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Hay nieve y, en un pequeño pueblo de la región de Transilvania, un niño camina por el bosque. De repente sus pisadas se asemejan a las de un corredor. Más tarde, ya ni siquiera musita palabra alguna; es la consecuencia que deja el terror. El terror que ocasiona que Matthias, su padre, regrese a casa y se ausente de su trabajo en Alemania. Aunque la verdad es que también hay una razón adicional: el amor por Csilla, su exesposa. Mientras tanto, de a poco los habitantes de aquel pueblo se sienten amenazados por la llegada de migrantes. Han logrado por fin ―como dicen algunos de ellos― deshacerse de los gitanos y ahora deben lidiar con nuevos extranjeros. Todo eso ocurre en R.M.N., la cinta de Cristian Mungiu, que tomó una parte de la realidad para convertirla en ficción: la xenofobia y el racismo en Europa.
En 2022, investigadores del Departamento de Sociología y Comunicación de la Universidad de Salamanca, España, publicaron en la revista científica Comunicar Journal un estudio sobre la aceptación social de migrantes y refugiados en los países que pertenecen a la Unión Europea (UE), a través del análisis de discursos de odio en Twitter. Luego de analizar 847.978 mensajes anuales, compartidos desde 2015 hasta 2020, lograron comprobar que existe “un mayor apoyo a los migrantes en las regiones europeas con una mayor proporción de migrantes”, pero que “cuanto mayor es la proporción de migrantes, mayor es el nivel de incitación al odio en Twitter”. Los resultados, que también fueron ilustrados en una tabla, evidenciaron, por ejemplo, que en Rumania, uno de los Estados de la UE, había una tendencia a discursos de odio hacia la población migrante y refugiada, aunque en 2020 hubo una disminución significativa: pasó de 0.2386 en 2019 a 0.0774.
Los discursos de odio en redes sociales hacia los migrantes en Rumania es una realidad que se ve reflejada en R.M.N. En el largometraje, los habitantes del pueblo de Transilvania publican comentarios xenófobos en un grupo de Facebook, en donde escriben que los migrantes solo pueden ser “asesinos o ladrones”. También se quejan del apoyo que recibe esta población de la Unión Europea y cómo esto los está afectando. Incluso la red social es empleada para hacer amenazas de muerte a tres foráneos de Sri Lanka. Pero la xenofobia va más allá de las redes.
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A los migrantes no se les permite ingresar a misa o compartir otros espacios; algunos nativos afirman que no tienen nada contra ellos, pero que pueden hacerlo en su país de origen. Además, temen que sean portadores de enfermedades contagiosas. Por eso, incluso dejan de comprar el pan de la fábrica de la región, pues aquellas personas de Sri Lanka trabajan allí como panaderos. Los habitantes desean que ellos abandonen el pueblo, aduciendo que no quieren vivir la misma situación de otras regiones de Europa, como Francia, en donde, de hecho, según cifras de la ONU de 2020, viven 8.524.876 inmigrantes, provenientes principalmente de Argelia (1.637.211) y Marruecos (1.059.918).
Los únicos aliados de los foráneos parecen ser las 28 personas que firman un documento a modo de apoyo, entre ellas los trabajadores de la fábrica, la dueña y Csilla, la directora de la compañía, quien hasta les ofrece posada a los migrantes tras un ataque en su vivienda temporal, una pequeña muestra de aquella “noche de los cristales rotos” durante la Alemania Nazi, pero sin víctimas, aunque con fuego y un mensaje contundente de odio de por medio: “Tu presencia no es bienvenida”.
Algunos nativos creen que sus puestos de trabajo están siendo desplazados por los migrantes, algo que le recriminan a la dueña y la directora de la fábrica, quienes en realidad tuvieron que recurrir a extranjeros porque ningún habitante del pueblo aplicó a la oferta laboral. De hecho, varias personas de aquel lugar se han ido a trabajar a otras regiones de Europa, en donde sustentan la misma condición que rechazan: la de migrantes. Si los esrilanqueses no son bienvenidos, menos los gitanos, quienes algún día vivieron en sus tierras, pero que tuvieron que desplazarse a otros lugares. La discriminación y racismo en Rumania hacia esta población no es un invento de Cristian Mungiu, es una realidad.
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En agosto de 2021, DW publicó un reportaje sobre el racismo ambiental contra los gitanos en Rumania, quienes hace algunos años fueron desalojados de Cluj-Napoca y convirtieron el mayor vertedero de Rumania en su hogar. “Para ellos somos escoria, no seres humanos, y pensaban que merecíamos vivir aquí”, dijo Linda Greta Zsiga, miembro de una familia gitana, para DW. El trabajo periodístico también reveló, gracias a datos obtenidos a través de una encuesta, que “siete de cada diez rumanos admitieron que no confiaban en los gitanos. Entre el 20 y el 30 por ciento de los encuestados opinaron que los romaníes tienen demasiados derechos, que el Estado debería poder usar la violencia contra ellos, o que la discriminación y la incitación al odio contra el pueblo gitano no deberían ser castigados”.
En cuanto a la discriminación por motivos raciales, el Parlamento Europeo se refirió en su “Informe sobre sobre justicia racial, no discriminación y antirracismo en la Unión” del 19 de octubre de 2022. Siguiendo datos suministrados por la Agencia de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea (FRA) precisó que “la discriminación y el acoso por motivos raciales siguen siendo habituales en la Unión Europea”, viéndose afectados, sobre todo, los gitanos, los musulmanes, los judíos y las personas procedentes del Norte de África o del África Subsahariana.
Al final en R.M.N. la xenofobia gana, pero no logra invadir a Csilla, quien prefiere renunciar a su empleo antes que a sus principios y valores. Aquel personaje quizás nos recuerda lo proclamado por la Declaración Universal de Derechos Humanos: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”.
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