Publicidad

“Las historias que nos contamos podrían no ser ciertas, pero son lo que tenemos”

Samanta Schweblin acaba de publicar “El buen mal”, una colección de seis cuentos en los que crea un ambiente en el que lo terrorífico se mezcla con lo cotidiano. En esta entrevista habló sobre la construcción de estos relatos.

Santiago Díaz Benavides
18 de marzo de 2025 - 01:00 p. m.
“El buen mal” es la cuarta antología de cuentos de Samanta Schweblin, entre las que también se destacan “Pájaros en la boca” (2009) y “Siete casas vacías” (2015). Además, la autora ha escrito dos novelas: “Kentukis” (2018) y “Distancia de rescate” (2014), que cuenta con una adaptación cinematográfica de Claudia Llosa.
“El buen mal” es la cuarta antología de cuentos de Samanta Schweblin, entre las que también se destacan “Pájaros en la boca” (2009) y “Siete casas vacías” (2015). Además, la autora ha escrito dos novelas: “Kentukis” (2018) y “Distancia de rescate” (2014), que cuenta con una adaptación cinematográfica de Claudia Llosa.
Foto: Alejandra López / Cortesía Penguin Random House
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

Desde la salida de “Siete casas vacías”, hace unos años, los lectores veníamos añorando un nuevo libro de cuentos de la escritora argentina. Su literatura consigue, como pocas, situarse al borde de nuestros límites. Sus textos generan un estado de alarma silencioso, una incomodidad que se instala en nuestras mentes y no nos suelta. En “El buen mal”, su más reciente libro, ese dominio narrativo alcanza nuevas profundidades: personajes atrapados en situaciones sin retorno, espacios donde lo cotidiano se vuelve maleable y una exploración de la moralidad que escapa de los lugares comunes.

Samanta Schweblin, una de las voces más destacadas de la literatura latinoamericana contemporánea, se ha consolidado como una maestra del cuento, un género que, según la autora, exige una precisión quirúrgica y una entrega absoluta tanto del escritor como del lector. En conversación para El Espectador, la autora ahondó en las obsesiones que atraviesan este libro, la relación entre lo real y lo onírico en sus historias, y la necesidad de cuestionar las categorías rígidas de lo bueno y lo malo.

“El buen mal”: cuando lo extraño despierta

El título del libro encierra un juego de fuerzas opuestas. Schweblin explicó que “El buen mal” nació del primer cuento que escribió para esta colección y que, al avanzar en la escritura, se dio cuenta de que esa tensión estaba presente en todos los textos.

“Vivimos en un mundo de inmediatez y simplificaciones”, dijo la autora. “A veces, lo que parece malo o amenazante es justo lo que necesitamos para despertar. El título es una invitación a mirar de nuevo, a cuestionar las etiquetas de qué es lo ‘bueno’ y lo ‘malo’. A salirnos de esta peligrosa polarización de todo. Si algo nos define como humanos, es nuestro instinto por la narración. Muchas veces es en las historias que nos contamos a nosotros mismos, donde encontramos nuestra perdición y nuestra salvación, y este libro habla muchísimo de esta trampa”.

Esa ambigüedad es la que recorre sus cuentos. Los protagonistas se enfrentan a situaciones en apariencia normales, hasta que un giro imprevisto los obliga a cuestionarlo todo. No hay certezas ni respuestas fáciles, solo la posibilidad de que lo desconocido –aquello que inicialmente nos incomoda– sea la clave para comprendernos mejor.

En sus obras anteriores, Schweblin ha explorado la relación entre la tecnología y la identidad, especialmente en “Kentukis”. Sin embargo, en “El buen mal” el foco estuvo puesto en otro tipo de amenaza: nuestros prejuicios y nuestra forma de percibir el mundo.

“Tendemos a demonizar la tecnología, pero el problema no es la herramienta en sí, sino el uso que le damos”, explicó. “Si pensamos en ‘el mal’ como aquello que nos resulta desconocido o ajeno, nos damos cuenta de que lo peligroso no es lo externo, sino nuestra manera de interpretar y reaccionar frente a lo extraño”.

Esa idea atraviesa muchos de los cuentos del libro. La autora construye escenarios en los que la frontera entre lo familiar y lo inquietante se desdibuja. Nada en sus historias es sobrenatural, pero la forma en que están narradas genera la sensación de que algo se ha desplazado de manera imperceptible, alterando la realidad de los personajes.

Uno de los rasgos distintivos de la narrativa de Schweblin es su manejo del espacio. En sus cuentos, el entorno parece adaptarse a la percepción de los personajes, creando una atmósfera en la que lo extraño se siente peligrosamente cercano.

“Muchas veces la idea de un cuento nace a partir de un espacio”, confesó. “Me interesa generar en el lector una sensación de realidad posible, que lo haga dudar de su propio entorno. Nada en estos cuentos es fantástico, pero al jugar con las ambigüedades de lo real, lo inquietante se vuelve mucho más potente”.

Al leer “El buen mal” los lectores nos convertimos en participantes activos, completando los vacíos y dotando de significado a lo que el texto sugiere. Schweblin lo describió como una forma de invitar a la reflexión: “Las historias que nos contamos podrían no ser ciertas, pero son todo lo que tenemos”.

El cuento como artefacto preciso

A pesar de haber incursionado en la novela con “Distancia de rescate”, Schweblin es reconocida sobre todo como cuentista. Su devoción por el género se refleja en la meticulosidad con la que construye cada texto.

“El cuento es un género exigente”, dijo. “Cada palabra importa, cada giro tiene que ser preciso. A veces lleva más tiempo escribir un libro de cuentos que una novela, porque no hay espacio para el descuido”.

La autora menciona a escritores como Alice Munro, Tobias Wolff, Shirley Jackson y Antonio Di Benedetto entre sus principales influencias. Al igual que ellos, busca historias que dejen una marca indeleble en el lector, cuentos que sigan resonando mucho después de haber cerrado el libro.

Si algo define la literatura de Schweblin es su capacidad para perturbar y fascinar a partes iguales. En “El buen mal”, cada cuento es una pieza que encaja en un rompecabezas mayor: un mapa de lo que nos inquieta, de las emociones que no sabemos nombrar, de los miedos que se esconden en lo cotidiano.

“Hay obsesiones que vengo arrastrando hace ya varios libros, a veces solo es hasta que publico que descubro que muchos de mis temas siguen teniendo protagonismo. La fatalidad de cómo nos falla el lenguaje, el problema de la incomunicación, las relaciones entre padres e hijos, esa necesidad de un ‘otro’ amenazante que termina muchas veces siendo parte de la solución. La soledad, el dolor de la pérdida. Y los fantasmas reales, esos otros que parecen extraños, pero se mueven por nuestra la realidad con guiños sabios y misteriosos”.

Samanta Schweblin nos ofrece en “El buen mal” un conjunto de cuentos que invitan a cuestionarnos, a dudar de nuestras certezas y, sobre todo, a descubrir qué sucede cuando lo extraño se instala en nuestra realidad.

¿Estamos preparados para enfrentar lo que nos incomoda? Schweblin no nos da respuestas, pero nos deja con una certeza: hay historias que no nos abandonan, porque nos obligan a mirar el mundo con otros ojos.

Por Santiago Díaz Benavides

Conoce más

Temas recomendados:

Sin comentarios aún. Suscríbete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.
Aceptar