Ricardo Silva: “Uno siempre está lidiando con mensajes que le dejó su familia”
Ricardo Silva Romero presenta esta tarde sus libros “Cómo perderlo todo” y “Cómo vivir en vano” en la Carpa Cultural de la Feria del Libro. Aquí, una entrevista sobre la producción editorial y sobre la segunda parte de la historia del profesor Horacio Pizarro.
Andrés Osorio Guillott
Justamente en época de Feria del Libro vale la pena preguntarse por el ritmo de las editoriales. Cuando hablé con Ricardo Silva sobre Cómo vivir en vano, la segunda parte de Cómo perderlo todo, empezamos dialogando sobre la imposibilidad de nosotros los lectores de ir al ritmo de las publicaciones de los grandes sellos. Y aquí entra no solo la discusión por la mercantilización de la literatura, sino también por la fuerza del sistema, pues seguramente si nos enfocamos en sellos independientes podríamos encontrar no solo grandes historias también, sino un ritmo que se acople a nuestras vidas.
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Justamente en época de Feria del Libro vale la pena preguntarse por el ritmo de las editoriales. Cuando hablé con Ricardo Silva sobre Cómo vivir en vano, la segunda parte de Cómo perderlo todo, empezamos dialogando sobre la imposibilidad de nosotros los lectores de ir al ritmo de las publicaciones de los grandes sellos. Y aquí entra no solo la discusión por la mercantilización de la literatura, sino también por la fuerza del sistema, pues seguramente si nos enfocamos en sellos independientes podríamos encontrar no solo grandes historias también, sino un ritmo que se acople a nuestras vidas.
Antes de hablar de Cómo vivir en vano, Silva comentó su opinión sobre el periodismo cultural, sobre el ritmo de lectura que intentan imponer -no sabemos si consciente o inconscientemente-, las grandes editoriales, y de cómo surgen espacios alternativos a la prensa para encontrar reseñas literarias o espacios de lectura. “No puede uno leerse el libro y disfrutarlo y analizarlo y darle vuelta. Yo lo entiendo porque he estado metido desde el 98 en adelante en salas de redacción. Entonces entiendo cuál es el afán de todos los días y me parece que es virtualmente imposible ir al ritmo de las publicaciones. Me parece que en todo caso pues sí hay un vacío en este momento en las publicaciones culturales. Hubo un tiempo en el que hubo cierto liderazgo desde muchos puntos de vista. Entonces hubo revistas grandes, había culturales, pero también de crónica que eran culturales al mismo tiempo. Pero hubo una crisis clarísima de los últimos cinco o siete años que dejó eso en manos de publicaciones en línea que, como sabemos es todavía más duro de hacer. Entonces hay momentos en los que hay reflexión sobre la cultura, pero es escasa. Y eso lo ha suplido un fenómeno que me parece interesante que es el de las redes. En Instagram hay gente que toma la foto del libro, lo lee, lo comenta, lo recomienda. Entonces hay una especie de sustituto de las publicaciones culturales que son los clubes de lectura, las redes de lectores que no me parecen malos, no me parece que no tengan autoridad, me parece que la tienen porque se lo leen todo y les interesa y les gusta y transmiten un placer que es legítimo. Lo que digamos hace falta, que a veces incluso era muy mezquino, hace falta la mirada como de un supuesto experto, pero yo me he estado cuestionando con estos clubes de las redes qué tan experta era la gente, qué tanto podía la gente decirle a uno que algo valía o no valía, desde dónde lo estaban diciendo, con qué tono, con qué autoría, sí, era una cosa como unos europeos colombianos diciéndole a la gente qué tenían que leer y por qué no y que usualmente lo colombiano era basura. Entonces también veo que ese remesón puede ser importante y conducir a algo más amoroso por la lectura, no digo acrítico, ni permisivo, ni complaciente, ni condescendiente con lo que se haga, yo creo que la crítica es fundamental y tengo una columna de opinión semanal y creo en eso, pero sí creo que lo que está pasando ahora es una transformación de eso, que espero que llegue a un lugar serio, crítico, pero también que se hable de la lectura desde el amor por la lectura”.
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El esoterismo, la familia y la filosofía son algunos de los temas que abordan ambos libros, pero más que el mundo que construyó aquí Silva Romero, primero hablamos del personaje que hizo que eso fuera posible, que es el profesor Horacio Pizarro. de la construcción del mismo y la decisión de continuar su historia: “En el anterior libro lo que pasaba era, en pocas palabras, que se hacía un mural del 2016, de ese año bisiesto. Todo partía del profesor que publicaba en Facebook un post, eso está explicado, acá en este está más o menos, en el que se enteraba de que la hija mayor estaba embarazada y entonces el tipo se acordaba de un artículo de Scientific American que dice que las mujeres que están embarazadas, que tienen hijos, desarrollan más el cerebro y son más inteligentes, ese era el título. Me acuerdo que mi papá me dio ese artículo en algún momento, que le pareció rarísimo y le pareció que era absurdo, pero bueno, el profesor pega en su muro de Facebook ese artículo cuyo titular es escandaloso hoy en día, es que las mujeres embarazadas o las mujeres con hijos son más inteligentes y entonces se da cuenta que Facebook no es una intranet, ni es solo para la familia, sino que cualquiera puede ver la cosa y se arma un escándalo que detona la novela, es decir, empieza una novela por relevos en la que todos van comentando un poco lo que ese señor puso, y entonces se vuelve una novela sobre la vida en pareja en el año 2016, o sea, en esta época. Intervienen los celulares, las redes sociales, todos esos obstáculos que hay ahora, pues esa sensación de que cada miembro de la pareja tiene el teléfono en su mesa de noche y si se enciende a las 11 de la noche el teléfono, el uno duda del otro, todos esos líos que puede crear los DM’s de las redes, el email, todas las voces que hay dentro de una relación hoy en día se empiezan a ver, más las noticias del 2016 se empiezan a afectar a los personajes, las personas reaccionan al plebiscito, a Trump; hay un personaje gringo, un piloto gringo que es trumpista en la primera, que vuelve a aparecer acá y también lo del Brexit está allí, todo lo que pasó en el 2016 afecta a esos personajes, afecta a sus parejas y el profesor siempre está tratando de encarar el mundo que se le viene encima por haber hecho esa publicación de Facebook”.
Silva logró recrear un contexto y logró que “para ese momento ya es un personaje que a mí me interesa porque es un tipo que está empezando a aceptar que ya está viejo, es decir, ya entró a la tercera edad y ya va a tener una fila especial y está entre resistiéndose a eso y aceptándolo, pero lo que es más doloroso para él que es una mente lúcida, una mente progresista, liberal, pero setentera. Para las feministas de este tiempo les parece que él no es feminista, él sí era un gran feminista en los 70s y peleaba con las mujeres y en los 80s denunciaba a la derecha, pero ahora parece un poco reaccionario defendiendo a las mujeres con hijos y en general empiezan a sacar rasgos reaccionarios que a mí me parece que son además claros porque es un viejo y empieza a defender lo suyo y su época. Este viejo vive indignado porque ya no es reconocido como un liberal. Ese es su dolor, le parte el corazón que no sirva de nada todas las luchas que él libró en su juventud y ahora de verdad lo gradúen de reaccionario, que es algo que incluso ha pasado en la realidad. Los liberales de los 70 creen que ya se había logrado y lo que prueban los nuevos feminismos es que no se ha logrado mucho. Se han logrado cosas, pero falta, pues, no hay igualdad, la gran promesa de la democracia es la igualdad, todas las mujeres no están en igualdad de condiciones y todas las críticas son válidas, las que se le hacen a él, pero al mismo tiempo su posición es comprensible. Es lo que a mí me interesa. Y me interesa ese personaje, un tipo que está en el momento en que siente que el mundo ya no es como era, que se le escapó el mundo y ya no reconoce la lógica de muchos asuntos. Y eso se retoma aquí. Aquí está”.
¿Por qué un profesor, por qué de esa generación y en esta época? Silva juega con varios elementos, con conceptos que justamente configuran la personalidad de Pizarro, pero que también buscan dejar entre líneas reflexiones sobre el tiempo, el destino y la política.
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“Yo me acuerdo que tenía que ser profesor porque tenía que tener una comunidad que reaccionara a su error. Y una comunidad inteligente. Es decir, intelectual de alguna manera. Preparada, con teorías en la cabeza. Que era la comunidad universitaria. Tenía que ser profesor de filosofía del lenguaje. Porque a mí me interesa el tema, pero, además, porque su problema era del lenguaje. Pero además tenía que estar dirigiendo una tesis de filosofía de la mente. Que es algo así como un paso siguiente a la filosofía del lenguaje. Porque también tenía claro que iba a ser una novela de relevos. Repito, como un mural del 2016. Y me interesaba cómo hoy en día sí que es obvio eso que las religiones -en especial las orientales- han dicho que todo está conectado. Hoy en día sí, ni siquiera es esotérico decir eso. Hoy en día todo está conectado. Y esa es una teoría de la filosofía de la mente. Que hay una especie de mente global y todos hacemos parte de esa mente global. Suena esotérico de nuevo, pero si uno les dice eso a los filósofos de la mente les indigna. Pero es eso, una mente global en la que todas las mentes funcionan de alguna manera. Entonces, Cómo perderlo todo tiene un poco ese sistema narrativo. Hay una mente global que está narrando y es invadida por todas las mentes de esos personajes. Y el profesor, que además tiene más construcción porque es un tipo altísimo, que todos los días se viste igual, que siempre que puede comer lo mismo come lo mismo para reducir las cosas en las que tiene que pensar en el día porque tiene que pensar en muchas. O tiene siete sacos iguales y siete pantalones iguales. Es un tipo que tiene dos señales de estar viviendo en un mundo anterior que es que no encuentra música mejor que la de los Beatles y lo otro es que no encuentra películas mejores que las que se hicieron hace 50 años. Y su debilidad son sus mujeres, su esposa y sus dos hijas y ahora una nieta. Toda esa construcción es útil porque uno ve que él sí es un hombre liberal. Es decir, el trato con su familia es de padre liberal y todo lo que sabe en la vida es eso, pero falta. Hay unos límites que no ha cruzado hacia el mundo igual”.
No solo en estas novelas, sino en otras, y quizá el ejemplo más claro es Historia oficial del amor, pero en la narrativa de Silva Romero el concepto de familia y el universo que se configura a partir de los seres más allegados al personaje o a los personajes terminan determinando el devenir de la historia, haciendo también una especie de ejercicio de psicoanálisis en el que se explora la influencia de los padres o los hermanos en el comportamiento general de los protagonistas.
“Yo me doy cuenta que todos los libros que he hecho terminan un poco en ese tema familiar. No sé si es porque cuando uno construye un personaje termina construyéndole una familia necesariamente, pero yo veo historias en las que los autores no le construyen familia a los personajes. Es decir, las historias de detectives pocas veces indagan en los papás o en el de un hermano viviendo en tal sitio, como que poco se habla, o sea, no creo que eso sea ni una falla ni nada así, que no consideren tan importante para la definición del personaje su familia, que puede tener que ver con gente que piense que la familia no lo define a uno, pero para mí si me parece que eso pasa, que uno por más que sea libre mentalmente siempre está como lidiando con mensajes que le dejó su familia, siempre está tratando de corregir esos mensajes o de estar a la altura de esos mensajes y entonces me parece difícil que por más épico que sea el personaje, por más detectivesco o futbolista o que tenga un oficio, un soldado, no tenga que responder a la familia, y el libro que saqué, el anterior, que se llama Zoológico humano, tiene una cantidad de personajes muy fuertes y todos están lidiando realmente con lo que se les dijo en la casa, si uno se pone ya a mirar uno por uno pues si hay una vida infantil que sobrevive a todas las etapas de la vida y que, me temo, que yo ya puedo me faltan tres años para cumplir 50, me temo que es una cosa que uno siempre está lidiando lo que se le dijo y lo que vio en su casa, en su familia, entonces la Historia oficial del amor era una promesa para mi mamá, que siempre me decía ‘esto puede ser una novela, esta familia es una intuición correcta’, porque yo pienso que todas las familias pueden ser una novela, lo que pasa es que yo hice una historia sobre la familia, no una ficción, no usé lo que pasó en la familia para inventarme una ficción, sino que usé la ficción como método, es decir, conté lo que pasó, pero lo organicé como yo quise y eso creo que reforzó la sensación de que todo personaje viene con una familia a cuestas, como al hombro, y entonces desde ahí es sobre una familia central, esta sí que está más claro que nunca, que hay una familia que está tratando de lidiar con un año específico -el 2020-, pero Río Muerto, que es la que siguió a Cómo perderlo todo, sobre esa familia que pierde al padre, y como decía, Zoológico Humano, que es sobre familias, que por supuesto yo creo que los psicoanalistas estarían de acuerdo o los terapistas en general, los astrólogos hasta los tarotistas cuando le despliegan a uno las cartas dicen ‘tu mamá está no sé dónde’, si eres un hermano empieza toda esa red a funcionar de tal manera que creo que si uno mirara las novelas anteriores a Historia Oficial del Amor también habría unas familias rodeando a los personajes y librando pulsos los unos con los otros. Quiero responder a una tensión que yo percibo entre justamente esta faceta del profesor filósofo y pensante, pero también está como todo ese lado esotérico, y el año bisiesto, y la astrología está muy presente a lo largo del libro”.
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El esoterismo como una herramienta que le imprime misterio, que invita a discusiones sobre creencias y azar, sobre una idea del destino que no nos pertenece, sino que este está supeditado a fuerzas que desconocemos, que no podemos ver, pero que influyen en las decisiones que tomamos o en quienes somos.
“Yo creo en todo, yo soy más bien racional, pero creo en todo. Mi papá fue profesor de física 60 años y al mismo tiempo leía el tarot, entonces era un hombre de ciencia, pero no lo veía sufriendo por la lectura del tarot, sintiendo que estaba entrando en contradicción de ninguna manera, él sentía que eso era posible y leía la letra y leía la mano y estaba absolutamente seguro de que había un mundo invisible con el que no contábamos, que quizás algún día la ciencia explique, pero no le parecía que chocara ser un tarotista y un profesor de física muy consagrado a la ciencia. Luego llegó la física cuántica y se dedicó a leer eso y eso más o menos podría reunir a la gente que ve más que uno con la física, pero bueno, todo eso es discutible. Yo creo que como decíamos que la familia lo forma a uno, lo construye, lo escribe a uno, pues a mí ese ejemplo, más el de mi mamá, que también cree en todo, pues siempre me liberó de por lo menos menospreciar o despreciar lo que se supone que es esotérico, y en estos libros eso está usado más como una construcción literaria, como un juego literario. Las novelas de esos dos libros tienen que ver con que la astrología funciona y es cierta, y todo lo que diga la astrología es verdad dentro de esos libros. Los libros creen en la astrología. Yo en general, como les digo, creo en todo, pero soy una persona que duda. Nunca he sido capaz, por ejemplo, de no creer en Dios, nunca he sido capaz porque no veo suficientes pruebas para no creer, pero tampoco soy una persona religiosa. Ese limbo mío está allí”.
No solo la astrología, también es clave la creencia de la carga negativa que aparentemente tienen los años bisiestos. En este caso, los años 2016 y 2020 son las épocas en que transcurren las novelas más recientes de Ricardo Silva. “El año bisiesto. Desde que era chiquito mi papá siempre está hablando del año bisiesto, y el próximo año bisiesto… yo pensé que era una cosa que él tenía y mi mamá entonces le decía que ‘en el año bisiesto mataron a mi hermano o en el año bisiesto pasó tal cosa’, y realmente en mi familia en los años bisiestos siempre ha pasado algo que es duro, que es como un trauma de reponerse, entonces me he puesto a investigar y desde tiempos, es decir, siglos atrás existe el refrán de ‘año bisiesto, año siniestro’, y es increíble que sea como un agüero no colombiano, mundial. Eso debe tener su explicación incluso científica. La astrología tiene una pata en la ciencia muy clara, y es como las fuerzas entre los planetas pueden afectar los movimientos de lo que pasa acá, y seguro tiene que haber alguna razón. El día extra de lo que sea para poner a prueba lo que nos pasa aquí. Pero es una tradición y las novelas siempre tienen un pie en la tradición y un pie en lo nuevo para que puedan ser leídas”.
Pienso que como una especie de antídoto contra los puristas de la ciencia, la historia de Pizarro, que carga con el esoterismo, logra una discusión y un equilibrio justamente por la presencia de creencias como la astrología, pero también por la influencia de teorías del conocimiento, por la relevancia que adquiere la filosofía, en especial la de la mente, en un contexto en el que Pizarro no solamente se cuestiona el nuevo tiempo, sino también las esferas de la política, de la vida privada y la vida pública.
“A mí me interesa la filosofía desde el colegio. No la estudié, estudié literatura porque tengo una cabeza más narrativa que reflexiva. Yo soy capaz de escribir ensayos, digamos, pero es un esfuerzo mayor para mí. Los trucos ahí no valen. En cambio en la ficción es puro truco y yo estoy más dado a eso, al efectismo, a tratar de hacer chistes o a hacer suspenso; todas las mañas que puede tener un narrador yo las tengo desde chiquito. En cambio el ensayo es como la mesa de los grandes, ser serio y argumentar me cuesta, pero me ha fascinado la filosofía. Mi hermano la estudió y es otra influencia, de nuevo familiar. Estuve rodeado de filósofos muchos años porque mi grupo de amigos eran los filósofos, de tal manera que tengo mucha gente a quien acudir si quiero leer de filosofía del lenguaje o de filosofía de la mente o de filosofía de la historia. Durante la pandemia me encontré con el ensayo de un profesor ecuatoriano, y el habla de esa idea de la creación de la mente, de la lechuza de Minerva y la imagen de Hegel sobre la lechuza de Minerva y cómo la filosofía llega cuando ya todo ha terminado y reflexiona sobre todo después de los hechos, y entonces él dice que todos en la filosofía en ambos hemisferios asumimos que la filosofía no entraba en el día a día sino que reflexionaba sobre los fenómenos casi que consumados, resueltos, y afirma que no es que hayamos tenido un antropocentrismo sino un euroantropocentrismo, que la idea del hombre con la que estamos lidiando es una idea construida en Europa y que la pandemia nos tendría que haber servido para dos cosas: para que cada experiencia busque la construcción de un hombre, y la otra que la filosofía en pandemia se probó a sí misma que tenía que estar respondiéndole a lo que estaba pasando, más aún con estallidos sociales”.
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