Santiago Gamboa: “La espiritualidad también es la literatura”

“Será larga la noche” (Random House) es la nueva novela negra del escritor bogotano. Un tiroteo visto por un menor de edad y un contexto de posacuerdo sumergen al lector en un misterio que parece involucrar a una comunidad cristiana del Cauca.

Andrés Osorio Guillott
29 de septiembre de 2019 - 02:00 a. m.
Santiago Gamboa: “La espiritualidad también es la literatura”
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A medida que avanzan las páginas, y a medida que avanzó la conversación con Santiago Gamboa una tarde en la que se percibe el caos de Bogotá que se menciona fugazmente en Será larga la noche, se va vislumbrando una nueva visión sobre la historia del conflicto armado en Colombia. Una visión desde la literatura que muestra que muchos de los acontecimientos de la guerra podrían leerse como una gran novela negra, o mejor, como muchas novelas negras. Misterios que enlodan las llamadas fuerzas oscuras que se camuflan en el poder, en las iglesias, en las instituciones del Estado que han perdido su credibilidad por la corrupción, que más que un mal general de nuestra soberanía es un elemento inherente a nuestra condición humana.

Julieta Lezama, una periodista independiente, y Johana, una exguerrillera de las Farc, son las encargadas de investigar un enfrentamiento en una carretera aledaña al Cauca, en uno de los pasadizos que parecen extraviarse entre la maleza y las profundidades de un país que ha visto perder a sus habitantes entre la tierra y los ríos. Julieta y Johana representan a una población que ha tenido que encargarse de la justicia de sus muertos, de sus desaparecidos. La ausencia de un Estado, la impunidad que recae sobre la historia de las víctimas en Colombia y las estrategias de un sector del poder por negar las memorias de la guerra invitan a los mismos habitantes a buscar mecanismos para defenderse, para darse a escuchar, para esclarecer lo que el Estado mismo ha ignorado.

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“En Colombia, la justicia está atorada. Hay una grandísima impunidad que proviene, además, de muchas cosas. Primero, del absoluto desamparo y de la ausencia de Estado en muchísimas regiones del país donde ocurren estos crímenes. Por ejemplo, a mí me impresionó mucho el crimen de la candidata Suárez, que es una cosa muy parecido a lo que ocurre en la novela. A dos o tres semanas no sabemos quién fue. Entonces un planteamiento como el de mi novela no es un planteamiento de mi novela, es la pura realidad. Aquí el problema es que la impunidad opera en diferentes formas, pero siempre pareciera que gana”, afirmaba Gamboa.

La novela está compuesta por elementos que dan cuenta de los factores que han permeado la totalidad del territorio nacional de violencia, desigualdad y dolor. Comunidades indígenas que fueron víctimas de la guerra, poblaciones diezmadas y recelosas con los peregrinos, niños que crecen con imágenes agónicas y salpicadas de sangre, un personaje que viene de las entrañas de la guerra y que encarna la idea misma de la reconciliación como el mayor de los propósitos de una sociedad en tránsito hacia la paz van determinando un relato que invita a observar los retos de nuestro tiempo y a afrontar la responsabilidad de asumir nuestras memorias y los múltiples caminos del porvenir.

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“En el caso de mi novela, uno de los elementos fundamentales son las iglesias evangélicas, que es otro de esos problemas que son del posconflicto, porque si siguiéramos en guerra a nadie le importarían. En el plebiscito se hicieron notar como un grupo de poder político y este es un problema que compartimos con América Latina. Bolsonaro fue apoyado por varias iglesias. Curiosamente, en México, que es un gobierno de izquierda y progresista, también tiene cercanía López, porque la esposa es cercana a una iglesia. Esas iglesias, para mí, forman como un conglomerado interesante de mirar. Me llamó la atención hacer una pequeña investigación literaria en un mundo tan sospechoso. Respeto la espiritualidad como mejor le parezca. Pero ya cuando el pastor llega con la foto de un político y le dice a la gente que tiene que votar por él porque él como el pastor le ha vendido los votos de esa feligresía, lo cual se convierte en un delito. No es normal que se haga política sobre la base de una creencia religiosa, porque vamos a suplantar la Constitución por la biblia. Son personas que nos van a obligar a vivir como sociedad de acuerdo con los preceptos morales de una religión. Entonces, ¿qué es lo que pasa? Ellos se amparan en la libertad de culto para llegar a donde llegan, pero el hecho de que lleguen a la política es un atentando contra la libertad de culto, porque lo que hacen después como senadores y representantes es decir que hay que prohibir la adopción de parejas gay porque su fe no se los permite, entonces atentan contra la libertad de culto porque hay gente que piensa distinto y que cree en otras cosas. El culto y la espiritualidad no son solamente religiones. La espiritualidad también es la literatura, la música, otras cosas, entonces por qué lo tengo que vivir de acuerdo con los preceptos de ellos, y por eso, para mí, son un problema de seguridad nacional. O nos meten en cintura o esto va a ser el desmadre”, contaba Gamboa.

“Danos hoy nuestra pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden...”. Ese fragmento del padrenuestro fue traído a colación para recordar que en los días previos al plebiscito muchos evocamos esta oración para recordarle a un país católico por tradición, y quizá por convicción, que sus palabras y mensajes servían a la perfección para entender la esencia del perdón entre hermanos que llevaban varios lustros matándose en nombre de los intereses del poder.

“Hacer la paz significa ejercer la violencia contra uno mismo. Tener que darle la mano a una persona que te hizo daño. Sí creo en la reconciliación, a pesar de que el Gobierno quiere desmontarlo. Tenemos la obligación de seguir luchando. Es que mi novela es así… de posconflicto en la medida que quiere mirar cosas nuevas y ver cuál es la situación de la Colombia de hoy y por dónde vamos. Sí, es preocupante, pero debemos seguir. No soy creyente, pero estoy dispuesto a hacer lo que dicen estas oraciones. Darle la mano al enemigo. Mi personaje es un modo de decir que no puedo contratar a un desmovilizado porque no tengo terreno ni empresas, pero como soy novelista sí puedo traer uno con mi novela y darle un espacio y darle vida… Comprender es un modo de tener y transmitir afecto. Interesarse por alguien es un modo de comprender y de ser perdonado y perdonar. El perdón es como el amor, no se puede obligar, tiene que nacer. Es un modo de incorporarlo en la vida”, concluyó el escritor bogotano.

VII Festival Gabo en Medellín: Sidarta Ribeiro (Brasil), neurocientífico e investigador de la memoria y los sueños, y Santiago Gamboa (Colombia), escritor y periodista, conversarán con Karim Ganem Maloof (Colombia), editor de El Malpensante, sobre el impacto de los sueños y las pesadillas en el oficio narrativo.

Por Andrés Osorio Guillott

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