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Cada vez que había un puesto directivo en alguna entidad cultural del Estado o la administración sonaba su nombre: ¿estaba esperando ser secretario de Cultura de Bogotá cuando lo nombraron?
Es un sueño que siempre tuve. Es probable que a cualquier gestor que haya dedicado parte de su vida a trabajar por los artistas y por la cultura de un territorio se le haya pasado por la cabeza ser secretario de Cultura. Es como la construcción de un prestigio, de unas relaciones con el sector, de una conversación cultural con la ciudad que me llevaron a tener la enorme suerte de que el alcalde Carlos Fernando Galán me invitara. Siento que ha sido uno de los momentos más interesantes de mi vida profesional: he podido construir una gestión por las artes, por la creatividad, el patrimonio, el deporte y la recreación de la ciudad. Para mí es un enorme honor, y me siento feliz.
Ha tenido una carrera larga como artista y gestor cultural, y dice que este ha sido uno de los momentos más interesantes, ¿por qué?
Creo que cada momento en el proceso de construcción de un proyecto sobre la cultura en la ciudad pasa por distintas dinámicas. Al principio, cuando era violinista de la Orquesta Sinfónica de Colombia, y frente a su liquidación, me volví un activista de las instituciones culturales y di esa batalla siendo muy joven con otra cantidad de músicos, compañeros en ese momento. He pasado por distintos lugares: gestión pública en la Filarmónica de Bogotá, contratista en el IDRD, subdirector de la Filarmónica y después tuve la enorme oportunidad de ser el primer director del Idartes. Lo único que pude constatar dentro y fuera de la acción pública es que me apasiona todo lo que tiene que ver con procesos y liderazgos culturales. Me encanta construir conversaciones con artistas para ayudarlos a tejer sus sueños, me fascina intentar administrar de la manera más ecuánime los pocos recursos que tiene la cultura.
Reconoce una falencia importante entre los habitantes de esta ciudad: una falta de confianza y apropiación por la ciudad. Ya hablaremos de los programas que se han creado para trabajar en ello, pero, ¿por qué cree que tenemos un problema de identidad con la capital?
Es una pregunta que se puede ver desde muchos lugares. Bogotá es la capital económica, pero también la capital política del país. Aquí confluyen muchas tensiones, muchos problemas. Hay un debate constante de lo que pasa en la ciudad, pero también de lo que pasa en Colombia. Y carga una enorme responsabilidad de construir visión, de generar procesos. Particularmente, es también la capital artística, que por vía del desplazamiento forzoso, pero igual de las oportunidades que ofrece Bogotá, han llegado miles, millones de personas de todas las regiones del país con una enorme riqueza artística, estética y creativa. Esto nos debería hacer sentir orgullosos para construir una suerte de fuerza identitaria muy grande, pero a veces ha jugado en contra. A veces esas distancias, esas diversidades, nos cuesta trabajo asimilarlas, incorporarlas, apropiarlas, potenciarlas. Y pues es una ciudad que ha tenido que enfrentar muchos problemas en las últimas décadas, así que le ha costado construir un equipo para las grandes soluciones que requiere.
Se crearon estrategias como Barrios Vivos, Gente Convergente, Escuela de Futuros y Estar Bien Bogotá. Hábleme de Barrios Vivos, por escoger una de ellas, y enlazarla con la pregunta y respuesta anterior…
Estamos en el primer año de implementación, y he podido evidenciar todas las ventajas de sentarnos, conversar y cocrear con la comunidad. Por supuesto, ya encontramos algunas fisuras en la metodología que corregiremos en 2025. Siempre, en una construcción colectiva, sentarse con la comunidad para soñar en conjunto y generar hitos que enorgullezcan a todos implica enormes dificultades para llegar a acuerdos. Es difícil ponerse de acuerdo en algo en este país, y particularmente en Bogotá. Sin embargo, en estos primeros laboratorios que realizamos en 2024 logramos grandes aciertos. Por ejemplo, en Bosa, Porvenir, a pesar de la trágica noticia del asesinato de dos líderes culturales, Camilo y Camila, hace unos meses, trabajamos con 15 organizaciones afectadas por esta situación. Realizamos un laboratorio muy potente donde reconocimos sus prácticas culturales, construimos una agenda cultural y reivindicamos memorias y espacios que necesitaban ser habitados desde el arte y la cultura. Fue, sin lugar a duda, una experiencia muy significativa.
No podríamos hablar de todas sus estrategias implementadas en esta administración, pero sí del enfoque que le ha dado a su liderazgo a nivel general: ¿cuál ha sido su principal interés?
He aprendido mucho sobre la importancia de escuchar en este segundo período en la administración pública. Considero que es uno de los valores más grandes que puede tener cualquier liderazgo, independientemente de dónde se ejerza. Escuchar asertivamente, con respeto, y convertir esa escucha en una herramienta para tomar decisiones correctas y pertinentes ha sido un aprendizaje clave. Además, el diálogo y la conversación en una ciudad fluyen cuando sus instituciones tienen la capacidad de escuchar a la ciudadanía y, a partir de ello, construir relatos que fomenten el trabajo en equipo. No obstante, enfrentamos un desafío importante: según la última encuesta del indicador de cultura ciudadana de 2023, ocho de cada diez bogotanos no confían en ningún funcionario público, y seis de cada diez no confían en ninguna institución. Estas cifras son alarmantes y nos obligan a esforzarnos más.
Por qué le ha dedicado la vida a la cultura…
Cuando tuve un violín en las manos, a los 5 años, sentí cómo mi cuerpo se ampliaba y podía expresar tantas cosas a través de un instrumento. Luego encontré en la literatura, las artes escénicas y otras expresiones artísticas un camino para decir y celebrar lo que somos. Creo que no hay un lugar más fértil para dedicar los esfuerzos de alguien que creció cerca de las artes que en fortalecer, defender y construir desde ellas. Es fundamental para una sociedad tener cerca la música, el teatro y sus expresiones culturales, así como construir rituales que nos enaltezcan y nos definan. Trabajar alrededor de esa idea es fascinante para mí.
Culturalmente, ¿cuáles son las características que convierten a Bogotá en una ciudad relevante?
Lo que define a Bogotá es su diversidad cultural y su pujanza. Desde los barrios y las comunidades más profundas se ha dado una oportunidad al arte y la cultura, construyendo una ciudadanía cultural que ama, vive y se expresa a través de las artes. Esto hace que Bogotá sea, sin duda, una ciudad fascinante en materia cultural.