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'Saramago está más vivo que nunca'

Pilar del Río, viuda del Nobel de Literatura portugués, anuncia nuevos libros póstumos y ofrece a la Fundación José Saramago para ayudar a la reconciliación posconflicto en Colombia.

Nelson Freddy Padilla
13 de abril de 2013 - 09:00 p. m.
Pilar del Río anuncia: “No, no voy a escribir sobre José Saramago porque él se contó mejor en sus libros de lo que yo podría hacer aunque viviera 200 años”. / EFE
Pilar del Río anuncia: “No, no voy a escribir sobre José Saramago porque él se contó mejor en sus libros de lo que yo podría hacer aunque viviera 200 años”. / EFE
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Tiene la visión y la férrea voluntad de Blimunda, la protagonista de Memorial del convento. Responde llamadas y correos a cualquier hora. Es la traductora española Pilar del Río, el gran amor del Nobel de Literatura fallecido hace casi tres años y la presidenta de la Fundación José Saramago. Inaugurará en Bogotá este 18 de abril la XXVI Feria Internacional del Libro, porque Portugal es el país invitado y ella tiene alma portuguesa. Y viene cargada de noticias.

En la Feria del Libro de Bogotá se publicará en español y portugués el ensayo ‘La estatua y la piedra’, texto revisado por Saramago antes de su muerte en el que analiza su obra a partir del punto de vista que le dio ese mar y esa lava de Lanzarote. ¿Tanto influyó la isla?

Tanto que mereció ese ensayo... José Saramago cuenta en esas páginas que no fue consciente de la evolución de su estilo de forma inmediata, que la evidencia se fue imponiendo al darse cuenta de que ya no le interesaba tanto la estatua como la piedra de la que está hecha la estatua. Eso ocurrió por el contacto con Lanzarote, la desnudez volcánica de la isla. La piedra.

El libro trae también textos introductorios de los profesores italianos Luciana Stegagno Picchio y Giancarlo Depretis.

Sí. La estatua y la piedra surgió como imagen y texto en Turín, en un coloquio en esa universidad organizado, entre otros, por el profesor Depretis. La profesora Luciana Stegagno Picchio, de la Universidad de Roma y ya fallecida, era el referente básico de los estudios portugueses y brasileños en Italia, una autoridad imprescindible en el coloquio y en la organización del libro.

Y uno del escritor español Fernando Gómez Aguilera, el mejor conocedor de la obra de Saramago, junto a usted, autor de ‘Saramago en sus palabras’ y de la biografía ilustrada.

Complementa la tesis de José Saramago, la ilumina dándole, de alguna manera, cuerpo académico a la intuición del escritor... Y, por supuesto, indaga en las obras posteriores a la conferencia, llega hasta Caín y concluye que José Saramago no se apartó del camino que como hombre y escritor se trazó: no quedarse en la superficie de las cosas.

¿Qué significa esa última metáfora de Saramago de interesarse más por la piedra que por la estatua?

José Saramago, al que algunos describieron como autor histórico y barroco, se explica a sí mismo y, con toda la naturalidad del mundo, dice que llegó un día que la estatua, pese a ser hermosa, le interesó menos que la piedra de la que la estatua está hecha. Es decir, llegar al interior de la piedra para desde ahí ver la estatua... No es un juego de palabras, tiene que ver con nosotros, los seres humanos.

Con este texto la Fundación Saramago, que usted preside, quiere contribuir a la hermandad del español y el portugués. ¿Por qué?

Me ha parecido hermoso, en el año que Portugal es país invitado a la Feria del Libro de Bogotá, que la Fundación José Saramago se haga presente hermanando los dos idiomas en un mismo libro. Simplemente.

Los colombianos se encontrarán con Camões, Pessoa, Ricardo Reis de por medio. ¿Qué más ha descubierto usted en la literatura portuguesa que amerita ser conocido aquí?

La literatura portuguesa es muy rica. Estos nombres señeros que usted cita no nacen en desiertos, son los que sobresalen de una gran constelación, que van a conocer más de cerca. Aparte de Camões, que es el Cervantes español, de Pessoa y sus heterónimos, existen, en la literatura contemporánea, narradores, hombres y mujeres, fundamentales, y grandes poetas. Algunos están traducidos, de otros se harán antologías, pero que nadie piense que en un país sin poesía podría haber nacido un Pessoa, o que un país sin una ficción consolidada y ejemplar podría producir a un Saramago. Los genios existen porque se alimentaron y tuvieron un idioma para desarrollarse.

En la Feria se presentará ‘José y Pilar’ como libro y se proyectará el documental. Tras casi tres años de la muerte del Nobel, ¿qué representa ese testimonio?

Me gusta verlo. Es como tener la cotidianidad al alcance de las manos. Volver a sentir. Y me entusiasma verlo con mucha gente alrededor, oír las risas o la emoción contenida es algo impagable: compartir a José Saramago.

Usted rescató y publicó ‘Claraboya’, novela de juventud de Saramago. ¿Va a publicar la novela inacabada sobre el armamentismo titulada ‘Alabardas, alabardas, espingardas, espingardas’, como el verso del lusitano Gil Vicente?

Estamos en ello. Saldrá pronto. Mientras, sigan leyendo Claraboya, que emite muchas señales para conocer al Saramago total. Me parece un libro imprescindible, una puerta de entrada.

¿Qué otros manuscritos son susceptibles de publicación?

Hay conferencias pronunciadas aquí o allí, hay reflexiones, pero ninguna sorpresa, ningún inédito. Creo que ustedes no conocen el teatro, pero sí está publicado en otros países. Llegará.

¿Y ‘Ana Karenina’ traducida por Saramago, el homenaje a Tolstói?

Inexplicablemente, no. Pero se entiende: José Saramago traducía del francés; el criterio es traducir del idioma original, por eso las editoriales fueron a traducciones del ruso. Espero, sin embargo, que algún día la dulce traducción de José Saramago esté disponible. Es muy, muy hermosa.

Siendo usted periodista y traductora, ¿ha escrito sobre su vida y la obra de Saramago?

No, no voy a escribir sobre José Saramago porque él se contó mejor en sus libros de lo que yo podría hacer aunque viviera doscientos años.

Imagínese junto a él en el restaurante del Barrio Alto de Lisboa, el de la plaquita dorada en que se lee desde 1980: “Mesa preferida de José Saramago”.

Hablaríamos de cosas concretas, unas importantes, otras no... Estos días siempre se habla de la situación política europea, de cómo se ha dilapidado un capital moral que parecía intocable tras la Segunda Guerra, cuando el progreso parecía que iba a ser un manto que a todos los continentes nos protegiera. Y de eso hemos pasado a tener bandos de canallas en gobiernos, a producir odio para con el emigrante, xenofobia, a detestar no la pobreza sino a los pobres... Hemos pasado de ser el continente del arte, la literatura, la música, que invitaba, a ser —de nuevo— depredadores.

Su casa en Lanzarote es ahora pública. ¿Cómo pervive allí el espíritu del escritor?

Como antes, como cuando vivía y lo llenaba todo con su ánimo... La gente que nos visita dice que la casa expresa humildad y acogimiento. Y que entienden mejor la obra de José Saramago tras haber tomado un café en su cocina-comedor...

¿Y en ‘El jardín de Pilar y José’, donde compartían ocasos?

Sirve para que otros compartan ocasos. Y tal vez se besen. Me gusta ver a parejas recorriendo los jardines de la mano. Quiero creer que se hablan de amor y que de ese amor forma parte José Saramago, que amó tanto y escribió sin remilgos.

¿Cómo va el olivo que alberga las cenizas del “indignado”, de su esposo, junto a la sede de la Fundación en Lisboa, y el olivo de acero de cinco metros que instalarán en Lanzarote?

El olivo de Lisboa que guarda las cenizas de José Saramago crece alegremente, contento de esa responsabilidad, tras unos meses de susto, que parecía que se moría. Y el de acero que colocarán en la rotonda de Lanzarote, ya veremos: está aún en fase de elaboración, aunque la tierra ya espera.

¿Qué diría él de Europa hoy?

Lo dijo: que es una crisis moral, y de la crisis moral proceden las demás crisis.

¿Se cansa de ser la viuda o se impone la fuerza de Blimunda?

No me cansa trabajar en José Saramago, me parece un privilegio. Y, sobre todo, piense que recibo mucho, que hay quien pasa a mi persona parte de lo que sentía por José Saramago. Y el cariño y el respeto están por encima, años luz, de los desaires: que ni siento, de puro insignificantes.

Como dijo Saramago en ‘El cuaderno’: “No voy a morir, la presidenta no me lo permitiría”. ¿Se resiste a dejarlo ir?

Desgraciadamente murió, aunque años más tarde. Murió el hombre, murió José, pero Saramago está ahí, en sus libros, y se le oye si leemos en voz alta. ¿Ha probado alguna vez? Mientras tengamos memoria, una cierta muerte no existe.

¿Hasta cuándo se ve presidenta de la Fundación José Saramago?

No mucho. Ya se está preparando otra generación. El director es un hombre joven en el que José Saramago confiaba como en pocas personas. Tenemos que saber retirarnos, dar paso a quien ya está ahí y sabe, lo que no significa que deje de estar en todo aquello que se relacione con José Saramago, su obra, su pensamiento.


Usted lució una vez un vestido con estas palabras bordadas: “Miraré a tu sombra si no quisieras que te mire. Quiero estar donde estará mi sombra, si allí estuvieran tus ojos”, cita de ‘El evangelio según Jesucristo’. ¿Ve la sombra de su amado José?

No veo la sombra, lo veo a él en su espléndida luminosidad. Aunque haya muerto, que no merece la pena engañarse ni con las palabras ni con fantasías. Saramago era un ser de una pieza, lleno de dudas y de desalientos, de incertidumbres, penas y algunas alegrías, pero de una sola pieza.

El Nobel dijo a El Espectador que los colombianos sólo estaríamos en paz cuando las tumbas de las víctimas de la violencia vomiten los muertos y nos reconciliemos con ellos. ¿La Fundación Saramago puede ser uno de esos espacios de diálogo posconflicto para Colombia?

La Fundación nació para ser útil y vamos y estamos allí donde se nos convoca y nuestras fuerzas lo permiten. Sí le puedo asegurar que no tenemos miedo —eso lo aprendimos de José Saramago, que nunca fue políticamente correcto ni se alineó con el poder para recibir reverencias— y que, aunque somos conscientes de que solos podemos poco, juntos, con otras personas e instituciones, nosotros, ciudadanos con conciencia de serlo y de nuestros valores, somos invencibles.

Por Nelson Freddy Padilla

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