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Selección de poemas para recibir el Año Nuevo 2025 (Verso a verso)

Rubén Darío, Octavio Paz y Salvador Novo son algunos de los poetas latinoamericanos que han reflexionado en sus versos sobre estas fechas de fiesta.

31 de diciembre de 2024 - 11:00 p. m.
Rubén Darío y Octavio Paz son dos de los poetas latinoamericanos más destacados del siglo XX. El segundo incluso llegó a ganar el Premio Nobel de Literatura en 1990.
Rubén Darío y Octavio Paz son dos de los poetas latinoamericanos más destacados del siglo XX. El segundo incluso llegó a ganar el Premio Nobel de Literatura en 1990.
Foto: Wikicommons
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El 31 de diciembre trae consigo todo tipo de emociones, desde la euforia hasta la nostalgia. Y algunos poetas las han tomado para convertirlas en versos. Es el caso de Julio Cortázar, reconocido por su poema “Happy New Year” o de Pablo Neruda en su “Oda al primer día del año”. En esta ocasión el homenaje es para otros grandes de las letras latinoamericanas. A continuación podrá leer algunos de los poemas que escribieron Rubén Darío, Octavio Paz y Salvador Novo sobre estas fechas.

“Año Nuevo”, de Rubén Darío

A las doce de la noche, por las puertas de la gloria

y al fulgor de perla y oro de una luz extraterrestre,

sale en hombros de cuatro ángeles, y en su silla gestatoria,

San Silvestre.

Más hermoso que un rey mago, lleva puesta la tiara,

de que son bellos diamantes Sirio, Arturo y Orión;

y el anillo de su diestra hecho cual si fuese para

Salomón.

Sus pies cubren los joyeles de la Osa adamantina,

y su capa raras piedras de una ilustre Visapur;

y colgada sobre el pecho resplandece la divina

Cruz del Sur.

Va el pontífice hacia Oriente; ¿va a encontrar el áureo barco

donde al brillo de la aurora viene en triunfo el rey Enero?

Ya la aljaba de Diciembre se fue toda por el arco

del Arquero.

A la orilla del abismo misterioso de lo Eterno

el inmenso Sagitario no se cansa de flechar;

le sustenta el frío Polo, lo corona el blanco Invierno

y le cubre los riñones el vellón azul del mar.

Cada flecha que dispara, cada flecha es una hora;

doce aljabas cada año para él trae el rey Enero;

en la sombra se destaca la figura vencedora

del Arquero.

Al redor de la figura del gigante se oye el vuelo

misterioso y fugitivo de las almas que se van,

y el ruido con que pasa por la bóveda del cielo

con sus alas membranosas el murciélago Satán.

San Silvestre, bajo el palio de un zodíaco de virtudes,

del celeste Vaticano se detiene en los umbrales

mientras himnos y motetes canta un coro de laúdes

inmortales.

Reza el santo y pontifica y al mirar que viene el barco

donde en triunfo llega Enero,

ante Dios bendice al mundo y su brazo abarca el arco

y el Arquero.

“Primero de enero”, de Octavio Paz

Las puertas del año se abren,

como las del lenguaje,

hacia lo desconocido.

Anoche me dijiste:

mañana

habrá que trazar unos signos,

dibujar un paisaje, tejer una trama

sobre la doble página

del papel y del día.

Mañana habrá que inventar,

de nuevo,

la realidad de este mundo.

Ya tarde abrí los ojos.

Por el segundo de un segundo

sentí lo que el azteca,

acechando

desde el peñón del promontorio,

por las rendijas de los horizontes,

el incierto regreso del tiempo.

No, el año había regresado.

Llenaba todo el cuarto

y casi lo palpaban mis miradas.

El tiempo, sin nuestra ayuda,

había puesto,

en un orden idéntico al de ayer,

casas en la calle vacía,

nieve sobre las casas,

silencio sobre la nieve.

Tú estabas a mi lado,

aún dormida.

El día te había inventado

pero tú no aceptabas todavía

tu invención en este día.

Quizás tampoco la mía.

Tú estabas en otro día.

Estabas a mi lado

y yo te veía, como nieve,

dormida entre las apariencias.

El tiempo sin nuestra ayuda,

inventa casas, calles, árboles,

mujeres dormidas.

Cuando abras los ojos

caminaremos, de nuevo,

entre las horas y sus invenciones

y al demorarnos en las apariencias

daremos fe del tiempo y sus conjugaciones.

Abriremos las puertas de este día,

entraremos en lo desconocido.

“Un año más”, de Salvador Novo

Un año más sus pasos apresura;

un año más nos une y nos separa;

un año más su término declara

y un año más sus límites augura.

Un año más diluye su amargura;

un año más sus dones nos depara;

un año más, que con justicia avara

meció una cuna, abrió una sepultura.

¡Oh! dulce amigo, cuya mano clara

en cifra de cariño y de ternura

la mía tantas veces estrechara!

Un año más el vínculo asegura

de su noble amistad, alta y preclara.

¡Dios se lo otorgue lleno de ventura!

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