Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Hace poco más de 500 años, un marinero sevillano decidió unirse a las embarcaciones españolas que partían hacia el Nuevo Mundo. Rodrigo de Bastidas tomó uno de los primeros viajes, posteriores a los de Colón, partiendo de Cádiz en el año 1500. Iba acompañado de grandes personalidades: el cartógrafo y navegante Juan de la Cosa y el conquistador Vasco Núñez de Balboa. Su objetivo: encontrar riquezas, ya que había prometido a la Corona española regresar con la cuarta parte de sus ganancias como tributo.
La carabela “Santa María de Gracia” y el bergantín “San Antón” trajeron a los veintidós tripulantes españoles a las islas del Caribe, donde descubrieron una pequeña isla cercana a Guadalupe, a la que bautizaron con el nombre “Verde”, que, según la Real Academia de la Historia, podría referirse a la actual Granada. Desde allí, tomaron rumbo hacia el sur, topándose con la costa venezolana y, con el objetivo de llegar a Tierrafirme —reino español que abarcaba el norte del continente suramericano— emprendieron marcha hacia el oeste. Allí encontraron el Cabo de la Vela.
Acompañado del cartógrafo Juan de la Cosa, de Bastidas recorrió la costa caribe colombiana, desde el Cabo de la Vela hasta el golfo de Urabá. Por este motivo se le considera el descubridor de Colombia y Panamá, al haber encontrado la costa del Darién. En este viaje tuvo complicaciones con sus navíos, gracias a agujeros causados por el gusano Teredo navalis y tormentas que lo hicieron naufragar cerca a Jaraguá, actual República Dominicana.
Regresó a Sevilla tras ser enjuiciado por perder su cargamento. Allí, intentó capitular un nuevo viaje al Nuevo Mundo, pero fracasó en el intento. Rodrigo de Bastidas se convirtió en un comerciante para llevar mercancías a la isla de La Española, en donde amasó riquezas y se estableció en Santo Domingo, aunque, por muchos años, fuera rechazado en sus intentos de descubrimiento y conquista de nuevos territorios.
No fue hasta que recibió la noticia de que Gonzalo Fernández de Oviedo buscaba hacerse gobernador de las tierras de Santa Marta, intentando firmar unas capitulaciones con peticiones excesivas en 1519, que tuvo el interés de reclamar esta región. Rodrigo de Bastidas presentó una propuesta mucho más modesta y el 6 de noviembre de 1524, obtuvo el permiso de la Corona para tomar posesión de este territorio.
Entre dificultades para conseguir dinero por un conflicto con su anterior compañero de negocios y tropas conquistadoras, que tras el descubrimiento de Perú tomaban dirección al nuevo territorio, zarpó entre 1525 y 1526 hacia las costas de Santa Marta e inició la construcción de la fortaleza y la primera ciudad en Colombia.
El gobernador y adelantado de Santa Marta, Rodrigo de Bastidas, levantó su ciudad en la provincia de Betoma, cercano a la desembocadura del río Manzanares. Esta nueva construcción apenas tenía cincuenta habitantes, quienes por orden de su fundador mantuvieron estrechas relaciones comerciales con los indígenas, resultando en muchas ganancias en oro para los españoles.
De Bastidas ordenó no repartir el oro, ya que debían pagar los gastos del viaje, creando resentimiento entre sus colonos. Sus políticas de no agresión contra los indígenas y el obligar a los españoles a trabajar en la construcción del fuerte, creó disenso entre sus filas, permitiendo que el alcalde de Santa Marta, el teniente general Pedro Villafuerte, preparara un golpe.
Durante la noche, Pedro Villafuerte, en compañía de otros, entraron a sus aposentos para asesinarlo, pero fracasaron en su intento, siendo capturados y enviados a la horca por Rodrigo Álvarez Palomino, quien se mantenía fiel al adelantado de Santa Marta. Malherido, Rodrigo de Bastidas tomó un barco en dirección a Santo Domingo para recuperarse, pero por los vientos terminó en la isla de Santiago de Cuba, donde poco después falleció.
La posición estratégica de Santa Marta, al ser una entrada al continente, los hizo vulnerables a ataques de piratas británicos y franceses, siendo atacada en 1543 y quemada en múltiples ocasiones entre 1655 y 1692. La Corona destinó, entonces, la construcción de los fortines que protegerían de los bandidos a la ciudad, permitiendo así la aparición de los fuertes San Juan, San Vicente, Nuestra Señora de la Caridad, San Antonio, Punta de Lipe (actual San Fernando) y El Morro.
Con el paso de los años, Santa Marta se convirtió en uno de los puertos más importantes del reino de Nueva Granada, siendo el punto por el cual se movilizaba todo tipo de comercio de importación o de exportación. Y no fue sino hasta mediados del siglo XX, según el Banco de la República, que los restos del descubridor Rodrigo de Bastidas regresaron a su ciudad, siendo resguardados en la Catedral de Santa Marta, hasta el día de hoy.