Richard Avedon: el fotógrafo que luchó por ser artista
El 15 de mayo se cumplió el centenario del natalicio del fotógrafo de moda que trabajó para revistas como “Harper’s Bazaar” y “Vogue”, quien también es conocido por sus retratos a personalidades como Jorge Luis Borges, Marilyn Monroe, Pablo Picaso, Truman Capote, los duques de Windsor, entre otros.
Danelys Vega Cardozo
Su cuerpo está desnudo, o al menos lo está hasta su cintura. No hay rastros de vellos, ni siquiera en su cabeza. En cambio, está cubierto por insectos: abejas. En ese momento su oreja izquierda se salva de los nuevos invasores, mientras que en la derecha pareciera que hicieran una fiesta. A pesar de ser apicultor, nunca había dejado que las abejas se posaran sobre su cuerpo, pero la curiosidad lo había invadido al leer un anuncio en un diario: “Un hombre o una mujer dispuestos a ser fotografiados con abejas por todo su cuerpo por un fotógrafo de fama mundial”. Fue así como aquel hombre llamado Ronald Fischer quedó eternizado bajo el lente de Richard Avedon, aquel fotógrafo de moda que se esforzó por ir más allá, buscando ser considerado un artista. Al final lo logró, y ni los duques de Windsor pudieron escapar de su arte.
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Su cuerpo está desnudo, o al menos lo está hasta su cintura. No hay rastros de vellos, ni siquiera en su cabeza. En cambio, está cubierto por insectos: abejas. En ese momento su oreja izquierda se salva de los nuevos invasores, mientras que en la derecha pareciera que hicieran una fiesta. A pesar de ser apicultor, nunca había dejado que las abejas se posaran sobre su cuerpo, pero la curiosidad lo había invadido al leer un anuncio en un diario: “Un hombre o una mujer dispuestos a ser fotografiados con abejas por todo su cuerpo por un fotógrafo de fama mundial”. Fue así como aquel hombre llamado Ronald Fischer quedó eternizado bajo el lente de Richard Avedon, aquel fotógrafo de moda que se esforzó por ir más allá, buscando ser considerado un artista. Al final lo logró, y ni los duques de Windsor pudieron escapar de su arte.
Era 1957 cuando Avedon retrató a Eduardo VIII y Wallis Simpson, los duques de Windsor. Como sabía que aquella pareja estaba acostumbrada a posar, a Avedon se le ocurrió una idea: mentir para obtener un resultado menos postizo. Aprovechó una de sus debilidades: los perros. Entonces, antes de capturarlos, hizo un comentario. Les contó que el taxi en el que se transportaba unos minutos antes había atropellado a un perro, causándole la muerte. Sus rostros cambiaron. El pánico se apoderó de ellos. Sus ojos se agrandaron y reflejaban tristeza, mientras arrugaban el entrecejo. Unos 24 años después, Richard Avedon capturó a Fischer y las abejas, que terminó siendo incluido dentro de quizá su trabajo más destacado: “In the American West”, en donde no hubo espacio para las celebridades, que tantas veces había retratado, porque la gente del común se volvió la protagonista.
Y se volvió porque así lo quiso, porque en 1978, cuando The Amon Carter Museum of American Art, en Fort Worth, Texas, le solicitó que fotografiara al oeste de Estados Unidos, se aseguró de dejarles claro que no le interesaba fotografiar paisajes, sino hacer retratos, capturar a personas cotidianas de aquellos lugares. Fueron en total 752 fotografías de personas que, aunque no eran conocidas, no se les negó el derecho de que aparecieran sus nombres y apellidos. Cinco años de su vida los dedicó a recorrer 17 estados. En 1985 se exhibió por primera vez el resultado de aquel trabajo, donde se incluyeron 124 imágenes, en donde el blanco terminó siendo el verdadero paisaje y el lugar de captura solo se conoce por la descripción. Lo cierto es que ya desde antes Avedon se había interesado por retratar a gente del común, como lo demostraron sus fotografías de 1963 en East Louisiana State Mental Hospital, una institución mental, y en la playa de Santa Mónica, en California, entre otras. Y pese a ello, las críticas a su trabajo ya eran recurrentes.
A Avedon lo criticaron por sus fotografías de moda y comerciales. No importaba qué tan artísticas fueran. Porque al mismo tiempo que emprendía su proyecto “In the American West”, él capturaba a celebridades. De hecho, un mes después de fotografiar a aquel hombre de las abejas capturó a la actriz alemana Nastassja Kinski con una boa constructor entre sus curvas. Mientras la mujer está acostada en el piso, la serpiente le “lame” su oreja. Para ese momento por su lente ya habían pasado personalidades como Marilyn Monroe, Bob Dylan, Robert Oppenheimer, Dorothy Parker, Charles Chaplin, John F. Kennedy, Paul Mccartney, Truman Capote, Pablo Picasso, entre otros. Y más allá de sí se trataba de una celebridad, a Ricard Avedon lo que le interesaba era “la geografía del rostro: la geografía emocional revelada a través de lo que veo en el rostro”.
La carrera de Avedon inició con la revista de moda Harper’s Bazaar en 1944, cuando apenas acababa de salir de la Marina; una cámara Rolleiflex había sido el regalo de despedida que le había dado su papá antes de alistarse. Allí incluso llegó a trabajar en el departamento de fotografía. Se encargó de fotografiar desde los acontecimientos de la base en donde se encontraba hasta naufragios y autopsias.
Harper’s Bazaar no era una revista desconocida para él, pues de niño por su casa a veces circulaban unos cuantos ejemplares, pero tiempo después su situación económica cambió drásticamente y de Bazaar lo que le quedaron fueron recortes de cuadros del fotógrafo Martin Munkácsi pegados a la pared, cerca de donde dormía. Los años fueron pasando y su trabajo empezó a cosechar frutos, y ya para finales de los años cuarenta logró hacer una colaboración con Dior. De ahí surgieron imágenes como aquella de una mujer con cabello recogido y vestido negro con un cinturón blanco amarrado a su cintura, quien se encuentra en medio de dos elefantes, donde con una de sus manos agarra la trompa de uno de ellos, mientras que se esfuerza por alcanzar la oreja del otro elefante con la otra mano.
“Prefiero trabajar en el estudio. Esto aísla a las personas de su entorno. Se convierten en cierto modo... en símbolos de sí mismos. A menudo pienso que acuden a mí a que las fotografíe como si fuera un médico o un adivino: para descubrir cómo son. Así que dependen de mí. Tengo que conquistarles. Si no, no tengo nada que fotografiar”, fueron las palabras que pronunció un día Richard Avedon y que recordó el año pasado Vogue.