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“Ahora que se llevan las caras raras, hasta podrías ser modelo”, decía Kika a Juana, el personaje interpretado por Rossy de Palma en la que fuera la décima película de Pedro Almodovar. “No me veo yo en una pasarela, me gustaría ser jefa de prisiones”, le respondió, agregando al diálogo un gesto que, con las manos sobre sus mejillas, emulaba El Grito del noruego Edvard Munch; imagen muda pero ensordecedora que se ha convertido en una de las postales para la memoria de la carrera de esta mallorquina, a quien el Festival de Cine de Cartagena rinde tributo este año.
Los espectadores del FICCI 61 podrán ver la proyección de “Mujeres al borde de un ataque de nervios” de 1988, película que le dio un lugar en el olimpo de las chicas Almodóvar, después de su breve debut cinematográfico un año antes en “La ley del deseo”, filme que el director manchego preparaba cuando cruzaron palabra por primera vez, en un bar en el que ella trabajaba como mesera. Por esa época, Rosa Elena García Echave cantaba en un grupo de pop llamado Peor Impossible y brillaba sin firmamento con aquel espíritu punk característico de la movida madrileña de la posdictadura; a pesar de suscribirse en aquella vanguardia, Rossy poseía una singularidad que Almodóvar supo reconocer, al punto que le permitió vestirse y maquillarse como ella quisiera, para hacer aquel corto papel de reportera de televisión.
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Pero su belleza cubista, como la adjetivara el director español, no ha sido el único factor de éxito de su carrera. Rossy de Palma se reconoce a sí misma como una artesana, evadiendo los rótulos de actriz, escritora, artista plástica, modelo o cantante. Suele encarar los guiones con un estilo propio, enriqueciéndolos a su manera con una performática rebosante de naturalidad.
En “Mujeres al borde de un ataque de nervios” la vemos interpretar a Marisa, junto a Antonio Banderas, quien actúa como su novio, Carmen Maura en el papel protagónico y un elenco que llevó a esta comedia sobre el desengaño y la locura de esperar junto al teléfono, a ganar cinco Goyas, incluido mejor película, una nominación al Oscar y un sinnúmero de reconocimientos en distintas latitudes.
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La voz de La Lupe interpretando el bolero Puro Teatro, ambienta la escena final de esta pieza del cine español, con Rossy vestida de rojo Almodovar y un diálogo tan simple como exquisito. Próximamente, una adaptación del filme será llevado a las pantallas de Apple TV+, en una serie en la que el director español tomará distancia de los azares de la escritura y el rodaje, para asumir el rol de productor ejecutivo.
En medio del ecosistema del espectáculo, donde suelen predominar las simetrías, la esbeltez y las ortodoxias del glamur, Rossy de Palma configura no solamente un modelo de feminidad único, sino que hace gala de un derroche de talento natural, con gran modernidad y logrando permanecer vigente en pasarelas, filmes y alfombras rojas a lo largo de décadas.
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Ya sea con una chaqueta común comprada en Zara, como la que vestía su primera vez en Cannes, o luciendo un diseño de Jean-Paul Gaultier. Rossy de Palma crea y recrea nuevas definiciones para palabras como sofisticación, talento y belleza.