Santiago Posteguillo: “Julio César es un ejemplo de acumulación de poder”
Presentamos la segunda parte de la entrevista con el escritor Santiago Posteguillo para el especial “Fuera del papel”, en el que elegimos a personajes de las novelas de los autores y basamos la entrevista en alguno de ellos para hablar sobre su construcción, su relación con el escritor, la obra y el oficio. Esta vez la conversación se basó en Julio César, de “Maldita Roma”.
Andrea Jaramillo Caro
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El escritor, filólogo, lingüista y doctor europeo Santiago Posteguillo visitará la Feria Internacional del Libro de Bogotá entre el 30 de abril y el 1° de mayo, a propósito del segundo libro en su saga sobre Julio César, Maldita Roma.
Posteguillo se ha enfocado en diferentes personajes de la antigua Roma desde su primera novela, Africanus, en 2006, que cuenta la historia de Escipión. A través de sus novelas históricas ha abordado las vidas de otros personajes, como la emperatriz Julia Domna y Trajano.
Maldita Roma es la secuela de Roma soy yo, las primeras dos partes de seis en las que el autor español relatará la vida de César.
En alguna parte leí que viajó a Roma cuando tenía seis años. De esos primeros recuerdos que tiene de encontrarse con este mundo, con toda esta cantidad de información, ¿qué fue lo que más lo impactó y cómo se desarrolló ese interés por este tema?
Creo que, como muchas veces me han preguntado sobre mi interés en Roma, yo siempre he recordado ese viaje de infancia con cariño y creo que tengo ahí varios recuerdos, pero sí que creo que, a un niño de esa edad de seis años, pues, si ves el Coliseo, te impacta, te impresiona este enorme edificio y cuando encima te cuentan lo que ocurría ahí dentro y lo antiguo que es. Eso no quiere decir que yo en ese momento me conjurara ahí con seis años, yo juro que escribiré novelas sobre la antigua Roma, eso no lo recuerdo. Pero sí que es un momento, pues, bonito de mi infancia y con mis padres y que está ahí. Y que quizá, pues, puede que de alguna forma tuviera una pequeña semilla, para lo que luego he estado haciendo.
En las conversaciones entre sus personajes, ¿qué elementos narrativos utiliza para comunicar los rasgos de personalidad que encuentra de cada uno?
Lo que tenemos que hacer es, por un lado, revisar el modo en el que habla cada uno. Cicerón o César hablaban muy bien y esto lo muestro en los discursos que hacen en el Senado en ambos casos, y también cuando hablan entre ellos o con otros personajes. Hay otros que pueden tener reconocidos incluso pequeños problemas al hablar, como un Metelo, de quien se decía que era tartamudo, por ejemplo. Eso lo tienes que reflejar. Luego, puedo emplear también las acotaciones entre guiones, cuando una persona está interviniendo, para explicar con gestos o adjetivos y que el lector tenga más información sobre cómo está hablando ese personaje en ese momento y pueda interpretar o bien su estado de ánimo o su personalidad.
En el pasado ha hablado de que hay pasajes históricos que pueden parecernos inverosímiles, ¿por qué cree que esto puede suceder cuando habla de personajes como Julio César?
Porque podemos pensar que en épocas tan distantes se fuera mucho más diferente de lo que se es ahora. Y realmente, desde el punto de vista del carácter y de las cuestiones que nos mueven personalmente a los seres humanos, como la ambición, la amistad, el amor, la traición, la deslealtad, todo eso es igual ahora y hace dos mil años. Hemos evolucionado tecnológicamente, pero pienso que tú y yo tenemos estos sentimientos de ambición personal, de querer desarrollarse profesionalmente, de amistad, de personas que amamos o que odiamos, de las mismas formas que pasaban hace dos mil años. Creo que eso es algo que sorprende a veces a los lectores, sobre todo cuando tienes personajes de la envergadura histórica de un Julio César. Y la gente cuando piensa en un Julio César, no piensa que fue joven, que tuvo miedo, que fue fugitivo, que se jugó la vida en múltiples ocasiones, que amó perdidamente al menos dos veces en su vida, que se sintió decepcionado profundamente, que tuvo pérdidas personales en su vida y que sufrió mucho. Pero cuando lo vas leyendo en el personaje, lo bueno que tiene el contar esto, es que rápidamente hay un proceso de identificación, y lo que creo que tiene que hacer el escritor es precisamente explotar esto, que el lector no espera, para que el lector se sienta más atraído por lo que está leyendo.
Mencionó la palabra lealtad dentro de las características de esta figura histórica. Después de estudiar a Julio César, ¿cuál es su definición de esta palabra?
Creo que consiste en apoyar y estar con alguien que es tu amigo o un ser querido, y no decepcionar a esa persona. La lealtad puede incluir, el que si ves que esa persona, a tu entender, se está equivocando, buscar la forma de hacérselo saber. Eso también es lealtad. Incluso puede ser lealtad separarte de una persona querida si crees que el camino que está tomando no es el correcto. Eso también puede ser lealtad siempre y cuando lo digas a la cara. Y eso le pasará a César en un momento dado. César distingue entre el amigo que puede decidir separarse de él porque crea que él está tomando un camino equivocado, pero se lo dice a la cara. Y César siempre distinguirá eso de la traición. La traición es incluso el fingimiento de que alguien está contigo y luego por la espalda, a oscuras, te apuñala.
Julio César fue un estudiante y usted ha tenido varios en sus años como profesor universitario. ¿Qué le han enseñado y cómo aplica esto en su obra y vida?
Al haber sido profesor de literatura durante 30 años en la universidad, ha convivido mucho tiempo con la vocación de escritor, que es la primordial. Toda esa labor didáctica de intentar explicar los clásicos de la forma más entretenida posible para los estudiantes, de alguna forma se ha volcado a las novelas históricas que he hecho. Y, entendiendo que el género de novela histórica en sí mismo es un híbrido, donde confluye, por un lado, la ficción narrativa con la explicación de sucesos históricos, me permite incorporar fácilmente el elemento didáctico. Una novela histórica no tiene por qué tener un componente didáctico, pero lo he potenciado, porque me parece muy interesante que quien entre en una novela como “Maldita Roma” no solo se entretenga con la historia que le estoy contando del ascenso político de Julio César, sino que además creo que puede aprender historia y de cómo estaba organizada políticamente Roma, las elecciones, qué facciones políticas había, qué enemigos políticos tenía César, cómo estaba organizado el Mediterráneo, los diferentes reinos en aquel momento.
Usted ha hablado de que no le gusta repetirse en sus novelas en cuanto a las fórmulas. ¿Cómo encuentra formas distintas de acercarse a sus temas y cómo mantiene viva la curiosidad y la creatividad frente a un tema y un personaje que ha estudiado tanto?
Esto es particularmente complicado. “Roma Soy Yo”, por ejemplo, la primera novela de la serie, tenía un componente claramente estático, que es que media novela tiene lugar en una sala de un juicio y entonces ahí me doy cuenta de que tengo que trocear esa larguísima escena e intercalar saltos atrás en el tiempo que me permitan explicar qué personajes hay involucrados en ese juicio, por ejemplo, y así generar dinamismo narrativo. Ahora seguimos en Maldita Roma, pero cambio la estructura. Esta es esencialmente cronológica, sin saltos, y lo que hago es cruzar escenarios distintos. Con cada novela pienso siempre alguna estructura que introduzca algún elemento de variación para que el lector no se sienta a estar todo el rato leyendo la novela.
En sus novelas hay varias líneas de tiempo y de personajes que se cruzan, ¿cómo logró recrear el ambiente de la antigua Roma atravesada por estas historias?
Esto viene porque, aunque el núcleo central de la saga es la historia de César, creo que es importante explicar otros acontecimientos que van ocurriendo en su época porque solo así se entenderá el contexto en el que él se movió. Si sólo contara, por ejemplo, el episodio de César con los piratas, y dejara de lado las batallas de Pompeyo y Sertorio en Hispania, no iríamos entendiendo cómo hay una facción política popular que se resiste a desaparecer, que es la que lleva Sertorio, que luego heredará César. A la vez, si no mostramos las batallas entre Sertorio y Pompeyo, no podemos ver la capacidad militar de un Pompeyo con el que luego se enfrentará César. Si tú vas explicando esto en paralelo, cuando veas que César tenga que enfrentarse a Pompeyo en la novela IV, tú te acordarás como lector, que este es el mismo Pompeyo que vimos cómo era de inteligente combatiendo. Por eso voy contando estas cuestiones porque yo creo que alguien podría decir que no son necesarias. A lo mejor no son necesarias exactamente para ese momento de la vida de César, pero sí para que entiendas otras cosas que le van a ocurrir posteriormente. No pongo nada en las novelas que no tenga un sentido con la trama central, pero a veces puede parecer que no se le ve la hilazón, pero si tú sigues leyendo la saga, verás cómo al final todo va cobrando sentido.
¿Cómo cree que ha cambiado su estilo, forma de escritura y creación de personajes entre la primera saga “Africanus” y ahora la de Julio César?
El mayor cambio que he tenido que asumir ha sido el hecho de que yo hasta ahora me había planteado la narración de la vida de un personaje en dos o tres novelas, con Escipión, Trajano y Julia, y que, llegado al punto de acometer el relato de la vida de Julio César, he partido de la decisión de que no pueden ser solo tres novelas, sino que necesito una saga mucho más extensa. Ese ha sido mi mayor cambio narrativo. Y aparte, el asumir la decisión de que no me voy a pasar solo seis o siete años con un personaje y su entorno, sino que me voy a pasar un mínimo de diez o doce años. Es una decisión de cierta envergadura, porque vas a pasarte centrado en un momento muy concreto de la historia, mucho tiempo. El estilo narrativo es similar, las técnicas de investigación de las fuentes son parecidas. Entonces, yo creo que eso lo mantengo, pero pasar de un esquema grande al macro esquema de la saga de César es lo que quizás sea más diferente.
El tema del poder en este libro es muy interesante. De hecho, la novela se titula: “Maldita Roma. La conquista del poder de Julio César”. Para usted en este momento, luego de estudiar a este y otros personajes de su entorno, ¿cuál es la definición de poder?
El poder es tener la capacidad de cambiar tu entorno social. Lo que ocurre es que no es ni bueno ni malo en sí mismo. El poder es eso, tener la capacidad de poder cambiar tu sociedad. Eso es tener poder. Quien tiene poder puede cambiar la sociedad. Quien no tiene poder, pues no puede. Tú y yo lo tenemos difícil para cambiar la sociedad, pero un presidente de un gobierno sí que tiene una capacidad sustantiva de hacerlo introduciendo y promoviendo leyes, de hacer cambios sociales. Esa es la definición de poder. Ahora luego está el ejercicio moral del poder y el ejercicio inmoral del poder. El poder en sí mismo no es malo. No se puede decir que un presidente elegido democráticamente tenga un poder malo. El poder que tienen los congresos es un poder que emana de unas elecciones democráticas. Eso no es un poder malo. Es cómo se utiliza ese poder que puede ser malo o bueno. Claro, si la corrupción se empieza a introducir, por entre todos los congresistas o senadores de una cámara, entonces tendremos un poder malo. Si el presidente de un país se corrompe, pues nuevamente utiliza ese poder no para mejorar la situación de la gente de su país, sino para deteriorarla y favorecer a unos pocos. Entonces es un mal ejercicio del poder. Pero el poder es tener la capacidad de poder cambiar tu sociedad.
Y Julio César, ¿cómo ayuda a moldear esa percepción de poder, desde el momento en el que él estaba vivo hasta la actualidad?
Julio César es un ejemplo de acumulación de poder. Lo que pasa es que se ha trazado un retrato, a veces distorsionado, de cómo ejercía él el poder. Porque al haber terminado siendo nombrado dictador, y tener la palabra dictador en el siglo XXI un significado claramente peyorativo, se ha identificado como que la concentración de poder que tenía César era mala para la mayoría de los ciudadanos de Roma. Eso no es cierto. Porque César, con sus políticas, benefició a la mayor parte de los ciudadanos de Roma en contra de una oligarquía minoritaria de senadores que querían mantener la mayor parte del poder de la economía, de las tierras, de la riqueza, en sus manos. Como muestra objetiva de que César no era un dictador como los del siglo XXI, los dictadores del siglo XXI normalmente asesinan y eliminan físicamente a sus opositores. César derrota primero políticamente a sus enemigos políticos, luego viene un enfrentamiento militar. Los vuelve a derrotar, en este caso militarmente. ¿Y qué es lo que hace cuando ha ganado la guerra civil? Podría, si fuera un dictador del siglo XXI, ejecutar a todos aquellos que han estado en su contra. Contrariamente a eso, lo que hace es perdonarles la vida. Y esos a quienes perdona la vida son los que unos meses después lo rodean en el Senado en el 15 de marzo del 44 a.C. y lo asesinan. Eso no es un dictador del siglo XXI. Es una persona magnánima en la victoria. Por eso quiero decir que César concentró una gran cantidad de poder, pero es mentira que la utilizara para beneficiar solo a unos pocos. Eso no es cierto. Eso es muy contrario a la visión del dictador del siglo XXI.
Usted ha dicho que se ha enamorado de sus personajes como Julia, Trajano y Escipión. ¿Le pasó lo mismo con Julio César? ¿Cómo se dio ese enamoramiento?
Sí que hay un cierto enamoramiento, un proceso de admiración de las cosas que hace bien, admiración de su tenacidad. Pero intento que también este proceso de enamoramiento narrativo no me haga quedar ciego ante los errores que él comete. Desde alguna torpeza, hasta alguna cuestión que moralmente es muy cuestionable. Voy a intentar controlar ese enamoramiento para narrar al César más completo posible en sus luces y en sus sombras.