Una brújula llamada Teresa Martínez de Varela
El libro “Caravana de periodistas por dentro y odisea de los cuna-cunas del Darién” fue el resultado de un viaje realizado en 1955 por la escritora, quien falleció el 16 de junio de 1998. Sobre este texto y la obra “Este legado de alas”, de la escritora Marcela Guiral, se realizará un conversatorio este sábado 20 de abril, en el Salón de talleres 3, en Corferias. La charla se titula “Mujeres precursoras: voces en la literatura y la medicina”.
Laura Camila Arévalo Domínguez
Alma femenina de Chocó. Esa fue su función en la Caravana Nacional de Periodistas al Chocó, en 1955. Teresa Martínez de Varela tenía la misión de ser el impulso vital de un grupo de personas que fueron a un lugar para que les explicaran por qué eran como eran y por qué estaban tan mal. Pero también por qué, a pesar de eso, insistían tanto… Cómo era que encontraban sentido, por qué les gustaban tanto sus ríos, de dónde tenían tanto ritmo y para qué querían ser parte de un país que los había ofendido reconociendo sus riquezas, pero sometiéndolos a padecerlas.
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Alma femenina de Chocó. Esa fue su función en la Caravana Nacional de Periodistas al Chocó, en 1955. Teresa Martínez de Varela tenía la misión de ser el impulso vital de un grupo de personas que fueron a un lugar para que les explicaran por qué eran como eran y por qué estaban tan mal. Pero también por qué, a pesar de eso, insistían tanto… Cómo era que encontraban sentido, por qué les gustaban tanto sus ríos, de dónde tenían tanto ritmo y para qué querían ser parte de un país que los había ofendido reconociendo sus riquezas, pero sometiéndolos a padecerlas.
En este libro Gutiérrez contó que se encontró con aquellos que la valoraron por su inteligencia. Dio placer leer cómo es que la decencia tuvo apariencia de disciplina artística. Gestos que se leyeron como pinceladas. Aquella mujer pudo disfrutar de la poesía hecha palabras y paisaje, entre muchos hombres que no buscaron otra cosa que recitar en frente de la indiferencia de una naturaleza imponente.
En el periodismo hay mucha nostalgia. Muchos de mis colegas y yo nos embelesamos con las fotografías de las redacciones de antes: máquinas de escribir, cigarrillos prendidos, hombres vestidos de corbata y mujeres con la mirada fija en un papel. Con los puños sostenían sus mentones. Parecían pensar mucho. Cuando nos percatamos de su ensimismamiento, fue cuando nos frustramos. Como si ahora no se pensara. Pareciera que eso antes era más importante. Nuestra nostalgia se debe a que ahora ya no tenemos tiempo de que nada sea tan importante. El afán de nuestro tiempo nos tiene fantaseando con la época en la que el mandato del periodismo era contar nuestra historia, no acomodarla para la dictadura del mundo digital, que no nace de asuntos humanos. Nace de clics.
Con el libro de Teresa Gutiérrez de Varela volví a esa añoranza. A pesar de que era una periodista a la que se le exigía más con respecto a su aspecto o a sus modales, sentí envidia: fue invitada a un viaje que tenía como objetivo informar teniendo como principio criterios mucho más profundos que los números de personas que los fuesen a leer. Ella, la única mujer entre 37 hombres a los que se les encomendó lo mismo, pudo quedarse contemplando el verde, muy verde chocoano. Pudo enfurecerse en paz (qué paradoja) por la desigualdad de un pueblo que, a pesar de todo y de todos, se inventó su propio placer y lo hizo deseable por otros. Pudo escribir como quiso, sin pensar en que tenía que contar lo que a la gente le interesara de Chocó, sino lo que realmente estaba pasando. Sentí envidia de su libertad como escritora, que tal vez ella habría sentido imaginándose mi mundo de un poco más de libertad como periodista y como mujer.
“Odio la ovación de los ignorantes, porque ellos no interpretan el valor de lo que aplauden. Me fastidian las ovaciones de los sabios, porque estos, sabiendo el valor de lo que aplauden, no son sinceras; tienen el veneno del egoísmo. Desprecio las ovaciones de los mediocres, porque son frases dulces que salen de labios amargos. ¿Me entiende usted?”, le dijo Gutiérrez de Varela a uno de los responsables de un estado de incomodidad que padeció durante el viaje. Esta respuesta representa toda su grandeza, que logró trascender las tentaciones por el placer fácil y el reconocimiento fugaz. Como sabía que algo grande haría, rápidamente se desprendió de lo que fácilmente conseguiría: aplausos lizos que la dejarían sorda. Prefirió los que se conseguían con las pequeñas victorias de la constancia. Teresa ya murió, pero ni tanto… Teresa logró colarse a la lista de los tercos con proyección de inmortales.
*La edición de este libro fue publicada por la editorial CES y está disponible en librerías*