Rodrigo García Barcha recuerda a Gabo, su padre, en el Hay Festival
Durante el primer día del Hay Festival en Cartagena, el hijo del Nobel de Literatura estuvo en conversación con Juan Gabriel Vásquez y recordó algunos detalles de su vida e infancia.
El día que murió Gabriel García Márquez ocurrió algo que su hijo, Rodrigo García Barcha, recuerda como una ‘causalidad alucinante’. Aquel Jueves Santo, un ave ingresó a la casa del escritor, se estrelló contra las ventanas de cristal y, desorientada, cayó muerta en el sofá donde se solía sentar García Márquez. La familia la observó desconcertada. ¿Era un mal o un buen augurio?
Pocas horas después, falleció el escritor y una amiga de su asistente le envió una foto de la página de Cien años de soledad en la que muere Úrsula Iguarán:
“Amaneció muerta el Jueves Santo. La última vez que la habían ayudado a sacar la cuenta de su edad, por los tiempos de la compañía bananera, la había calculado entre los cientos quince y los ciento veintidós años. La enterraron en una cajita que era apenas más grande que la canastilla en que fue llevado Aureliano, y muy poca gente asistió al entierro, en parte porque no eran muchos quienes se acordaban de ella, y en parte porque ese mediodía hubo tanto calor que los pájaros desorientados se estrellaban como perdigones contra las paredes y rompían las mallas metálicas de las ventanas para morirse en los dormitorios.”
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Esta es una de las anécdotas que narró Rodrigo García Barcha el día de ayer en la conversación que sostuvo con el escritor Juan Gabriel Vásquez, en el marco del Hay Festival en Cartagena. El hijo del Nobel de Literatura recordó los últimos días de su padre y la gran influencia que supuso García Márquez para su oficio como director de cine y televisión.
“Crecimos en un mundo donde nada era más preciado que algo bien escrito, algo bien contado. La mayoría de amigos de mis padres eran cineastas, escritores, poetas. Mi hermano y yo no conocíamos un solo hombre de negocios. Todo el mundo hacía cuentos”, cuenta García Barcha, quien recuerda a su padre sentado en la mesa de la casa escribiendo guiones con directores como Jaime Humberto Hermosillo y Ruy Guerra.
El director considera que, más allá de lo que haya en los genes, mucho lo aprendió en el hogar de Gabriel García Márquez y Mercedes Barcha. “Todo eran libros”. Para su padre, las respuestas a todas las preguntas estaban en la Biblia, en Don Quijote de la Mancha. “En vez de preguntarte ¿como estás? o ¿en qué estás? me preguntaba, ¿qué estás leyendo?”, afirmó.
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Pero además de la influencia de su padre, para escribir su libro Gabo y Mercedes: una despedida, García Barcha se aproximó a libros como El año del pensamiento mágico de Joan Didion, La escafandra y la mariposa de Jean-Dominique Bauby y Everyman de Philip Roth.
Su libro, que comenzó con algunas notas sobre las últimas tres semanas de vida del Nobel, fue publicado tras la muerte de su madre en el 2020. Para García Barcha, “no era la muerte de un gran escritor, si no de un padre, del mundo que me formó”.
En uno de los pasajes de Gabo y Mercedes: una despedida se afirma que lo que más detestaba Gabriel García Márquez de su propia muerte es que era el único momento de su vida que no iba a poder narrar. “¿Tú crees que tu libro es un intento por hacer eso que él no pudo hacer?”, le preguntó Juan Gabriel Vásquez al autor del libro.
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“Sí, desde afuera. Lo que hubiera sido interesante habría sido contar qué sentía él. Yo lo conté desde fuera, lo que vivimos los que estábamos a su alrededor. Pero en el proceso de escribir me di cuenta que sí, era una especie de crónica de algo que él no iba a poder contar”, concluyó García Barcha.
El día que murió Gabriel García Márquez ocurrió algo que su hijo, Rodrigo García Barcha, recuerda como una ‘causalidad alucinante’. Aquel Jueves Santo, un ave ingresó a la casa del escritor, se estrelló contra las ventanas de cristal y, desorientada, cayó muerta en el sofá donde se solía sentar García Márquez. La familia la observó desconcertada. ¿Era un mal o un buen augurio?
Pocas horas después, falleció el escritor y una amiga de su asistente le envió una foto de la página de Cien años de soledad en la que muere Úrsula Iguarán:
“Amaneció muerta el Jueves Santo. La última vez que la habían ayudado a sacar la cuenta de su edad, por los tiempos de la compañía bananera, la había calculado entre los cientos quince y los ciento veintidós años. La enterraron en una cajita que era apenas más grande que la canastilla en que fue llevado Aureliano, y muy poca gente asistió al entierro, en parte porque no eran muchos quienes se acordaban de ella, y en parte porque ese mediodía hubo tanto calor que los pájaros desorientados se estrellaban como perdigones contra las paredes y rompían las mallas metálicas de las ventanas para morirse en los dormitorios.”
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“Crecimos en un mundo donde nada era más preciado que algo bien escrito, algo bien contado. La mayoría de amigos de mis padres eran cineastas, escritores, poetas. Mi hermano y yo no conocíamos un solo hombre de negocios. Todo el mundo hacía cuentos”, cuenta García Barcha, quien recuerda a su padre sentado en la mesa de la casa escribiendo guiones con directores como Jaime Humberto Hermosillo y Ruy Guerra.
El director considera que, más allá de lo que haya en los genes, mucho lo aprendió en el hogar de Gabriel García Márquez y Mercedes Barcha. “Todo eran libros”. Para su padre, las respuestas a todas las preguntas estaban en la Biblia, en Don Quijote de la Mancha. “En vez de preguntarte ¿como estás? o ¿en qué estás? me preguntaba, ¿qué estás leyendo?”, afirmó.
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Su libro, que comenzó con algunas notas sobre las últimas tres semanas de vida del Nobel, fue publicado tras la muerte de su madre en el 2020. Para García Barcha, “no era la muerte de un gran escritor, si no de un padre, del mundo que me formó”.
En uno de los pasajes de Gabo y Mercedes: una despedida se afirma que lo que más detestaba Gabriel García Márquez de su propia muerte es que era el único momento de su vida que no iba a poder narrar. “¿Tú crees que tu libro es un intento por hacer eso que él no pudo hacer?”, le preguntó Juan Gabriel Vásquez al autor del libro.
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“Sí, desde afuera. Lo que hubiera sido interesante habría sido contar qué sentía él. Yo lo conté desde fuera, lo que vivimos los que estábamos a su alrededor. Pero en el proceso de escribir me di cuenta que sí, era una especie de crónica de algo que él no iba a poder contar”, concluyó García Barcha.