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Albeiro Echavarria: ser padre como inspiración literaria

A propósito de la publicación de “La golondrina que trajo el verano”, hablamos con el autor sobre las razones para escribir libros para niños y haber dejado a un lado el periodismo.

Andrés Osorio Guillott
19 de diciembre de 2022 - 12:00 p. m.
Albeiro Echavarria ha escrito más de 30 libros sobre literatura infantil. / Cortesía
Albeiro Echavarria ha escrito más de 30 libros sobre literatura infantil. / Cortesía
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¿Por qué saltó del periodismo a la literatura infantil?

Desde pequeño quería ser escritor. Crecí en Yarumal, un pueblito al norte de Antioquia. Viví en la casa de mis abuelos porque mi papá nos había abandonado. Allí me aficioné por los libros. Empecé a leer desde muy temprana de edad. Cuando terminé mi bachillerato tenía que decidirme qué iba a estudiar. De algo tenía que vivir, no tenía quien me sostuviera la carrera, entonces decidí estudiar Periodismo. Me fui a trabajar a Bogotá a un café por la décima con once. Con lo que ganaba me pagué los primeros semestres, luego pasé a algunos medios de comunicación y cuando terminé la carrera ya era editor general de Cine Visión, un noticiero nacional. Yo seguía con el sueño de ser escritor y el periodismo me absorbió. Al poco tiempo me ofrecieron trabajar en Noticinco, de Telepacífico. Asumí la dirección y por varios años desempeñé ese rol. En ese tiempo cultivé mi afición por el jazz y compré un bar de jazz. Allí conocí a mi esposa, luego nos casamos y ella quedó embarazada, y cuando eso pasó empecé a escribir un libro para Juana, mi hija, solo para ella. Me pareció que había sido una revelación. Siempre pensé que iba a escribir literatura para adultos, pero eso que escribí consideré que era lo mejor que había escrito.

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¿Los libros que ha escrito han estado pensados en esa experiencia de ser padre y conocer a sus hijos?

Yo tengo otro hijo, Jacobo, de 12 años; Juana ya tiene 19. Ella ha sido muy importante en este proceso porque es la que me ha acercado a los jóvenes. Ella me abre sus redes sociales para que vea el lenguaje, la jerga que se utiliza. Desde el comienzo, que escribí para ella, y ahora que lo hago para ella y Jacobo, y por supuesto pensando también en los lectores. Ellos dos han sido fundamentales. La literatura me ha permitido tener tiempo para ellos. Generalmente escribo en la mañana. Ellos me han inspirado mucho y de las conversaciones que tenemos han salido varias historias.

¿Y por qué esta historia basada en la época del colegio?

He venido trabajando la novela juvenil. Cada novela es un proceso de investigación profundo. Yo aprovecho el periodismo para las fuentes de información, entrevistas y reportería antes de empezar a construir la novela. En este caso, La golondrina... empezó en dos momentos. Uno fue cuando estaba hablando con mi hijo, íbamos en el carro y me comentó que estaban en la elección del personero del colegio. Me pareció interesante por las discusiones que tuvieron y eso me hizo pensar que quería escribir algo que tuviera que ver netamente con este espacio. Pensaba mucho también en ciertas situaciones que me había comentado mi hija, que me hizo reconocer que la mente de los jóvenes ahora es mucho más abierta. Ella me hablaba de personas que se declaraban abiertamente bisexuales, o que la homosexualidad no era tan compleja como se veía antes. Descubrir eso me llenó de emoción porque siempre he pensado que el mundo es maravilloso porque somos distintos, porque pensamos y queremos diferente, y mi hija me hizo ver que se estaba viviendo otra realidad.

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Hablemos de la muerte del padre y cómo eso marca una ausencia en el personaje...

Desde que comencé la historia me empezó a rondar la idea de lo trascendental que es en la vida de una persona la causa y el efecto. La causa de un hecho muy simple. Empecé con la reflexión de cómo actos muy sencillos llevan a acciones arrasadoras o históricas. La protesta de una mujer en una calle en Irán puede generar una gran revolución. O cómo cambiar la posición de un florero puede hacer que esa noche un gato pase, tumbe el florero, el papá se levante del susto y se muera de un infarto. Esa cadena de hechos siempre me ha llamado la atención porque uno nunca sabe en qué momento se puede encontrar con un acontecimiento desencadenante, que finalmente le cambia la vida o lo llevo a un sitio o situación impredecible, incómoda o favorable. La novela busca reflexionar sobre todo eso también.

¿El destino se forja o uno es marioneta del destino?

Desde niño me he hecho esa pregunta. Mi abuela quería que yo fuera sacerdote. Y yo hice la carrera, y lo único que me faltó fue ser seminarista. Pero los libros y las lecturas me llevaron por otro camino. Mi abuelo era carnicero y desde pequeño me enseñó el arte de la carnicería. Podía escoger cualquiera de los dos caminos, pero yo no quería ninguno. Eso significó el rompimiento con mi abuela. Durante un tiempo bastante largo no me habló. Y mi abuelo, con él no fue tan duro porque yo le fui demostrando que no quería trabajar ahí, no porque ese oficio u el otro me pareciera malo, sino porque cada uno tiene su vocación y yo no tenía ninguna.

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¿Por qué quiso darle relevancia a las redes sociales y al tema de la sexualidad?

Siempre me ha gustado la tecnología. Desde que apareció internet empecé a valerme de ella para mis investigaciones. En el periodismo eso es fundamental. Yo hago parte de esos escritores de literatura contemporánea que llegan a los colegios con los temas del momento, que uno busca que no sean un día para el otro, sino que se mantengan en el tiempo. Generalmente los temas fundamentales como el amor no cambian, pero sí la tecnología, el mundo en muchas de sus manifestaciones, pero en lo práctico del ser humano muchas cosas permanecen. Entonces, lo que yo hago es actualizar muchos de esos temas que ha manejado la literatura porque nada está inventado, actualizarlos al día de hoy, por eso usted encuentra pantallazos, diálogos por chats en mis libros.

Hablemos de la infancia...

Cuando llegué a los 17 años pensé que no iba a poder ser escritor porque yo miraba hacia atrás y no me había pasado nada interesante. Cómo me iba sentar a escribir historias si nada me ha ocurrido. Tengo que salir al mundo, tengo que estudiar periodismo para conocer historias, para conocer al país. Luego hice todo eso. Y cuando empecé a escribir me di cuenta de que todo lo que me había pasado en la infancia, en la adolescencia y parte de la juventud era lo que me daba material para escribir años y años enteros. Los libros que he escrito están cimentados en esas épocas. Los hechos que pasaron allí fueron fundamentales y quedaron marcados para siempre. No me canso de decir que es una etapa trascendental.

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