Romanticismo y opulencia, Fabergé en la realeza rusa
Durante 32 años, el nombre de la casa de joyería Fabergé se asociaba con los zares rusos y los 69 huevos que fabricaron como regalos.
Andrea Jaramillo Caro
Por los pasillos del Palacio de Alejandro resonaban las pisadas apresuradas de la zarina Alexandra Feodorovna en agosto de 1917. En el afán por empacar durante los últimos tres días antes de abandonar su hogar en San Petersburgo antes de ser trasladados a su destino final en agosto de ese año, la última familia imperial rusa dejó atrás los obsequios que constituyen parte de su legado cultural.
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Por los pasillos del Palacio de Alejandro resonaban las pisadas apresuradas de la zarina Alexandra Feodorovna en agosto de 1917. En el afán por empacar durante los últimos tres días antes de abandonar su hogar en San Petersburgo antes de ser trasladados a su destino final en agosto de ese año, la última familia imperial rusa dejó atrás los obsequios que constituyen parte de su legado cultural.
De los 69 huevos que el joyero Fabergé fabricó, 52 fueron hechos para la familia imperial y 46 de ellos sobrevivieron a los eventos de 1917. La relación de 32 años entre la casa de joyería y la familia imperial se acabó abruptamente con el advenimiento de la Revolución Rusa. Apenas un año atrás el zar Nicolás II había comisionado uno de sus famosos y tradicionales huevos de pascua para regalar a su esposa y a su madre, sin embargo, ni el joyero ni la zarina o la emperatriz llegarían a ver el proyecto terminado.
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Hoy se encuentran esparcidos por el mundo en diferentes museos, pero en ese entonces representaban un símbolo de opulencia para las pascuas y entre los nobles constituían regalos para dar a madres y esposas. Ninguna es remotamente parecida a otra, cada una de estas piezas es única.
“Hoy en día,hay 10 huevos en la Armería del Kremlin, nueve en el Museo Fabergé de San Petersburgo, cinco en el Museo de Bellas Artes de Virginia y tres en la Colección Real de Londres y el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York. Dos más están en exhibición en Lausana, Suiza, dos en Hollywood Estate en Washington, DC, y dos en el Museo de Arte Walters en Baltimore. Hay un solo huevo en la colección del Museo de Arte de Cleveland, uno en Montecarlo y otro en el Museo Fabergé en Baden-Baden, Alemania. Uno también es propiedad de Hamad bin Khalifa Al Thani, ex emir de Qatar” afirma Ella Morton en un artículo para History.
En 1885 se fabricó el primero de esta serie, comisionado por el zar Alexander III para su esposa María Feodorovna. Un óvalo blanco que fácilmente podría pasar por un huevo de gallina esconde en su interior una esfera de color dorado que recuerda al cuento infantil “La gallina de los huevos de oro”. La yema de oro, al abrirse, revela una gallina en miniatura. Con esta obra se dio inicio a la tradición de regalar estas piezas decorativas.
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El Museo Fabergé, en San Petersburgo, conserva algunos de ellos en cajas de exhibición individuales, entre los que resaltan el Huevo de Coronación, un ejemplar amarillo del tamaño de una mano con el emblema Romanov cubriendo la superficie, en la punta el monograma imperial de la zarina, y adentro una réplica móvil del carruaje que llevó a la zarina a su coronación. El Huevo de Capullo de Rosa, de color marrón y menor tamaño tiene detalles de lazos en oro y líneas recubiertas de diamantes, en su interior de terciopelo esconde un capullo de rosa amarillo pero la corona de oro y rubíes y el collar permanecen perdidos.
En el pasado el nombre de Peter Carl Fabergé y su casa de joyería eran sinónimo de realeza, hoy en día mantienen su estatus de lujo y exclusividad, pero el nombre ha pasado por diferentes productos como perfumes en los años 50. La casa de joyería aún produce sus famosos huevos en versión miniatura y en forma de collar.
El padre de Peter Carl Fabergé, Gustav, fue el fundador del emporio que suplió a la familia imperial de joyas y objetos cubiertos en piedras preciosas. Fabergé hijo dirigía el diseño y luego de la primera entrega el zar Nicolás II le dio libertad artística, pero eran elaborados por equipos de orfebres, joyeros, diseñadores y otros especialistas que, a su vez, recibieron una amplia libertad artística. El valor de estos artefactos no recaía en los materiales preciosos utilizados sino en la cantidad de horas y las habilidades utilizadas en su producción.
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El autor del libro ‘Fabergé’s Eggs’, Toby Faber, mencionó que estos eran regalos “inmensamente personales, pero gloriosamente extravagantes”. Cada figura en su interior es una sorpresa significativa para quien lo recibe, unos tienen réplicas de palacios, otros esconden fotografías y otras figuras móviles.
Dos de los huevos producidos fueron hechos en estilo art nouveau, uno de ellos es el Huevo Lirio de los Valles. Sobre un soporte que recuerda las patas de una bañera antigua con perlas en miniatura reposa la figura de color rosado pálido que en su superficie muestra hojas esmaltadas en verde y dorado con diamante, cuelgan perlas en miniatura que asemejan los lirios y en la punta una corona con diamantes revela los retratos del zar Nicolás II y sus dos hijas mayores Olga y Tatiana. Fue un regalo para la zarina y comisionado en 1898, tomó residencia en el Museo Fabergé desde 2004 y su valor estimado es de $13 millones de dólares.
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El valor de estos objetos se incrementó con el paso de los años y hoy en día se encuentran replicas falsas por precios mucho menores. La colección Forbes tenía aproximadamente 10 huevos Fabergé e incluía el Huevo de Capullo de Rosa, fue adquirida por Viktor Vekselberg por $100 millones de dólares.
Margaret Trombly, experta en la historia de estos objetos, afirmó en un artículo para Artsy que “representan el romanticismo de Nicolás y Alejandra, junto con esta idea de Fabergé, quien hizo estos objetos tan refinados, delicados y hermoso”. Jo Briggs, curadora del Walters Art Museum en Baltimore, estuvo de acuerdo y enfatizó en la tensión que encarnan los huevos para el artículo de Cassey Lesser en Artsy. “Son increíblemente hermosos, pero también están teñidos de este tipo de tragedia y nostalgia que creo que en realidad ha aumentado su atractivo y su estatus mítico”.