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Cartas al descubierto: historia del amor, guerra y familia

En Buenos Aires, Argentina, más de 10.000 cartas residen en un archivo digital que ha sido construido desde el 2002. Entre cartas de guerra, familia, amor, celebraciones y más, una historia comunal se creó en la web.

Andrea Jaramillo Caro
09 de octubre de 2021 - 08:44 p. m.
El proyecto argentino, Centro de Documentación Epistolar, reúne misivas de diferentes nacionalidades en un archivo digital que suma más de 11.000 publicaciones además de reseñas y otros textos producidos por ellos.
El proyecto argentino, Centro de Documentación Epistolar, reúne misivas de diferentes nacionalidades en un archivo digital que suma más de 11.000 publicaciones además de reseñas y otros textos producidos por ellos.
Foto: Cortesía Centro de Documentación Epistolar
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Durante casi 20 años, Mateo Niro, en compañía de Belén González, han recolectado cartas de todos los rincones de Argentina y diferentes países del mundo. El proyecto Centro de Documentación Epistolar ha reunido hasta ahora 11.276 cartas digitalizadas y disponibles para consulta. De acuerdo con su página, el CDE es “un proyecto que pone en valor a la carta como dispositivo de diálogo y, en retrospectiva, como huella imprescindible de la memoria colectiva. Tiene como objetivo preservar y posibilitar la circulación de estos materiales identitarios invaluables a través de un archivo participativo y un espacio de encuentro y difusión para especialistas, para curiosos interesados y para la comunidad general”.

Todo comenzó cuando Niro, hijo de inmigrantes italianos, “empezó a encontrar que toda la documentación personal de su familia tenía mucho valor a nivel histórico. En las cartas de su familia se contaban muchas cuestiones vinculadas al gran porcentaje de la población de la inmigración como los viajes y la pobreza. Lo que hizo fue digitalizar una gran cantidad de correspondencia que tenía vinculada a su familia y armó en ese momento un sitio web o gratuito y lo subió ahí”, cuenta Belén González, coordinadora de proyectos del Cetnro de Documentación Epistolar.

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Cada carta recibida es archivada bajo ciertas características como temas, nombres de la familia, entre otros. Entre más personas se enteraban del proyecto, más acogida tenía y más solicitudes de digitalización llegaban. Actualmente el Centro de Documentación Epistolar recibe sus contribuciones de forma espontánea a través de dos canales. Las cartas llegan a través de mail o Whatsapp y también directamente a través del botón de la página. “Cualquier persona puede ingresar al material desde cualquier lugar del mundo y también es participativo: cada persona puede subir el material y de acuerdo a lo que nos llega a nosotros directamente, nosotros no realizamos ningún tipo de curaduría”. Sin embargo, González aclara que reciben única y exclusivamente cartas, ya que en el pasado han recibido también mapas, fotos, certificados de nacimiento, entre otros.

“Nosotros solo nos dedicamos a lo que es correspondencia, o sea, cartas, telegramas, postales y estampillas. Eso sería el único filtro que hacemos. Después, si está dentro de lo que es la correspondencia, se sube al 100%. Desde una carta de siete páginas hasta una postal que diga ‘qué pases una linda Navidad’”, afirma González.

Pero, además de la digitalización también se encargan de hacer la transcripción de las cartas y conservar la memoria cotidiana de esta forma. Cada carta que llega es publicada con una transcripción de su contenido y, al tener cartas de diferentes países y en diversos idiomas, resulta necesario tener una traducción. Sin embargo, para llevar esto acabo es necesario contar con el servicio de un traductor y González cuenta que “cuando nos llegan cartas de idiomas que nos quedan tan alejados, lo que hacemos es esperar y en ciertos momentos vamos haciendo convenios con algunas instituciones o traductores o algunas universidades para que nos ayuden con la transcripción y la traducción al español”.

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El propósito de resguardar estos archivos va más allá del que tuvo Niro al principio, pues ahora sirven también como fuente primaria para investigaciones y más. Al ser un archivo público, sirve un propósito mayor y González afirma que “hay algunas cuestiones de la vida cotidiana que es lo que se guarda en las cartas, es la memoria del día a día de las personas comunes que resguardan sutilezas, que no se encuentran en ningún otro lado. Como, por ejemplo, estos modos de vincularse, vas a ver que una carta escrita de un padre a un hijo o al revés de hace 50 años demuestra una manera de tratarse muy distinta, por ejemplo, a la que tenemos hoy en día o la de hace 10 o 15 años, porque esas cosas se van modificando todo el tiempo y queda el registro de esos mínimos cambios que nosotros por ahí no nos damos cuenta, porque se van viviendo en un día a día que quedan registrados en la carta”.

Más allá de resguardar la historia familiar de quienes han hecho su contribución, hay un objetivo detrás de este archivo digital que se encuentra en lo que González llama la ‘microhistoria’. Esas vivencias cotidianas, del día a día de cada persona que no llegan a los libros de historia o a figurar como titulares en medios de comunicación pero que a la vez cuentan tantos detalles de las vidas de quienes envían sus cartas. “Las cartas resguardan esa cuestión del día a día que no queda en ningún otro lado. Por ejemplo, nosotros tenemos mucho vinculado a la gripe española que se dio en cerca de 1918, que fue una enfermedad muy parecida a la pandemia que estamos transitando ahora y es muy impresionante encontrarse con esa gente que de repente se encuentra un virus que afecta a las vías respiratorias y la gente se moría muy fácil y que se contagia muy fácil y que no se conocía lo que pasaba y era muy similar a lo que nos pasó a nosotros, digamos 100 años después. Ese registro quedó únicamente en las cartas porque esa gente ya se murió. Entonces tampoco nos queda la memoria oral de ellos y de sus descendientes. Todo eso va mermando con el tiempo, así que yo estoy muy convencida que es un trabajo muy necesario para realizar”.

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La carta más antigua que registra el CDE data de 1860 y cuenta la historia de un inmigrante español que llegó a Argentina buscando una mejor vida. Ahora, con el advenimiento de la era digital, las nuevas generaciones poco conocen de lo que era la comunicación por cartas y el CDE aboga para que el valor de este medio se conozca ampliamente. Actualmente están trabajando en desarrollar convenios como el que obtuvieron en 2020 con la Embajada de España para recolectar epístolas de inmigrantes españoles, “estamos cerrando estos acuerdos de proyectos de recolección a nivel, sobre todo, nacional, pero también empezamos a extendernos un poco más a Uruguay y Chile para cumplir con este trabajo, también con otro tipo de nacionalidades directamente. Por lo pronto, vamos a seguir tratando de recolectar la mayor cantidad posible, porque lo sentimos como algo muy urgente y muy necesario. Queremos seguir con las acciones de sensibilización, con las muestras, los talleres y los congresos. Esperamos que cada vez seamos más buscando resguardar este material”, comenta González.

Andrea Jaramillo Caro

Por Andrea Jaramillo Caro

Periodista y gestora editorial de la Pontificia Universidad Javeriana, con énfasis en temas de artes visuales e historia del arte. Se vinculó como practicante en septiembre de 2021 y en enero de 2022 fue contratada como periodista de la sección de Cultura.@Andreajc1406ajaramillo@elespectador.com

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