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¿Cómo creó la Antiferia?
Empecé vendiendo ropa usada en la universidad, con este proyecto de venta llevo seis años, y siguió creciendo. Al principio vendía mi ropa, luego la de amigas, conocidos y familiares, que luego se convirtió en esto. Nunca pensé que me dedicaría a lo que hago hoy, pero me gradué en pandemia y durante ese tiempo el emprendimiento empezó a coger mucha fuerza y seguí ese camino. Llegó el punto en que no me cabía más inventario en la casa y tomamos una tienda y ahí empezamos con la tienda física de Tons. La primera Antiferia fue en realidad una venta de garaje que hicimos con otras cuatro tiendas de ropa usada para hacer un evento presencial y de ahí en adelante seguimos realizando este modelo cada mes desde hace dos años. Mientras iba avanzando este evento, llegó un momento en el que decidimos cambiar el nombre y desarrollar más el concepto, porque ya no es solo ropa usada y moda circular, también incluye emprendimientos sostenibles y mercado orgánico. La feria ha mutado a este proyecto que resalta la sostenibilidad y con el que esperamos que la gente empiece a cambiar poco a poco sus hábitos.
¿De dónde salió el nombre?
Creo que eso fue un concurso que hicimos para darle nombre a este proyecto... Hubo muchas propuestas que se centraban en moda y cosas “vintage”. Había uno que nos gustó mucho y fue El Retrovisor, con toda esta alusión a las cosas antiguas y al pasado, pero en ese momento ya tenía claro que el concepto de la feria iba más hacia la sostenibilidad que hacia cosas antiguas o del pasado. Alguien un día sugirió Antiferia e hicimos una votación, a la gente le gustó mucho y así se quedó. Con ese nombre hemos ido trabajando el concepto, enfocándonos en el público que asiste.
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¿Cómo fue realizar la primera venta de garaje que se convirtió en la Antiferia?
La primera invitación que hice, en ese momento, fue a una tienda que ya no está. A la dueña, Natalia, ya le había comprado en el pasado y nos dimos cuenta de que vivíamos cerca y habíamos forjado una especie de amistad. Le conté sobre la idea que tenía y después invité a otras tiendas que seguía en Instagram, pero con las que no tenía una relación. Eso fue en enero de 2021, cuando estábamos en cuarentena localizada, y varias personas no podían salir de su localidad y había también toque de queda el fin de semana. Recuerdo que la primera feria fue jueves y viernes, teniendo en cuenta los horarios para que la gente alcanzara a cumplir con el toque de queda. El evento superó nuestras expectativas y decidimos continuar haciendo esto. Luego más marcas empezaron a escribir para participar y se fue creando una comunidad en la que, actualmente, hay vinculados 85 emprendimientos.
Para usted, ¿qué representa el éxito que ha tenido este evento y qué nos puede decir sobre la sostenibilidad en Bogotá?
Creo que esto va a ser el futuro, no solo en Bogotá, también en el país. Considero que ya se está viendo y que es posible que las siguientes generaciones no compren en las mismas tiendas en las que hemos llegado a comprar nosotros, porque no creo que se relacionarán con los mismos valores y oferta. Sabemos que la sostenibilidad es el futuro y que es un acto político en el que las personas prefieren apoyar el emprendimiento y los negocios locales. Además, también hay que tener en cuenta el lado ambiental de esto, que no creo que sea una moda, es una realidad y tenemos que enfocarnos en ser responsables. Con los emprendedores hablamos de que en este momento la feria nos puede parecer muy grande, pero que en unos años va a haber un momento en que los negocios de ropa usada tendrán una tienda grande que pueda competir con las grandes marcas de “fast fashion” y todo lo que representan, ese es el sueño.
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¿Qué la motivó a vender su ropa hace seis años?
Desde pequeña siempre estuve muy vinculada a la ropa usada, compraba este tipo de prendas y mi mamá me llevaba a estos sitios de juguetes de segunda en perfecto estado, entonces nunca tuve ese tabú, incluso con mis amigas hacíamos trueques de ropa. En la universidad empecé a hacerlo de forma más consciente, aunque en el principio era por un tema mucho más económico. Incluso, creo que mi consciencia ecológica ha crecido mucho más con la Antiferia y ahora es una pasión absoluta por el tema ambiental. Cada que hacemos una feria y me entero de que se vendieron mil prendas, me emociono mucho porque sé que son 1.000 artículos menos de “fast fashion” en circulación y que están en manos de personas que están cambiando sus hábitos. Me encanta ver ese impacto, más allá de lo económico, en las vidas de quienes nos visitan.
¿Cuáles son los prejuicios que las personas pueden tener frente la moda circular?
Todavía hay muchos mitos y muchas personas todavía lo ven como algo que solo hacen quienes no tienen muchos recursos económicos o como algo feo. Todas estas creencias vienen de los tiempos de nuestros abuelos, porque en ese momento la calidad de la ropa era mucho mayor y podía durar toda la vida, además no había un afán de consumo, ni la influencia de las redes sociales. Todas estas creencias son de un consumo anterior, que no refleja la realidad de un consumo actual y que desconoce los problemas del consumismo. También hay demasiado “greenwashing”, que es cuando las empresas se venden como ecológicas sin serlo, y las grandes tiendas de “fast fashion” se están dando cuenta de que el futuro está en la sostenibilidad y sus estrategias para vender a estos nuevos públicos afectan a los emprendimientos.
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