Santiago Rivas: “Colombia necesita terapia”
El periodista y artista plástico Santiago Rivas habló para El Espectador sobre “Acaba Colombia”, su renovado monólogo basado en el libro que publicó en agosto de 2018. Una sátira política en la que propone, a través del humor, “mandar a Colombia a terapia”.
Elena Chafyrtth
El pasado jueves 25 de abril, Santiago Rivas estrenó su nuevo monólogo Acaba Colombia, una reflexión, un despertar de conciencia o un “manifiesto en favor de la crítica destructiva”. Así como él lo confesó hace unos días en su primera función, Colombia debe dejar de engañarse y creer en esos “mitos clásicos”. Ejemplo de ello es que creemos tener el país más bello o el himno más lindo de Latinoamérica. Este monólogo es una propuesta para atrevernos a hablar de los problemas del país sin necesidad de maquillarlos, ignorarlos ni huir de ellos, como pasa la mayor parte del tiempo. Esta reflexión en voz alta nació de su curiosidad por la comedia y, al mismo tiempo, de su obsesión por tratar de solucionar las problemáticas que ha atravesado el país.
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El pasado jueves 25 de abril, Santiago Rivas estrenó su nuevo monólogo Acaba Colombia, una reflexión, un despertar de conciencia o un “manifiesto en favor de la crítica destructiva”. Así como él lo confesó hace unos días en su primera función, Colombia debe dejar de engañarse y creer en esos “mitos clásicos”. Ejemplo de ello es que creemos tener el país más bello o el himno más lindo de Latinoamérica. Este monólogo es una propuesta para atrevernos a hablar de los problemas del país sin necesidad de maquillarlos, ignorarlos ni huir de ellos, como pasa la mayor parte del tiempo. Esta reflexión en voz alta nació de su curiosidad por la comedia y, al mismo tiempo, de su obsesión por tratar de solucionar las problemáticas que ha atravesado el país.
“Hay muchos expertos que tienen una teoría sobre cómo se soluciona el país. Entonces, sacan un libro que lleva como título tipo “cinco puntos para solucionar a Colombia” o tienen una columna o un programa en donde dicen que saben cómo. Yo no pude, en serio no pude. Por eso, mi teoría es acabar con Colombia. Es decir, desmantelarla, frenarla, abolirla si se quiere”. Esta fue una de las primeras teorías que le confesó al público durante su monólogo.
En 2022 volvió a releer muchas de las teorías que había expuesto en su libro, fragmentos pequeños a modo de conversación. En ese momento se dio a la tarea de comparar cuáles de las problemáticas o situaciones allí escritas seguían presentes. Fue entonces cuando organizó el monólogo tejiendo hechos de la actualidad con ideas que había dejado escritas en su libro, pero que aún seguían tocando a la puerta de Colombia.
Poco a poco fue puliendo esta obra que, por cierto, presentaba todos los miércoles en el restaurante Primitivo, lugar que ya no existe, pero que, en su momento, le permitió conectar con la gente de otra manera a partir de la conversación, compartiendo sus pensamientos e ideas en voz alta. Con el tiempo, percibió que las fichas bibliográficas que tendría en sus manos durante las dos horas de presentación le permitirían eliminar o proporcionar material nuevo. Por eso, su monólogo se ha transformado. Las primeras presentaciones que realizó en junio de 2022 no se parecen a la nueva temporada de este año.
En esta sátira política usted propone que “Colombia debería acabar”… ¿A qué se refiere con esto?
Cuando digo que Colombia debería acabar me refiero a mi tesis básica: los países no existen. Los países, finalmente, son unas líneas que nosotros trazamos en la tierra con las cuales nos hacemos sufrir. Los países son idea. En código del maestro Willie Colón ,ni siquiera son aire; es decir, los pensamientos son ideas que compartimos, pero me parece que las ideas deberían permitirnos ser felices. Colombia es un país que hace sufrir mucho a la gente, una nación cuyos principios se ven amenazados constantemente.
En el libro, por ejemplo, menciono que no podemos acabar el país, pero lo que sí podemos es desmantelar a Colombia y no dar ninguna solución rápida, como casi siempre pasa. Siempre lo he dicho: yo no soy quien debe decir qué pasa en todo el país porque yo no puedo hablar por un montón de gente.
¿Por qué insiste en que Colombia debe ir a terapia?
Esto también lo hice de manera contestataria parodiando los muchos libros que están saliendo por parte de analistas y más analistas que continuamente creen tener la solución a los problemas de Colombia. Me refiero a títulos como “Cinco pasos para solucionar los problemas de Colombia”, “una ruta para el nuevo país”. Por eso insistí y pensé que ya estábamos muy intensos con el tema, así que lo mejor era cancelar a Colombia o mandarla a terapia: tenemos un montón de problemas de los que no hemos hablado. Justamente, esos problemas ya llevan muchas capas encima y nos invaden en distintas manifestaciones. Por ejemplo, la reforma de la salud, nuestra incapacidad de informarnos. Para mí, el punto está en cómo nosotros creamos sistemas completamente desinformativos para que el poder pueda hacer lo que se le da la gana. El poder nuestro lo ostentan unas pocas personas que tienen, exactamente, el mismo color de piel. A los pocos que se han atrevido a decir algo los han tildado de locos. Entonces, tenemos intelectuales que afirman que Colombia no es un país racista, machista ni sexista, pero si uno escarba hasta el fondo encuentra que tenemos unos sesgos de sexismo y machismo estructural, que se derivan en la transfobia rampante, en el machismo edípico de nuestro país.
En el monólogo, usted afirma que “nuestra vida política está muy ligada a nuestra vida afectiva”. Hablemos un poco de esto…
Primero debemos arreglar nuestros asuntos afectivos para luego arreglar nuestros asuntos políticos. Por eso en el monólogo muestro a Colombia como si fuera una persona. Lo podemos ver en expresiones como: “Esta Colombia linda”, “Colombia es pujante”, “Colombia es honesta”. Al concebir a Colombia como una persona, sugiero, a su vez, mandarla a terapia. Así como muchas líneas de meditación o muchas terapias buscan que uno se deshaga, suelte, sepa desmantelarse o “deconstruirse” en términos modernos, yo propongo que Colombia se deconstruya y, de esa manera, se vaya quitando estereotipos o imaginarios. Muchas veces, en la vida de una persona eso significa destruirse y renacer. Yo propongo solucionar nuestros problemas hablándolos de frente, pero no por medio de la agresión, porque mi postulado es que la violencia no es más que una evasión.
Es ahí cuando nos estancamos y nos quedamos en la misma zona de confort…
Exactamente. No hemos sido capaces. Creemos que no vamos a ser como los países civilizados y racionales y que ellos siempre serán mejores que nosotros. Nos la pasamos sintiendo que vamos a fracasar, por eso nos pegamos de lo que creemos es esa zona de confort y nos quedamos viviendo allí la mayor parte del tiempo. Curiosamente, eso también es un asunto de puro racismo. Le prestamos atención a cosas muy bobas para tratar de exacerbarlas o volverlas significativas.
Por ejemplo, los mitos clásicos que dicen que, por ejemplo, tenemos el segundo himno del mundo más hermoso. Esas son las formas en que los países latinoamericanos han tratado de participar del diálogo de occidente. Si vamos a ver, casi que todos los himnos son iguales: marchas triunfales que tienen un poema super rimbombante. Hay unos mejores, hay otros peores. A mí me parece que la mayoría son feos, abigarrados, lambones, pero todos los países latinoamericanos creyeron en el mito de que tenían el segundo himno más lindo del mundo. Y todos fueron incapaces de ganarle a Francia. Vivimos aferrándonos a vainas como “Antioquia, la más educada”, “el español más puro es el bogotano”, y de un montón de compensaciones que vienen de esa inseguridad.