajes y el autor mismo de la novela. La figura del doble está forjada en el relato desde distintas inspiraciones: viejas leyendas folclóricas, obras literarias y hasta construcciones científicas.
Los acontecimientos de la novela tienen suceso en la ciudad colombiana reciente, en Bogotá, pero también en un par imaginario, San Sebastián. Estos acontecimientos entrañan una brecha entre el yo de los personajes y el mundo que tienen disponible, una suerte de perplejidad inmediata que se presenta distinta para cada uno de ellos, la cual no se asalta con un soliloquio con ánimo esclarecedor, sino con dos actitudes distintas respecto a la escritura: una de declarada honestidad que interpone toda suerte de criterios morales o éticos, otra desde el imperativo de la autenticidad que puede resultar absurdamente descarnada ante las circunstancias. La primera es más la del escritor que es al mismo tiempo periodista, distinta a la segunda que es la del escritor como novelista.
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La figura del doble no es un elemento apenas excepcional en el relato, sino que sobre ella descansa el espíritu mismo del conjunto de la narración: la figura del doble es la base para entender tanto la ficción que propone a la novela (el autor que huye de los personajes dejando sobre estos las huellas de su propia existencia), como la ficción que la novela propone (los personajes que persiguen al autor adquiriendo en esta empresa su singularidad). En cualquier caso, la figura del doble permite que el punto de vista de cada personaje, por concienzudo que sea, por reflexivo que parezca, resulte no obstante delimitado, contenido en su pretensión de totalidad, como quiera que tiene a su espalda, incluso en sus penumbras, la presencia de otro punto de vista diferente pero no por ello menos concienzudo ni reflexivo. La presencia del alter convierte en ficticia la existencia del yo y viceversa.
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A diferencia de otros relatos, aquí se no se trata de una personalidad que niega a otra o de una personalidad que necesite la extinción cuando menos provisional de su contraparte al estilo de Jekill y Hyde. La figura del doble no pretende distinguir la normalidad de la monstruosidad, el control del descontrol, sino resaltar las circunstancias que empujan al escritor a debatirse entre la honestidad de quien está conminado a registrar y la autenticidad de quien quiere sobre todo crear. Uno busca notificar, el otro interpelar. Los rasgos característicos de uno solo adquieren nitidez con la presencia próxima de un otro con el cual, no obstante, no tiene forma alguna de síntesis, como quiera que cuando esto se pretende lo único que aparece es la anomia, el fracaso o la frustración.
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Finalmente, la figura del doble y la ficción permiten en la novela el despliegue de una serie de estrategias de narración que involucran desde el reportaje periodístico, pasando por el cuento o la crónica, hasta el ensayo. Cada una de las estrategias narrativas busca garantizar la presencia de existencias disímiles en medio del discurrir de los acontecimientos de la ciudad, a propósito de las situaciones más diversas, incluso a propósito de temas altamente polémicos, llevando al límite mismo el género novelístico: en unos momentos la novela adquiere el carácter de una auténtica descripción clínica, en otros el de una caracterización biográfica y en otros más el de una puesta en escena de formas sociológicas, antropológicas o filosóficas.
Gómez Esteban propone una novela sobre el oficio de escribir y el carácter del escritor apelando a la figura del doble, esto es, a la duplicidad del sí mismo en la forma o presencia de otro. Esta presencia del doble irrumpe en los acontecimientos de la novela bajo distintas formas: como una imagen fugaz del pasado o como una sombra furtiva, en medio de una amnesia disociativa o de un episodio repetitivo, desde personajes que asumen de manera premeditada la personalidad de otros o desde existencias paralelas como las de los dos protagonistas. Esta presencia también se advierte en la relación que existe entre los personajes y el autor mismo de la novela. La figura del doble está forjada en el relato desde distintas inspiraciones: viejas leyendas folclóricas, obras literarias y hasta construcciones científicas.
Los acontecimientos de la novela tienen suceso en la ciudad colombiana reciente, en Bogotá, pero también en un par imaginario, San Sebastián. Estos acontecimientos entrañan una brecha entre el yo de los personajes y el mundo que tienen disponible, una suerte de perplejidad inmediata que se presenta distinta para cada uno de ellos, la cual no se asalta con un soliloquio con ánimo esclarecedor, sino con dos actitudes distintas respecto a la escritura: una de declarada honestidad que interpone toda suerte de criterios morales o éticos, otra desde el imperativo de la autenticidad que puede resultar absurdamente descarnada ante las circunstancias. La primera es más la del escritor que es al mismo tiempo periodista, distinta a la segunda que es la del escritor como novelista.
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