Sergio Ramírez se niega a perder la “esperanza” sobre el futuro de Nicaragua
El escritor nicaragüense Sergio Ramírez se niega a perder “la esperanza” sobre el futuro de Nicaragua, un país que vivió una revolución que lograría derrocar la dictadura gracias al idealismo de unos jóvenes, pero que luego se dio “con la piedra en los dientes” de la realidad.
Moncho Torres- EFE
Ramírez conoció el proceso revolucionario de primera mano. Tras un largo exilio, fue uno de los máximos líderes civiles que respaldaría el levantamiento armado que derrocó a Anastasio Somoza Debayle en 1979, pero al triunfo de la revolución sandinista le seguirían años de una cruenta guerra civil, enfrentándose a la llamada “contra”, bando que en plena Guerra Fría contaba con el respaldo de los Estados Unidos.
Tras formar parte de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional, Ramírez asumiría la vicepresidencia de Nicaragua durante el primer Gobierno sandinista (1985-1990), acompañando al mandatario Daniel Ortega. Seguiría la derrota electoral y la ruptura con Ortega, que regresaría al poder en 2007, donde se ha mantenido.
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Años del idealismo
El escritor nicaragüense repasa durante la entrevista los años revolucionarios que dejó plasmados en sus memorias “Adiós muchachos” (1999), una época marcada por un idealismo que parece escasear.
“Cada generación tiene sus propios ideales.(...) Diría que en los años 70 del siglo pasado teníamos ideales más integrales, pensábamos que las revoluciones, que destronaban los antiguos regímenes cuando eran dictatoriales, podían provocar una nueva vida, crear eso que se llamaba el hombre nuevo, y arrancar desde cero, aboliendo el pasado y creando un futuro totalmente distinto”.
“Pero en la mecánica de la vida, después de los ideales vienen los grandes desencantos, y nosotros intentamos una revolución que cambiara la realidad de Nicaragua desde una perspectiva muy romántica, muy idealista, y terminamos dándonos con la piedra en los dientes. Aprendimos que la realidad tiene sus atajos y ahora la de Nicaragua ya ve por el atajo por donde se ha ido”.
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¿Pero qué falló? “Me parece que los prejuicios ideológicos fueron muy fuertes, más que un modelo de cambio social, se buscaba implantar un modelo de reglas ideológicas cerradas, a imitación de otros regímenes y me parece que esta fue la gran falla, es decir, burocratizar los ideales a través de la ideología”.
Todo fue a peor. Desde abril de 2018 Nicaragua atraviesa una crisis política y social que se ha acentuado tras las controvertidas elecciones generales del 7 de noviembre de 2021, en las que Ortega fue reelegido para un quinto mandato, cuarto consecutivo y segundo junto a su esposa Rosario Murillo como vicepresidenta.
Ramírez forma parte de la lista de 317 personas a las que las autoridades judiciales de Nicaragua retiraron la nacionalidad, entre los que también se encuentran otros escritores reconocidos como Gioconda Belli, además de antiguos compañeros de la lucha armada sandinista como Dora María Téllez, conocida como “Comandante 2″.
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Honrar a los muertos
Después del triunfo de la revolución en 1979, una máxima acompañó a los vencedores, el recuerdo de aquellos que se habían quedado en el camino. “Cuando te aplauden al subir a la tribuna/ pensá en los que murieron”, decía el poeta y religioso Ernesto Cardenal. ¿Les fallaron?
“Me parece que este es un gran duelo que todavía no acabamos de procesar, es decir tantas vidas perdidas por un ideal que no funcionó. Es un duelo al que siempre hay que estar regresando, no solo la generación que fue a derrocar a Somoza, sino la generación que defendió la revolución después con las armas y que hoy en día un joven de Nicaragua, cuando le hablan de estos años, no quisiera recordar. Es una fase que como la vi entonces, de manera romántica, idealista, hoy se ve con una gran amargura y decepción”.
Ramírez, exiliado, no puede regresar a Nicaragua. Allí mantiene “guardado”, sin querer dar más detalles sobre dónde, su “pequeño museo”, con recuerdos de sus amigos ilustres como un grabado del nobel alemán Günter Grass, que lo visitó en su casa, o libros firmados por el también nobel Gabriel García Márquez, o incluso una “bolsa de mareo de avión” con una frase surrealista escrita por Julio Cortázar.
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La escritura
También sigue en el país centroamericano la mesa donde escribía hecha a mano por su abuelo, un lugar en el que piensa “volver a escribir cuando regrese a Nicaragua”. En ese proceso creativo, Ramírez se dice necesitado de “la propia mnemotécnica de escribir”.
“Arreglar los lápices, los papeles en determinado ángulo, poner el teclado, el ratón de la computadora, encenderla en determinado momento, la música que voy a escuchar mientras escribo... todo esto es una preparación del escenario de la escritura que es muy íntimo, muy personal, un escenario a puerta cerrada. Cuando cierro la puerta me aíslo en ese mundo de la escritura, sin el cual, sin ese aislamiento, a mí me parece que la escritura no es posible”.
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También, aunque no se convirtió en músico como muchos de sus familiares, mantiene el ritmo como parte fundamental de la escritura.
“Heredé el oído musical de perseguir el ritmo, la melodía, los compases (...) la prosa tiene que tenerlos, y eso muchas veces depende del lugar que la palabra lleve en el registro o la frase, cómo va acomodada, como una pieza”.
Y mientras tanto, a sus 80 años, no desiste. En su novela “Tongolele no sabía bailar” (2021), aparece el personaje de la adivinadora Zoraida. ¿Consultó a alguna Zoraida sobre el futuro de Nicaragua?
Ramírez se ríe a carcajadas. “Ya quisiera encontrarme una magia blanca, en lugar de una magia negra, que pudiera decirme cuál es el futuro de Nicaragua. Yo consulto a la esperanza. Hay un poema de Rubén Darío donde habla de la caja de Pandora, de la cual surgen todas las desgracias (...), pero en el fondo está la esperanza. Sé que en el fondo de la caja de Pandora está la esperanza”.
Ramírez conoció el proceso revolucionario de primera mano. Tras un largo exilio, fue uno de los máximos líderes civiles que respaldaría el levantamiento armado que derrocó a Anastasio Somoza Debayle en 1979, pero al triunfo de la revolución sandinista le seguirían años de una cruenta guerra civil, enfrentándose a la llamada “contra”, bando que en plena Guerra Fría contaba con el respaldo de los Estados Unidos.
Tras formar parte de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional, Ramírez asumiría la vicepresidencia de Nicaragua durante el primer Gobierno sandinista (1985-1990), acompañando al mandatario Daniel Ortega. Seguiría la derrota electoral y la ruptura con Ortega, que regresaría al poder en 2007, donde se ha mantenido.
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El escritor nicaragüense repasa durante la entrevista los años revolucionarios que dejó plasmados en sus memorias “Adiós muchachos” (1999), una época marcada por un idealismo que parece escasear.
“Cada generación tiene sus propios ideales.(...) Diría que en los años 70 del siglo pasado teníamos ideales más integrales, pensábamos que las revoluciones, que destronaban los antiguos regímenes cuando eran dictatoriales, podían provocar una nueva vida, crear eso que se llamaba el hombre nuevo, y arrancar desde cero, aboliendo el pasado y creando un futuro totalmente distinto”.
“Pero en la mecánica de la vida, después de los ideales vienen los grandes desencantos, y nosotros intentamos una revolución que cambiara la realidad de Nicaragua desde una perspectiva muy romántica, muy idealista, y terminamos dándonos con la piedra en los dientes. Aprendimos que la realidad tiene sus atajos y ahora la de Nicaragua ya ve por el atajo por donde se ha ido”.
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Todo fue a peor. Desde abril de 2018 Nicaragua atraviesa una crisis política y social que se ha acentuado tras las controvertidas elecciones generales del 7 de noviembre de 2021, en las que Ortega fue reelegido para un quinto mandato, cuarto consecutivo y segundo junto a su esposa Rosario Murillo como vicepresidenta.
Ramírez forma parte de la lista de 317 personas a las que las autoridades judiciales de Nicaragua retiraron la nacionalidad, entre los que también se encuentran otros escritores reconocidos como Gioconda Belli, además de antiguos compañeros de la lucha armada sandinista como Dora María Téllez, conocida como “Comandante 2″.
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Honrar a los muertos
Después del triunfo de la revolución en 1979, una máxima acompañó a los vencedores, el recuerdo de aquellos que se habían quedado en el camino. “Cuando te aplauden al subir a la tribuna/ pensá en los que murieron”, decía el poeta y religioso Ernesto Cardenal. ¿Les fallaron?
“Me parece que este es un gran duelo que todavía no acabamos de procesar, es decir tantas vidas perdidas por un ideal que no funcionó. Es un duelo al que siempre hay que estar regresando, no solo la generación que fue a derrocar a Somoza, sino la generación que defendió la revolución después con las armas y que hoy en día un joven de Nicaragua, cuando le hablan de estos años, no quisiera recordar. Es una fase que como la vi entonces, de manera romántica, idealista, hoy se ve con una gran amargura y decepción”.
Ramírez, exiliado, no puede regresar a Nicaragua. Allí mantiene “guardado”, sin querer dar más detalles sobre dónde, su “pequeño museo”, con recuerdos de sus amigos ilustres como un grabado del nobel alemán Günter Grass, que lo visitó en su casa, o libros firmados por el también nobel Gabriel García Márquez, o incluso una “bolsa de mareo de avión” con una frase surrealista escrita por Julio Cortázar.
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La escritura
También sigue en el país centroamericano la mesa donde escribía hecha a mano por su abuelo, un lugar en el que piensa “volver a escribir cuando regrese a Nicaragua”. En ese proceso creativo, Ramírez se dice necesitado de “la propia mnemotécnica de escribir”.
“Arreglar los lápices, los papeles en determinado ángulo, poner el teclado, el ratón de la computadora, encenderla en determinado momento, la música que voy a escuchar mientras escribo... todo esto es una preparación del escenario de la escritura que es muy íntimo, muy personal, un escenario a puerta cerrada. Cuando cierro la puerta me aíslo en ese mundo de la escritura, sin el cual, sin ese aislamiento, a mí me parece que la escritura no es posible”.
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“Heredé el oído musical de perseguir el ritmo, la melodía, los compases (...) la prosa tiene que tenerlos, y eso muchas veces depende del lugar que la palabra lleve en el registro o la frase, cómo va acomodada, como una pieza”.
Y mientras tanto, a sus 80 años, no desiste. En su novela “Tongolele no sabía bailar” (2021), aparece el personaje de la adivinadora Zoraida. ¿Consultó a alguna Zoraida sobre el futuro de Nicaragua?
Ramírez se ríe a carcajadas. “Ya quisiera encontrarme una magia blanca, en lugar de una magia negra, que pudiera decirme cuál es el futuro de Nicaragua. Yo consulto a la esperanza. Hay un poema de Rubén Darío donde habla de la caja de Pandora, de la cual surgen todas las desgracias (...), pero en el fondo está la esperanza. Sé que en el fondo de la caja de Pandora está la esperanza”.