Revista Transeúnte, una apuesta por leer despacio
Camila Melo, Andrés Castañeda y Julián Acosta son las cabezas detrás de la cuarta edición de la Revista Transeúnte, que esta vez se inspiró en una entrevista a Raúl Gómez Jattin donde parafraseaba a Pessoa para decir que los artistas eran dioses. En esta entrevista, los tres hablaron sobre el origen de esta revista, sus objetivos, el proceso de producción y proyecciones como medio de comunicación cultural.
Laura Camila Arévalo Domínguez
Son 24 entregas, entre ensayos y poemas, de personas que, de alguna forma, están relacionadas con el arte y tienen argumentos para resaltar y defender su valor. En este tema se centró esta cuarta edición de la revista Transeúnte, que fue producida por tres convencidos del poder de la palabra y las demás expresiones artísticas para intentar comprender a la condición humana. En esta entrevista, Camila Melo, Andrés Castañeda y Julián Ramírez hablaron sobre sus razones para crear una revista cultural que, además de reflexionar sobre conceptos o ideas, promueve proyectos relacionados con el sector.
¿Qué es Transeúnte? ¿Cómo circula y quiénes coordinan su contenido?
Transeúnte es un proyecto que comenzó a gestarse hace cinco años. Desde entonces hemos publicado cuatro números, siempre con un eje temático que responde a nuestras inquietudes artísticas o sociales. La revista es digital y gratuita, y se puede consultar a través de nuestras redes sociales. Inicialmente, la llamamos Transeúnte porque nos gusta entender la escritura como un ejercicio de caminar la palabra y a lo largo de las cuatro ediciones hemos aprendido y cambiado. Podríamos decir que hemos caminado.
¿Por qué y para qué hacer una revista de divulgación cultural? Y esta pregunta la hago con la intención de saber si fue un vacío que encontraron en este aspecto y quisieron suplir, o un proyecto que soñaban, independientemente de lo que ya había en circulación.
En esa época había varios espacios culturales, como Libros y Letras, Literariedad y El malpensante, así que no pensábamos en suplir un vacío, sino, más bien, buscar un lugar que nos diera voz, pero no solo a nosotros, sino también a otras personas cuyos aportes creíamos que podían ser valiosos, pero que no estaban cerca de la esfera mediática o que nunca se habían animado a publicar un texto. Entonces, quizás ese es nuestro propósito: darles visibilidad a esas voces, pero también a algunas historias que no se cuentan, como las de mujeres que lideran proyectos productivos y artísticos, las cuales rescatamos en la edición anterior.
Hablemos de la edición actual: salió el 16 de diciembre y ¿cómo circula? ¿Qué opinan de los formatos digitales para este tipo de contenidos?
Al inicio, queríamos que Transeúnte fuera una revista impresa. Por eso siempre la hemos diagramado así: cómo si pudiéramos pasar los dedos por sus páginas. Incluso, en las primeras tres ediciones diseñábamos a dos columnas, cómo en una revista impresa. Era un sueño y queremos que eso pase en algún momento.
Creemos que los formatos digitales permiten que muchas personas puedan leer y compartir, tener una experiencia cercana con el arte, con la cultura. Esto no significa que “la cultura” deba ser gratuita, significa que creemos en lo comunitario, en entregarle algo al mundo y aspiramos a que se vuelva el inicio de algo: un camino para seguir creando, que es lo importante.
La edición actual se llamó “Los dioses ocultos”, ¿por qué? Entiendo que el tema se inspiró en una respuesta de Gómez Jattín, quien afirmó que creía que los dioses eran los artistas, pero ¿cómo fue el proceso de la elección de este tema y cómo se recolectaron estos textos?
Esta edición nació porque confluyeron situaciones personales muy particulares, que nos llevaron a pensar que muchas veces el arte, la música o la poesía nos ayudan a lidiar con la existencia; de esas conversaciones surgió, posteriormente, la idea de que el arte en general es un salvavidas para muchas personas. Que el arte, la literatura, la poesía, la pintura o la música cumplen un papel en su vida equivalente al que cumple la religión en muchas otras. Queríamos partir de eso: de las obras que nos han salvado, a las que recurrimos cuando no sabemos a dónde ir o qué hacer. No se trata de crear dioses o de convertir las obras en cosas sagradas, sino entender su valor, su potencial para salvarnos de nosotros mismos.
Para la recolección de textos tocamos puertas con algunas personas que, creíamos, podían tener alguna cercanía especial con el arte y la cultura; la invitación en principio fue muy gaseosa, solo manifestaba una inquietud que, esperábamos, cada quien interpretara como quisiera y llegar a respuestas diversas, lo que finalmente logramos. Hicimos énfasis en que fuera un contenido muy personal y que diera cuenta de cómo alguna manifestación cultural había trastocado su vida como creadores y espectadores.
Hay un foco, según entiendo, en la divulgación del arte como concepto, como idea, como estilo de vida, si se quiere, pero no específicamente sobre proyectos culturales… Ustedes, que están al frente de una revista cultural, que además comienza y debe hacer todo un trabajo de posicionamiento en un momento en el que hay tanta oferta y distracciones en el universo digital, ¿qué piensan sobre la aspiración de todos aquellos que buscan lectores, consumidores de arte, de literatura, de ensayos, pero deben competir con este aluvión de productos rápidos, que tienen, sobre todo, una pretensión comercial o de exclusivo entretenimiento?
Queremos que Transeúnte sea una apuesta por leer despacio. No queremos hacer una “maratón”, queremos transitar, fijarnos en lo que pasa, ir por la ciudad e imaginar historias con las imágenes que se nos cuelan a través de las ventanas o de las personas que cruzan. Eso es lo opuesto a lo que pasa en redes sociales. Hay oferta e hiperconectividad, no somos ajenos a ello, pero el espíritu de la revista nunca se ha enfocado en sumar likes. Nos gusta saber que se comparte y se lee; muchas veces son los colaboradores quienes se encargan de compartir con sus audiencias, muchas veces muy atentas e interesadas en las lecturas que ofrecemos.
Quizás sea un poco romántico, pero imaginamos la revista como ese lugar de encuentro (un bar, el café de la esquina), donde cualquiera puede llegar a hablar con sus amigos o escuchar una buena historia o una reflexión que lo impacte. Un lugar sin pretensiones, verdaderamente democrático, donde todos tengan una posibilidad de expresar lo que sienten y piensan.
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Son 24 entregas, entre ensayos y poemas, de personas que, de alguna forma, están relacionadas con el arte y tienen argumentos para resaltar y defender su valor. En este tema se centró esta cuarta edición de la revista Transeúnte, que fue producida por tres convencidos del poder de la palabra y las demás expresiones artísticas para intentar comprender a la condición humana. En esta entrevista, Camila Melo, Andrés Castañeda y Julián Ramírez hablaron sobre sus razones para crear una revista cultural que, además de reflexionar sobre conceptos o ideas, promueve proyectos relacionados con el sector.
¿Qué es Transeúnte? ¿Cómo circula y quiénes coordinan su contenido?
Transeúnte es un proyecto que comenzó a gestarse hace cinco años. Desde entonces hemos publicado cuatro números, siempre con un eje temático que responde a nuestras inquietudes artísticas o sociales. La revista es digital y gratuita, y se puede consultar a través de nuestras redes sociales. Inicialmente, la llamamos Transeúnte porque nos gusta entender la escritura como un ejercicio de caminar la palabra y a lo largo de las cuatro ediciones hemos aprendido y cambiado. Podríamos decir que hemos caminado.
¿Por qué y para qué hacer una revista de divulgación cultural? Y esta pregunta la hago con la intención de saber si fue un vacío que encontraron en este aspecto y quisieron suplir, o un proyecto que soñaban, independientemente de lo que ya había en circulación.
En esa época había varios espacios culturales, como Libros y Letras, Literariedad y El malpensante, así que no pensábamos en suplir un vacío, sino, más bien, buscar un lugar que nos diera voz, pero no solo a nosotros, sino también a otras personas cuyos aportes creíamos que podían ser valiosos, pero que no estaban cerca de la esfera mediática o que nunca se habían animado a publicar un texto. Entonces, quizás ese es nuestro propósito: darles visibilidad a esas voces, pero también a algunas historias que no se cuentan, como las de mujeres que lideran proyectos productivos y artísticos, las cuales rescatamos en la edición anterior.
Hablemos de la edición actual: salió el 16 de diciembre y ¿cómo circula? ¿Qué opinan de los formatos digitales para este tipo de contenidos?
Al inicio, queríamos que Transeúnte fuera una revista impresa. Por eso siempre la hemos diagramado así: cómo si pudiéramos pasar los dedos por sus páginas. Incluso, en las primeras tres ediciones diseñábamos a dos columnas, cómo en una revista impresa. Era un sueño y queremos que eso pase en algún momento.
Creemos que los formatos digitales permiten que muchas personas puedan leer y compartir, tener una experiencia cercana con el arte, con la cultura. Esto no significa que “la cultura” deba ser gratuita, significa que creemos en lo comunitario, en entregarle algo al mundo y aspiramos a que se vuelva el inicio de algo: un camino para seguir creando, que es lo importante.
La edición actual se llamó “Los dioses ocultos”, ¿por qué? Entiendo que el tema se inspiró en una respuesta de Gómez Jattín, quien afirmó que creía que los dioses eran los artistas, pero ¿cómo fue el proceso de la elección de este tema y cómo se recolectaron estos textos?
Esta edición nació porque confluyeron situaciones personales muy particulares, que nos llevaron a pensar que muchas veces el arte, la música o la poesía nos ayudan a lidiar con la existencia; de esas conversaciones surgió, posteriormente, la idea de que el arte en general es un salvavidas para muchas personas. Que el arte, la literatura, la poesía, la pintura o la música cumplen un papel en su vida equivalente al que cumple la religión en muchas otras. Queríamos partir de eso: de las obras que nos han salvado, a las que recurrimos cuando no sabemos a dónde ir o qué hacer. No se trata de crear dioses o de convertir las obras en cosas sagradas, sino entender su valor, su potencial para salvarnos de nosotros mismos.
Para la recolección de textos tocamos puertas con algunas personas que, creíamos, podían tener alguna cercanía especial con el arte y la cultura; la invitación en principio fue muy gaseosa, solo manifestaba una inquietud que, esperábamos, cada quien interpretara como quisiera y llegar a respuestas diversas, lo que finalmente logramos. Hicimos énfasis en que fuera un contenido muy personal y que diera cuenta de cómo alguna manifestación cultural había trastocado su vida como creadores y espectadores.
Hay un foco, según entiendo, en la divulgación del arte como concepto, como idea, como estilo de vida, si se quiere, pero no específicamente sobre proyectos culturales… Ustedes, que están al frente de una revista cultural, que además comienza y debe hacer todo un trabajo de posicionamiento en un momento en el que hay tanta oferta y distracciones en el universo digital, ¿qué piensan sobre la aspiración de todos aquellos que buscan lectores, consumidores de arte, de literatura, de ensayos, pero deben competir con este aluvión de productos rápidos, que tienen, sobre todo, una pretensión comercial o de exclusivo entretenimiento?
Queremos que Transeúnte sea una apuesta por leer despacio. No queremos hacer una “maratón”, queremos transitar, fijarnos en lo que pasa, ir por la ciudad e imaginar historias con las imágenes que se nos cuelan a través de las ventanas o de las personas que cruzan. Eso es lo opuesto a lo que pasa en redes sociales. Hay oferta e hiperconectividad, no somos ajenos a ello, pero el espíritu de la revista nunca se ha enfocado en sumar likes. Nos gusta saber que se comparte y se lee; muchas veces son los colaboradores quienes se encargan de compartir con sus audiencias, muchas veces muy atentas e interesadas en las lecturas que ofrecemos.
Quizás sea un poco romántico, pero imaginamos la revista como ese lugar de encuentro (un bar, el café de la esquina), donde cualquiera puede llegar a hablar con sus amigos o escuchar una buena historia o una reflexión que lo impacte. Un lugar sin pretensiones, verdaderamente democrático, donde todos tengan una posibilidad de expresar lo que sienten y piensan.
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