Sandro Botticelli, el maestro resucitado
Hasta el 7 de mayo Cine Colombia presentará el documental “Botticelli, Florencia y los Medici”, en el que se explora la vida y obra de uno de los maestros del renacimiento italiano.
Andrea Jaramillo Caro
Cuando en el siglo XIX los artistas prerrafaelitas como John Everett Millais y Dante Gabriel Rosetti redescubrieron la obra del artista italiano que maravilló a la Florencia del siglo XVI, le inyectaron una nueva vida a los personajes que Sandro Botticelli había pintado siglos atrás. La obra del maestro renacentista, cuyas obras como “La primavera” y “El nacimiento de Venus” vencieron la prueba del tiempo, permanecieron resguardadas en el olvido durante años hasta que este grupo de artistas tomaron como inspiración el canon de belleza que el florentino había trazado en sus días como el ideal occidental.
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Cuando en el siglo XIX los artistas prerrafaelitas como John Everett Millais y Dante Gabriel Rosetti redescubrieron la obra del artista italiano que maravilló a la Florencia del siglo XVI, le inyectaron una nueva vida a los personajes que Sandro Botticelli había pintado siglos atrás. La obra del maestro renacentista, cuyas obras como “La primavera” y “El nacimiento de Venus” vencieron la prueba del tiempo, permanecieron resguardadas en el olvido durante años hasta que este grupo de artistas tomaron como inspiración el canon de belleza que el florentino había trazado en sus días como el ideal occidental.
Aunque sus pinturas más representativas estuvieron en bodegas años después de su época dorada y de su muerte, el nombre de Botticelli hoy resuena como uno de los más grandes artistas de su tiempo. Siendo muy joven ganó reconocimiento en su oficio y llegó a ser de los pintores más afamados en Italia. Sin embargo, nada permanece y los gustos fueron cambiando hasta que, como Ícaro, tocó el cielo con las manos y entonces su popularidad cayó y murió enterrado en deudas y en el olvido.
Entre la mitología y la religión, Botticelli se destacó por su habilidad para los retratos, la forma vívida en la que pintaba las escenas y su destreza para contar historias de manera visual. Bajo la tutoría de otros artistas, como Andrea del Verrochio, Antonio Pollaiolo y Filippo Lippi, el joven Botticelli aprendió lo que necesitaba para impresionar a los Medici. Esta familia de mercaderes y banqueros que reinaron sin corona sobre Florencia durante años y que basaron gran parte de su gobierno en las artes y la cultura como instrumentos de propaganda.
“En la época de Lorenzo de’ Medici, ‘Il Magnifico’, una época verdaderamente dorada para los hombres de talento, floreció un artista llamado Alessandro…”, así fue como Giorgio Vasari decidió comenzar la biografía de Botticelli en “Las vidas de los artistas”. Nombrado al nacer como Alessandro de Mariano di Vanni Filipepi, él fue el último hijo de un curtidor de pieles y se estima que nació en 1445. Para 1470, a los 25 años, el artista ya tenía su propio taller en casa de sus padres. Durante ese año recibió su primera gran comisión por parte de los Mercaderes para pintar en un panel, que ahora se exhibe en la Galería Uffizi, una de las siete virtudes: Fortaleza. Con esta pintura comenzó su incursión en el mundo de los Medici.
“En 1459, Cosme el Viejo había fundado, en la villa de los Médicis en Careggi, la Academia Neoplatónica florentina. Allí se reunían intelectuales como Pico della Mirandola, Agnolo Poliziano y el filósofo Marsilio Ficino, traductor de las obras de Platón y teórico del neoplatonismo. La adhesión de Botticelli a la cultura neoplatónica de su época queda representada de manera evidente en sus cuatro grandes obras de tema mitológico realizadas en la década de 1480: La Primavera, Palas y el centauro, Venus y Marte y El nacimiento de Venus”, escribió Alessandra Pagano en National Geographic.
Mientras que su popularidad en Florencia crecía, su mecenas estableció un acuerdo con el papa Sixto VI. En una guerra abierta entre el Vaticano y los Medici, Lorenzo el Magnífico decidió intercambiar la paz por los artistas más valiosos de su corte, entre los que consideró a Botticelli. Así, partió a Roma, donde trabajó en los muros de la Capilla Sixtina. A su regreso continuó pintando, bajo el manto de los Medici, escenas mitológicas que seguían sorprendiendo a su audiencia.
Sin embargo, cuando Lorenzo de’ Medici falleció en 1492, la vida cultural de la ciudad y sus días dorados desaparecieron de la noche a la mañana, pues el fanatismo cristiano del fraile Girolamo Savonarola se apoderó de Florencia y de la mente de Botticelli. Con las llamadas “hogueras de las vanidades”, en las que el fraile quemaba todos aquellos objetos que pudieran ser considerados como un exceso de belleza, el estilo, los temas y los sujetos en las pinturas de Botticelli cambiaron drásticamente hacia imágenes más recatadas y con temáticas religiosas.
A pesar de esto, el artista nunca abandonó su búsqueda por la belleza y por una musa universal. Años después de su muerte, en 1510, cuando los prerrafaelitas rescataron su nombre del olvido, Sandro Botticelli volvió a gozar de la fama que alguna vez tuvo en vida. Su representación de Venus se convirtió en una inspiración para este grupo de artistas y llegó a trascender hasta el siglo XX, cuando se transformó en un ícono de la historia del arte que, no solo fue reproducido por Andy Warhol, sino que ahora la imagen del “Nacimiento de Venus” se puede encontrar estampada en cuanto objeto exista.