“Seguimos adelante”, 135 años de un espectador de la historia de Colombia
Valor, decisión y apasionamiento tuvo Fidel Cano Gutiérrez cuando decidió crear en Medellín un periódico abanderado de la libertad y que nadara contra corriente. Hoy, 135 años después, el legado de ese primer ejemplar del diario El Espectador, que se publicó el 22 de marzo de 1887, continúa presente en la mente de los colombianos y en quienes trabajan día a día por mantener los valores con los que se fundó.
Andrea Jaramillo Caro
Esas primeras páginas que se imprimieron en una Prensa Washington le dieron inicio al diario que su fundador anunció como “un periódico político, literario, noticioso e industrial”. Desde la calle El Codo, en Medellín, comenzó a circular El Espectador cada martes y viernes. Pero su apuesta por la libertad inevitablemente trajo consigo una serie de dificultades que empezaron con la censura y continuaron con fuertes críticas durante el periodo de la regeneración con Rafael Núñez. “Empieza El Espectador y no tan pronto empieza El Espectador, empieza la censura desde la clasificación del periódico como subversivo”, decía Diana Uribe en el episodio dedicado a los 125 años de este diario. Fue durante el gobierno de Núñez que el periódico sufrió su primera suspensión, tan solo unos meses después de haber empezado a circular, el 8 de julio de 1887 atreviéndose a desafiar las reglas impuestas en ese momento.
Fue unos seis meses más tarde que el periódico hizo su reaparición, en enero de 1888. Y esta situación se repitió cinco veces más, entre 1888 y 1903 con diferentes excusas cada vez, pero con la misma finalidad: acallar esa voz que incomodó a la esfera política y religiosa de la época. La iglesia incluso denominó su lectura como un pecado mortal con un decreto emitido el mismo año que reapareció: “Ningún católico de nuestra diócesis puede, sin incurrir en pecado mortal, leer o conservar el periódico titulado El Espectador”, por un artículo en el que un periodista manizalita criticó al Papa León XIII.
En medio de estas suspensiones, su director y fundador llegó a pagar 18 meses de cárcel, impuestos por el gobernador de Antioquia, Abraham García, luego de publicar un artículo del periodista Juan de Dios, que se hacía llamar Indio Uribe, quien pagó el precio de la libertad de expresión en el destierro indefinido desde 1893. La Guerra de los Mil Días también supuso un alto a la operación, desde 1899 hasta 1903. Sin embargo, el episodio más largo que vivió el país sin una nueva edición de El Espectador se dio entre 1904 y 1913, con el ambiente político que generó el gobierno de Rafael Reyes. Finalmente volvió a circular en su tierra natal como diario vespertino y desde entonces luce el lema: “El Espectador trabajará en bien de la patria con criterio liberal y en bien de los principios liberales con criterio patriótico”, bajo el cual continúa dando la pelea por ese principio fundacional de libertad que lo caracteriza. Con ánimos renovados, El Espectador comenzó a introducir un elemento que hacía falta en el imaginario colectivo de los colombianos: las noticias de afuera, lo que pasaba en el mundo. Y lo hizo contando sobre la Revolución Mexicana, que se venía dando desde 1910.
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En los años siguientes, aires de cambio y crecimiento llegaron a la sede del periódico paisa con la oportunidad de difundir su mensaje ahora desde la capital. Con una edición en Medellín y una en Bogotá, El Espectador llegó a los hogares de las dos ciudades más grandes del país a partir del 10 de febrero de 1915. Sin embargo, esta historia de dos ciudades se extendió solo hasta el 20 de julio de 1923, con la suspensión de la edición de la capital antioqueña. Para este momento el proyecto que Fidel Cano Gutiérrez, quien había fallecido unos años antes, en 1919, ya había llegado a las manos de su hijo Luis Cano.
El Espectador se asentó como un referente no solo de libertad y resiliencia, también en un referente literario y cultural. Por la redacción de este diario han pasado grandes nombres de la literatura colombiana y en sus páginas han quedado impresas para la historia las palabras que acompañaron los artículos que contaban el panorama nacional. 1947 fue el año en que se publicó por primera vez un cuento del futuro Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, titulado “La tercera resignación”. Pero no solo fueron cuentos. Entre poesía y literatura, El Espectador se convirtió también en un referente cultural. Además de García Márquez, por sus páginas pasaron personajes como León de Greiff, Eduardo Zalamea, Eduardo Caballero Calderón, Porfirio Barba Jacob, Luis Vidales, Tomás Carrasquilla y muchos más.
Sin embargo, el nuevo siglo trajo consigo viejos enemigos con nuevas caras. Tras el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1948, el periódico dejó de circular durante tres días y desde entonces se enfrentó de nuevo a suspensiones por parte de un gobierno conservador. Entre multas y saqueos a sus instalaciones, tuvo que atravesar varias transformaciones para poder sobrevivir. Una de ellas incluyó suspender su publicación el 6 de enero de 1956 y cambiar su nombre a El Independiente, a partir del 20 de febrero de ese mismo año, y que solo duraría hasta el 15 de abril, al ser acusado de conspirar contra el régimen. Finalmente, en 1957, Guillermo Cano fue el responsable de que el diario volviera a circular desde el 2 de febrero, aún bajo el nuevo nombre.
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El Independiente se publicó hasta 1958, cuando volvió a llamarse El Espectador. Se publicaba como diario matinal, aunque desde el 65 los Cano crearon también El Vespertino, un diario de las tardes, como su nombre lo sugiere, que estuvo en circulación hasta 1980. Con estos cambios el periódico se fue adaptando al mundo que constantemente evoluciona en tecnología y periodismo, como lo fue la apuesta por un suplemento cultural que nació el 20 de marzo de 1983, el Magazín Dominical, y que se publicó hasta 1989. Este suplemento fue la continuación de otros que habían surgido con El Espectador desde 1915 que se conocían como La Semana y El Literario Ilustrado.
La historia de la caricatura y la literatura en Colombia son intrínsecas a la historia de El Espectador, así como la del país y el lugar que este periódico hizo para sí mismo en ella a través de las personas que desde su origen se esforzaron por mantenerlo vivo. Conforme Colombia atravesaba cambios en su forma de gobierno y veía los inicios del narcotráfico, El Espectador se mantuvo como estandarte contra los delitos que se cometían bajo el abanico de personajes que participaron de este negocio. Fue precisamente esta postura la que cobró la vida del director Guillermo Cano, el 17 de diciembre 1986.
La portada del periódico del 18 de diciembre de ese año, el día después del asesinato de Cano, hoy se encuentra a la entrada del periódico que siguió adelante, a pesar de las circunstancias y de haber sobrevivido un carro bomba en sus instalaciones tres años después de perder a su director. Siempre en adaptación, El Espectador no se quedó atrás de los avances del mundo y llegó a la web en 1996 pero no sin enfrentarse a nuevos enemigos, ahora en forma de amenazas financieras, que obligaron a que este diario se convirtiera en semanario en el 2001 y hasta el 2008. Con la entrada del siglo XXI nuevos desafíos se revelaron, cambios en las audiencias y nuevas ideas que han ido transformando los formatos del periódico sin dejar de lado la esencia fundamental del diario que fundo Fidel Cano Gutiérrez hace 135 años.
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Hoy, entre podcasts, apuestas por videos, la resurrección del Magazín Dominical en la forma del Magazín Cultural en 2021, las audio novelas y propuestas que enriquecen la labor primordial de El Espectador, se celebra un aniversario que recuerda la resiliencia y sobre todo el coraje necesario para continuar trabajando por ese principio fundacional de libertad.
Esas primeras páginas que se imprimieron en una Prensa Washington le dieron inicio al diario que su fundador anunció como “un periódico político, literario, noticioso e industrial”. Desde la calle El Codo, en Medellín, comenzó a circular El Espectador cada martes y viernes. Pero su apuesta por la libertad inevitablemente trajo consigo una serie de dificultades que empezaron con la censura y continuaron con fuertes críticas durante el periodo de la regeneración con Rafael Núñez. “Empieza El Espectador y no tan pronto empieza El Espectador, empieza la censura desde la clasificación del periódico como subversivo”, decía Diana Uribe en el episodio dedicado a los 125 años de este diario. Fue durante el gobierno de Núñez que el periódico sufrió su primera suspensión, tan solo unos meses después de haber empezado a circular, el 8 de julio de 1887 atreviéndose a desafiar las reglas impuestas en ese momento.
Fue unos seis meses más tarde que el periódico hizo su reaparición, en enero de 1888. Y esta situación se repitió cinco veces más, entre 1888 y 1903 con diferentes excusas cada vez, pero con la misma finalidad: acallar esa voz que incomodó a la esfera política y religiosa de la época. La iglesia incluso denominó su lectura como un pecado mortal con un decreto emitido el mismo año que reapareció: “Ningún católico de nuestra diócesis puede, sin incurrir en pecado mortal, leer o conservar el periódico titulado El Espectador”, por un artículo en el que un periodista manizalita criticó al Papa León XIII.
En medio de estas suspensiones, su director y fundador llegó a pagar 18 meses de cárcel, impuestos por el gobernador de Antioquia, Abraham García, luego de publicar un artículo del periodista Juan de Dios, que se hacía llamar Indio Uribe, quien pagó el precio de la libertad de expresión en el destierro indefinido desde 1893. La Guerra de los Mil Días también supuso un alto a la operación, desde 1899 hasta 1903. Sin embargo, el episodio más largo que vivió el país sin una nueva edición de El Espectador se dio entre 1904 y 1913, con el ambiente político que generó el gobierno de Rafael Reyes. Finalmente volvió a circular en su tierra natal como diario vespertino y desde entonces luce el lema: “El Espectador trabajará en bien de la patria con criterio liberal y en bien de los principios liberales con criterio patriótico”, bajo el cual continúa dando la pelea por ese principio fundacional de libertad que lo caracteriza. Con ánimos renovados, El Espectador comenzó a introducir un elemento que hacía falta en el imaginario colectivo de los colombianos: las noticias de afuera, lo que pasaba en el mundo. Y lo hizo contando sobre la Revolución Mexicana, que se venía dando desde 1910.
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El Espectador se asentó como un referente no solo de libertad y resiliencia, también en un referente literario y cultural. Por la redacción de este diario han pasado grandes nombres de la literatura colombiana y en sus páginas han quedado impresas para la historia las palabras que acompañaron los artículos que contaban el panorama nacional. 1947 fue el año en que se publicó por primera vez un cuento del futuro Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, titulado “La tercera resignación”. Pero no solo fueron cuentos. Entre poesía y literatura, El Espectador se convirtió también en un referente cultural. Además de García Márquez, por sus páginas pasaron personajes como León de Greiff, Eduardo Zalamea, Eduardo Caballero Calderón, Porfirio Barba Jacob, Luis Vidales, Tomás Carrasquilla y muchos más.
Sin embargo, el nuevo siglo trajo consigo viejos enemigos con nuevas caras. Tras el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1948, el periódico dejó de circular durante tres días y desde entonces se enfrentó de nuevo a suspensiones por parte de un gobierno conservador. Entre multas y saqueos a sus instalaciones, tuvo que atravesar varias transformaciones para poder sobrevivir. Una de ellas incluyó suspender su publicación el 6 de enero de 1956 y cambiar su nombre a El Independiente, a partir del 20 de febrero de ese mismo año, y que solo duraría hasta el 15 de abril, al ser acusado de conspirar contra el régimen. Finalmente, en 1957, Guillermo Cano fue el responsable de que el diario volviera a circular desde el 2 de febrero, aún bajo el nuevo nombre.
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El Independiente se publicó hasta 1958, cuando volvió a llamarse El Espectador. Se publicaba como diario matinal, aunque desde el 65 los Cano crearon también El Vespertino, un diario de las tardes, como su nombre lo sugiere, que estuvo en circulación hasta 1980. Con estos cambios el periódico se fue adaptando al mundo que constantemente evoluciona en tecnología y periodismo, como lo fue la apuesta por un suplemento cultural que nació el 20 de marzo de 1983, el Magazín Dominical, y que se publicó hasta 1989. Este suplemento fue la continuación de otros que habían surgido con El Espectador desde 1915 que se conocían como La Semana y El Literario Ilustrado.
La historia de la caricatura y la literatura en Colombia son intrínsecas a la historia de El Espectador, así como la del país y el lugar que este periódico hizo para sí mismo en ella a través de las personas que desde su origen se esforzaron por mantenerlo vivo. Conforme Colombia atravesaba cambios en su forma de gobierno y veía los inicios del narcotráfico, El Espectador se mantuvo como estandarte contra los delitos que se cometían bajo el abanico de personajes que participaron de este negocio. Fue precisamente esta postura la que cobró la vida del director Guillermo Cano, el 17 de diciembre 1986.
La portada del periódico del 18 de diciembre de ese año, el día después del asesinato de Cano, hoy se encuentra a la entrada del periódico que siguió adelante, a pesar de las circunstancias y de haber sobrevivido un carro bomba en sus instalaciones tres años después de perder a su director. Siempre en adaptación, El Espectador no se quedó atrás de los avances del mundo y llegó a la web en 1996 pero no sin enfrentarse a nuevos enemigos, ahora en forma de amenazas financieras, que obligaron a que este diario se convirtiera en semanario en el 2001 y hasta el 2008. Con la entrada del siglo XXI nuevos desafíos se revelaron, cambios en las audiencias y nuevas ideas que han ido transformando los formatos del periódico sin dejar de lado la esencia fundamental del diario que fundo Fidel Cano Gutiérrez hace 135 años.
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