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Sergio Savango y “Pueblo escondido”: Del balcón al lienzo

El artista colombiano Sergio Savango habla del color, la familia y la exhibición “Pueblo escondido”, que se expone hasta el 16 de marzo en la galería El Garaje (Cra. 10A No. 67-89) en Bogotá.

Daniela Cristancho
01 de marzo de 2023 - 02:00 a. m.
Sergio Savango con su obra “Rosita fue expulsada del colegio de monjas”, óleo sobre lienzo.
Sergio Savango con su obra “Rosita fue expulsada del colegio de monjas”, óleo sobre lienzo.
Foto: Cortesía

¿Cuál es el hilo narrativo de las obras que componen la exposición “Pueblo escondido”?

Mi pintura está muy ligada a todos mis procesos personales, están en todas mis obras. En esos procesos de crecimiento personal, de sanación de heridas de infancia, de nuevos desarrollos cognitivos y ese tipo de cosas, empecé a notar a mi familia como el eje de todo, algo de lo que no era muy consciente. Yo me fui a vivir a Argentina casi 10 años. Cuando me fui, yo ya estaba pintando pero mi trabajo estaba muy enfocado en referentes europeos o de otros países, de Colombia no tomaba mucho, pensaba que el país era nada más mi lugar de nacimiento, pero que yo tenía otra identidad. Luego en los procesos de maduración puse un poco los pies en la tierra y más con la muerte de mi papá. Fue como un diálogo interno, una conciliación conmigo mismo tras esa lucha de identidad y cuando empecé a aceptar que yo soy colombiano, que mis raíces son colombianas, empecé a tener acercamientos con mis ancestros y a crecer como pintor. Entendí que todos los referentes y toda la inspiración los tenía acá. Ya no veía las historias de mi familia como desde un balcón, sino que las integré a mis obras, sobre todo las de las mujeres, y empecé a verlas desde el amor. Entonces no ha sido solamente un trabajo mío de reinterpretación familiar, sino que también ha sido un proceso en conjunto con toda mi familia. Lo mío es retratar sus historias.

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¿Y siente que con el arte se da una universalización de esos procesos personales y familiares?

Cuando comencé con esto de tener a mi familia como referente e inspiración, lo veía muy personal. Yo decía a la gente por qué le va a interesar la historia de una de mis tías o alguna de mis abuelas. Después me empecé a dar cuenta con las exposiciones de que muchas de esas situaciones sucedían en varios núcleos familiares. Las familias tienen muchas historias no habladas, no contadas, no sanadas. En las exposiciones me han dicho que algo les recuerda a una tía o una hermana y también sucede con los colores, que le recuerdan al espectador a un pueblo que visitaron o donde nacieron. Las historias, claro, no son iguales, pero la familia nos mueve a todos en algún sentido. Recuerdo que una vez en la exposición se me acercó una chica y me preguntó en qué pensaba cuando pinté uno de los cuadros y le dije que tomé de referencia a una de mis familiares, que sufría maltrato. En el cuadro no se ve un maltrato aparente, pero la mirada de la niña y su postura evocaba fragilidad. Y ella me contó que cuando era pequeña una de sus abuelitas le pegaba mucho y ella se ponía en esa posición y que por eso la movía mucho el cuadro. Fue lindo porque nos contamos mutuamente nuestras historias y llegamos a un punto en común, a esas historias que uno no comenta pero que de cierta forma lo componen a uno.

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Entonces la estructura narrativa de su obra es la familia y sus procesos. ¿Cómo ha sido el acercamiento con cada una de esas historias?

Yo creo que no se hubiera dado toda esta exploración del árbol de mi familia si no hubiera sido por la muerte de mi papá, por la fragilidad que creó su muerte. Él era el hermano mayor de todos mis tíos, y mis abuelos murieron muy jóvenes, entonces mi papá tenía esa postura de padre frente a mis tíos y a mis primos. Como la mía es una familia muy tradicional antioqueña, había mucho machismo, entonces asuntos relacionados con cómo las mujeres vivían sus vidas o sus maternidades eran controversiales. Mi papá en ese sentido fue como un punto de quiebre, porque él tomaba una postura de acompañar sin señalar. Él había sembrado eso y cuando muere queda ese vacío, con el que la familia se vuelve muy vulnerable. En esa vulnerabilidad es que nos empezamos a acercar, a abrirnos y a contar ciertas historias en momentos íntimos.

¿Cómo ha sido su relación con el color?

Mis primeras obras tienen muchas pinceladas en el fondo, son mucho más caóticas, obviamente porque así estaba mi cabeza en ese momento. Tenía esa lucha de identidad que te contaba, de cómo soy, cómo quiero ser como artista, cómo manejo el color, entonces yo creo que esa interacción con el color también la he vivido desde lo personal. Me acuerdo que lo que más se me dificultaba en el cuadro era eso, era el color. Yo me quedaba horas mirando cuadros de otros artistas tratando de entender cómo ponían los colores. Yo estudié arquitectura y vi teoría del color, pero no me fluía. Ya cuando empiezo todo este proceso de escucha interna, comienzo a ver el color también desde esa posición, desde la conciliación y desde, bueno, con una posición más clara a lo que son mis referentes, y así el color llega de una manera más tranquila. Por ejemplo, tomo mucho como referencia los pueblos colombianos. Cuando viajo me fijo en las casas, eso me quedó de arquitecto.

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Daniela Cristancho

Por Daniela Cristancho

Periodista y politóloga de la Pontificia Universidad Javeriana, con énfasis en resolución de conflictos e investigación para la paz.@danielacsidcristancho@elespectador.com

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