“Sano abandono”: el estigma de la lepra narrado por una médica
Una reseña y entrevista sobre Sano abandono, una novela escrita por la médica e investigadora Nora Cardona. Hoy presentará su libro en el Gimnasio Moderno, de la mano de la escritora Piedad Bonnett. La charla será sobre la “narrración de la enfermedad a través de la literatura”.
Laura Camila Arévalo Domínguez
Una leprosa con sentido del humor. Esperanza Casas Gaitán, la protagonista del libro de Nora Cardona, fue la suma de las tragedias que esta médica e investigadora conoció a lo largo de su ejercicio. La creó como una mujer hermosa y rica, con un futuro de esos que se les auguran a los elegidos por Dios, el universo o la suerte. Ese horizonte fértil para todas las cosas buenas o placenteras de la vida, se oscureció cuando una mancha le anunció a esta joven promesa de felicidad, que lo único seguro que tendría en la vida sería sufrimiento. Un sufrimiento de todo tipo, en todas sus dimensiones, con todas las intensidades y de parte de quien fuera, así algunos, como sus padres, lo único que quisieran demostrarle fuese amor. Su amor le dolía. Los gestos se sentían como actos lastimeros para quien ya está condenando a vivir manchado. “Sano abandono” narra la vida de una mujer que se endureció por sus circunstancias y que contó su trasformación con gracia e inteligencia.
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Una leprosa con sentido del humor. Esperanza Casas Gaitán, la protagonista del libro de Nora Cardona, fue la suma de las tragedias que esta médica e investigadora conoció a lo largo de su ejercicio. La creó como una mujer hermosa y rica, con un futuro de esos que se les auguran a los elegidos por Dios, el universo o la suerte. Ese horizonte fértil para todas las cosas buenas o placenteras de la vida, se oscureció cuando una mancha le anunció a esta joven promesa de felicidad, que lo único seguro que tendría en la vida sería sufrimiento. Un sufrimiento de todo tipo, en todas sus dimensiones, con todas las intensidades y de parte de quien fuera, así algunos, como sus padres, lo único que quisieran demostrarle fuese amor. Su amor le dolía. Los gestos se sentían como actos lastimeros para quien ya está condenando a vivir manchado. “Sano abandono” narra la vida de una mujer que se endureció por sus circunstancias y que contó su trasformación con gracia e inteligencia.
Esperanza. Después de años de convivir con su enfermedad, odió su nombre, que parecía burlarse de lo que terminó siendo su vida. Cardona, en palabras de su protagonista, habló de la transformación de una mujer que se convirtió en monstruo. “Con la negrura de mi pensamiento no puedo evitar repetir, de nuevo, lo que significa mi nombre; una estafa. Esperancita, mala mentira, mala verdad”.
Esta historia de una payanesa que no pudo disfrutar de las virtudes con las que nació, fue creada como un rompecabezas que sumó todas las posibles dolencias, dolores, anhelos, ofensas y destinos de miles y miles de pacientes diagnosticados con lepra en Colombia. Nora Cardona escribió esta novela a partir de sus experiencias con ellos, que en la época en la que se ambientó el libro (Siglo XIX), fueron recluidos en lazaretos: estructuras al interior de ciudades como Cartagena o Agua de Dios, en las que vivían los enfermos para “proteger a los sanos”.
“La rigurosidad del encierro, tanta inhibición y prohibición eran suficientes; nadie parecía escuchar al cura desde su púlpito. Nadie refutaba lo que predicaba, pero ninguno de los señalados obedecía o cambiaba su condición de pecador. Había un pacto tácito entre nosotros, Dios ya castigó; los curas pretenden inventarse más castigos para nosotros. Ya pocos le temían a otro castigo; la lepra era el mayor, era el infierno en vida”, decía Esperancita, como la llamaban.
Fueron nuevas mini sociedades con sus propias reglas. Tenía iglesia, escuela y convento propio. Los niños que llegaban, escoltados por policías y con las mejillas llenas de lágrimas, conseguían nuevas mamás. Mamás leprosas. Los sanos de las sociedades usuales, les decían así a los enfermos. Y los enfermos se decían así entre ellos mismos. En su nueva sociedad, consiguieron algo de tranquilidad y normalidad, estados que afuera se convirtieron en un imposible por cuenta del estigma que venía con la enfermedad.
Usted es médica e investigadora, ¿cómo terminó escribiendo una novela?
A mí siempre me ha gustado escribir. Desde niña escribo cuentos. Me gusta escribir las historias de los demás. Soy una cazadora de historias que escribe sobre los demás en primera persona. Como si se hubiese convertido en un hábito ponerme los zapatos de los demás e inventarme, a partir de lo que veo en sus vidas reales, historias. Me dedico a hacer investigación en enfermedades tropicales olvidadas. La lepra es una de ellas. Yo empecé a trabajar en esto en el año 91 y he conocido muchos aspectos de la enfermedad, no solamente la parte clínica, sino también la de investigación, inmunología y epidemiología. En Agua de Dios y en Contratación conozco pacientes, además de otros congresos en el exterior, porque he participado en redes de investigación internacionales, así que he estado en más lazaretos como los de Etiopía o Filipinas y países que realmente son muy pobres y en los que la enfermedad es prevalente. Todo esto fue alimentándome un relato que, además, se complementa con la historia de la microbiología. En la década de 1884, Hansen descubre la bacteria y esta enfermedad, desde el punto de vista científico, deja de ser un castigo divino, pero para la población general fue muy difícil que eso cambiara. A la paciente de esta historia le toca enfrentar eso. Su vida transcurrió en la época en que descubren el bacilo, por el que hicieron una ley de la República de Colombia que obligó a todos los pacientes con la enfermedad a ir a reclusión obligatoria.
¿Los detalles y sucesos fueron, entonces, hechos reales de distintos pacientes que conoció?
Sí, lo que está en el libro fue lo que vi en los pacientes. Eran personas abandonadas que, además, abandonaban a los suyos porque eran llevadas obligatoriamente a la reclusión. Esta era una norma de sanidad, de salud pública. Según la ley, había que aislarlos para que no se contagiaran los demás. Con la historia de la medicina, con la clínica, el entendimiento de la enfermedad y con la parte humana, fui creando esta novela.
Hábleme de su profesión...
Soy médica de la Universidad CES, hice un año rural y después me presenté a una especialidad médica, que es como de laboratorio, se llama Medicina en laboratorio. Mi profesor, el doctor Marco Restrepo, un parasitólogo que practicamente trajo la parasitología a Colombia, me preguntó si quería trabajar investigando estas enfermedades tropicales, pero que tenía que empezar de cero. Yo acepté el reto muy ilusionada y empecé a hacer proyectos y a mirar otras enfermedades distintas a las que veía el doctor Restrepo. Fui haciendo un grupo de investigación en lepra y micología, que son las enfermedades por hongos.
Por qué hacer una novela y no una crónica, por ejemplo...
Porque me gustó más la idea de personificar la enfermedad en vivencias y en familia. En el sanatorio conocí la estructura de estos lugares, me enteré de cómo funcionan, cómo son los pacientes que habitan allá, etc. Y creo que ya hay muchas crónicas sobre la lepra. En Colombia se han escrito libros de historia, etc. Pensé que no había una novela sobre este tema. No como La montaña mágica, de Thomas Mann; o como Madame Bovary, que tenía tuberculosis. No la conocía, así que tampoco tuve que pensarlo, fue muy intuitivo.
Y sobre su rol como escritora... Hablemos de eso, ¿está habituada a hacerlo?
Realmente, yo no tengo una formación de escritora, yo soy simplemente una aficionada a escribir. Lo hago los fines de semana o en las noches. Cuando veo alguna historia que me impacta o cuando oigo algo, lo escribo y después me siento y lo amplío, pero no tengo una rutina de escritora. Me pensioné el año pasado, pero trabajo medio tiempo todavía. Gracias a esto ya he asistido a unos talleres de escritura y a veces le dedico a esto un sábado entero. Lo que hice lo reviso, pero dejo que pasen unos quince días.
Hay una dimensión religiosa muy relevante en su libro. Una de las explicaciones que se le da a Esperanza sobre el origen de la enfermedad son los castigos divinos que Dios manda a sus hijos pecadores...
De la enfermedad se habla desde los tiempos bíblicos. La lepra es considerada un castigo divino y hay, por ejemplo, pecados, como hablar mal del otro, que ocasionan la enfermdad. Claro, que la ocasionan según la Blblia. Moisés fue el primer salubrista que se conozca en la literatura, pues él fue el que diseñó y dijo cómo se debían tratar los pacientes que empezaban a tener manchas en la piel. Inclusive, decían que lepra estaba hasta en las casas porque eran humedades y había daños. Si no se reponían con arreglos, se destruían. O sea, la misma palabra usada para el daño físico y el daño estético. En el Nuevo testamento, además, hay muchas historias de Jesús curando a leprosos. La enfermedad también tiene una connotación muy importante en la medicina: el descubrimiento del bacilo fue hecho por un doctor noruego que se llamaba Hansen. Fue el primero que dijo que la enfermedad era de carácter infeccioso y no hereditario. Su hallazgo contradijo a la parte religiosa, pues no era un castigo divino. Todos estos avances científicos se tomaron mucho tiempo para permear la sociedad y sus creencias.
Con su novela, se evidencia el padecimiento humano, pero no solamente desde lo físico, sino desde lo más emocional. La enfermedad que atraviesa al paciente también se convierte en un tormento para las personas que lo rodean...
Los pacientes son personas muy tristes. Se les nota el abandono, la tristeza y desolación. Muchos prefieren dejar la casa antes de que los echen, se vuelven ermitaños o tenían que ir obligados al sanatorio. Hoy en día, cuando se hace el diagnóstico, la persona queda absolutamente en shock por toda la connotación que tiene la enfermedad desde el punto de vista social y religioso. Son asuntos que siguen calando, pues la información sigue en el imaginario de las personas, que señalan a la persona diagnosticada como alguien sucio que tiene malos pensamientos. Como un pecador que está cumpliendo una condena o como alguien maldito.