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Un día del siglo XVII, Frans Francken el Joven decidió pintar un cuadro con un cristo descalzo y ataviado de verde y mostaza, acompañado por algunas personas (niños, hombre y mujeres), quienes lo miran contemplativamente mientras él los señala. Cristo permanece de pie y su público sentado en una montaña. A lo lejos se vislumbran algunas construcciones antiguas, una ciudad. A la obra la titularon el Sermón de la Montaña. Con el tiempo fue cambiando de propietario y hoy ni siquiera hay certeza sobre quienes son sus herederos legítimos.
En 1943, en Francia, la pieza artística terminó en las manos de Hildebrand Gurlitt, comerciante e historiador de arte alemán, quien colaboró con Hitler en la adquisición de obras confiscadas a los judíos para la construcción de un futuro museo en Linz, Austria. Sin embargo, no ha sido posible identificar la identidad del vendedor.
“Puede ser muy difícil localizar a los herederos en el contexto del Holocausto (…) A veces los herederos directos no sobreviven, y los herederos legales son parientes más lejanos que están dispersos por todo el mundo. A menudo no tienen conocimiento de las posesiones de sus antepasados. Incluso puede darse el caso de que no se encuentre ningún heredero”, dijo Nikola Doll, investigador del Kunstmuseum de Berna (Suiza), para The New York Times.
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Se cree que la pieza perteneció a una familia judía, porque hacía parte de la colección de 1.500 obras artísticas que tenía almacenada el Führer en su edificio en Linz, conocido también como Führerbau y construido con obras “robadas a coleccionistas judíos”, como sostiene el diario estadounidense.
En 1945, año en que culminó la Segunda Guerra Mundial, el Führerbau fue saqueado. 700 obras fueron robadas. Unas semanas después, se lograron recuperar muchas de ellas, pero no pasó lo mismo con 400, entre esas el Sermón de la Montaña. Pasaron varios años para que se volviera a saber algo sobre aquella pieza.
Fue en 2009 cuando todo cambió. Un día, Stephan Klingen, historiador de arte del Instituto Central de Historia del Arte de Múnich, reconoció aquel cuadro, mientras estaba viendo un programa de televisión. Se dio cuenta de que se trataba de una pieza “robada de la colección de Hitler en Linz”. Se comunicó con la policía, que incautó la obra.
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El Gobierno alemán, como sucesor legal del nazismo, intentó reclamar el Sermón de la Montaña, pero su destino quedó en manos de un tribunal, que decidió devolverlo a sus últimos poseedores, una “familia del cuidador de un cuartel del ejército alemán que había vivido en Múnich en 1945″.
Hace nueve años, el actual propietario, una pariente de la cuidadora, llevó lo obra a la casa de subastas alemana Neumeister para su venta. El 21 de septiembre aquel lugar lo ofertará. Sin embargo, como aún se desconoce su procedencia original, es muy probable que sea vendido por un valor inferior al precio en que estaba valorizado, pues “el cuadro podría llegar a valer 130.000 dólares, pero la estimación más alta para esta venta es la mitad”.
Katrin Stoll, propietaria y directora de Neumeister, conserva la esperanza de que alguna institución pública, en especial un museo, se interese por el Sermón de la Montaña, con el fin de “concienciar y preservar su historia”. Por el momento, el panorama parece desalentador. Hizo la oferta a dos museos, pero “uno dijo que no, el otro no contestó”.
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