Respondiendo las preguntas de Camilo Torres
El documental “Camilo torres, un amor eficaz” se estrena este jueves, 16 de febrero, en salas de Bogotá, Medellín, Barranquilla, Manizales, Pereira y Mariquita. Una conversación entre Marta Rodríguez y un muerto, que se pregunta por su legado y lo que ha pasado en Colombia desde su desenlace.
Laura Camila Arévalo Domínguez
La mirada sobre lo construido siempre estará sesgada. Y es que, a pesar de que el principal testigo de los propios logros es uno mismo, la autocrítica, las inseguridades o la sobrevaloración ocasionada por los egos y vanidades, siempre agregarán un lente que distorsionará la realidad.
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La mirada sobre lo construido siempre estará sesgada. Y es que, a pesar de que el principal testigo de los propios logros es uno mismo, la autocrítica, las inseguridades o la sobrevaloración ocasionada por los egos y vanidades, siempre agregarán un lente que distorsionará la realidad.
Preguntar aumenta la perspectiva, y esa es la columna vertebral de este documental: la curiosidad de Camilo Torres por la sensación y, sobre todo, el efecto de su legado.
Le sugerimos ver la entrevista en vivo con los directores de este documental:
Marta Rodríguez, directora de películas como “Chircales”, “Nuestra voz de tierra, memoria y futuro”, entre otras, es quien le responde preguntas a Torres, que busca respuestas sobre lo que pasó después de su muerte. Algo así como un afán por hacer un balance de sus actos, sus decisiones, sus discursos y su desenlace. Una conversación ficticia por obvias razones, pero verosímil por la cercanía de Rodríguez con esta figura que la marcó de por vida.
“Un documental que se otorga la posibilidad de crear una conversación imaginaria, pero concreta, intensa y profunda, entre la cineasta Marta Rodríguez y el indefinible Camilo Torres. Una película que se inventa la oportunidad de hablar con un muerto porque sí, Camilo murió, pero sus preguntas, sus ideas y su amor eficaz siguen fuertes”, dice la producción de este filme sobre su argumento: reunieron materiales de archivos audiovisuales diversos que acompañaron la conversación ficticia de dos viejos conocidos que se encuentran después del final trágico de uno de ellos, para hablar de lo mucho que se extrañaron, de lo que pensaron al perderse.
“Yo sentí que era Camilo. Tengo una memoria muy presente cuando tengo que hacer una película o voy a los barrios en los que trabajé con él. Ha sido muy emocionante revivir su presencia. Con este documental, lo hacemos volver a la vida”, le dijo Rodríguez a este periódico, que quiso hacer esta película desde el momento en el que Torres fue asesinado.
Sobre el amor eficaz, que fue el concepto de Camilo Torres que los directores de cine quisieron usar para el título de la película, dijeron: “Tiene que ver con una sed, no con una teoría. Camilo Torres se centró en la mortalidad del hambre, en la concepción de la realidad, que no tenía que ver con la teoría religiosa, sino en lo físico, en aliviar las necesidades más humanas y físicas. A eso se refería con amor eficaz”, dijo Restrepo.
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Corren videos de lo que fueron las misas de la década de los 50 y de la devoción de quienes en estos años padecieron la economía, la violencia y el desconocimiento del mundo. Como lo dijo el politólogo Hernando Gómez Serrano, un país debajo de la ruana. En las imágenes, familias campesinas con las uñas largas y llenas de tierra, pero con los ojos cansados y la desesperanza visible: sus expresiones de sometimiento ante la miseria que enfrentan se soportan en la promesa de más comida, el tejo del fin de semana o una cerveza. Sus premios por enriquecer a los que, saludando como reyes, entran a eventos u otro tipo de misas (todas basadas en la misma biblia), con vestidos negros y sombreros altos.
Casi todos los que conocieron a Camilo Torres en los tiempos en los que Marta Rodríguez también coincidió con él, ya murieron, así que ella es casi que la única persona que podría contarle a ese espíritu, a ese muerto, sobre lo que ha pasado desde que lo mataron. Sobre lo que fue de Colombia después de su sacrificio.
Un fragmento de aquella conversación:
¿Mi idea de hacer pensar a las personas sobre su realidad, sobre la manera de concebir al mundo estaba equivocada?
No, lo hiciste muy bien. Tu idea más inteligente fue estudiar la violencia porque era necesario que el país se mirara para que parara esa matazón. Lo que pasa es que te encontraste con el Estado de sitio, así que cualquier manifestación se reprendía. Nos trataban como delincuentes, pero ¿por qué?
Por pensar. Esa fue siempre mi consigna, pero y entonces ¿qué hacemos con el corazón? ¿Qué se explote?
Se va a explotar.
¿Y las manos?
Serán para secarse las lágrimas.
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Y comienzan a recordar sus luchas y detalles de aquellos días en los que Torres, cada vez con menos prudencia y más convicción, salía a decir en voz alta y sin protección, que el que no era revolucionario, estaba en pecado mortal.
Hablaba del amor eficaz, y entonces aparecen imágenes del sacerdote jesuita e investigador colombiano Mario Calderón explicando que, a lo que se refería, no era al amor romántico o familiar que concebíamos en este siglo, sino al que cambia las cosas. “En el evangelio hablan del amor como una solidaridad cristiana, como una lealtad entre las gentes y los grupos de cristianos”, dice.
Torres, entonces, insistía en que no se cumplía ningún deber con simplemente asistir a la iglesia o dar limosna. Para él, se era más humano cuando se tendía la mano con la consciencia de que el otro, que estaba desnudo, hambriento o indefenso, también era un ser humano. En la película, Calderón aparece, por lado, hablando y explicando este concepto. En el plano de la derecha, salen las imágenes de lo que fue su velorio. Sale él, dentro de un cajón. Fue asesinado, junto con su esposa, en 1997.
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“Uno no le puede pedir a otro que se deje matar. Eso también es antitético y antievangélico”, dice Javier Galindo M, sacerdote jesuita que, hacia el final del documental, habla sobre la dificultad de apoyar la guerra, de tomarse las armas, pero, sobre todo, sobre la imposibilidad de negarle el derecho a los frágiles de defenderse.
La película, que es dirigida por Marta Rodríguez y Fernando Restrepo, dura una hora y 10 minutos, y termina con la convicción de la persistencia y la herencia de las ideas: el legado que convierte a los seres humanos en seres inmortales.
Planos de una directora de cine conversando con un muerto. Imágenes sin filtros de la violencia de aquellos años. Sacerdotes y politólogos explicando lo que ocurría en la década de lucha de Camilo Torres. Los cerros orientales de Bogotá, que han atestiguado tanta sangre, reclamos, pedidos, peleas y desenlaces. Después de todo esto, lo que queda es el vacío: Torres pregunta si su muerte sirvió de algo. Las imágenes de antes, comparadas con las del presente, le responden que sus huellas siguen vigentes, pero su ausencia no se justificó.