“Si alguien quiere ser mejor persona, que vaya al BIFF”
Andrés Bayona, director del Bogota International Film Festival, habló para El Espectador sobre el evento, que se inicia el jueves 5 de octubre. También se refirió a algunos desafíos que enfrenta la industria audiovisual.
Laura Camila Arévalo Domínguez
Dice que el criterio del BIFF ya estaba muy determinado y que la gente sabe qué esperar después de ocho ediciones, pero quiero que me responda sobre ese criterio para las que aún no han tenido contacto con este festival...
Pienso que hay muchos eventos derivados de las industrias creativas que no tienen claro su público objetivo y ahí está toda la diferencia. Yo sí sé quién es mi público, así que tengo definidos mis criterios y objetivos de comunicación y programación. Sé para dónde voy. El criterio del BIFF selecciona las mejores películas que se están estrenando a nivel mundial para personas inquietas que quieran descubrir.
¿Y de quién se compone su público objetivo? ¿A quiénes le comunica usted?
A los jóvenes, en un rango de edad que limita, más o menos, en los 35 años. Todas las actividades son para ellos. Los talleres, las películas, etc. Tenemos una sección llamada Espíritu joven, que es la columna vertebral de todo un festival pensado para estas personas. Y todo, absolutamente todo lo que veas, tiene el objetivo de llegar a ellos.
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¿Por qué le interesan los jóvenes?
Porque en esta ciudad la mayoría de gente es joven. Porque queremos tener ciudadanos más objetivos y críticos frente al consumo audiovisual. Queremos mejores personas, y la programación es elegida justamente para eso, para reforzar valores. Son películas distintas, frescas, que no pasan por el circuito comercial de las salas de cine. Películas que te hacen pensar, que te confrontan.
El BIFF tiene un espacio para la industria (foro de industria), pero no es un festival pensado para la industria...
No, y no debe serlo. Para eso está el Bogota Audiovisual Market.
¿Cómo logró la convocatoria con la que ya cuenta? Para esta edición, usted ya ha agotado películas. Le pasó con “Priscila”, de Sofia Coppola, por ejemplo...
Porque invito a descubrir. Porque, además, tengo una calidad altísima en mi programación. Lo que le da validez y duración en el tiempo a un festival es su curaduría. Si todo el tiempo está cambiando, es imposible.
¿Para apreciar esa curaduría se necesita una formación previa o un joven que no haya ido al festival se sentirá atraído por las películas que usted programa?
Hay que abrir la puerta. Cuando se abre, pasan cosas. Ver películas. Ver muchas películas es la clave para formar ese criterio. Es que ni siquiera los jóvenes que están estudiando Cine y Televisión están viendo películas. Es muy difícil que haya apreciación ahí, porque un festival es como un bufé: nosotros ponemos platos de comida y luego decimos: “Vengan”. Puede que no les gusten todos los platos, claro, pero la maravilla, además, es entender que así no le gusten, tiene una razón de ser. Además de que, volvemos a lo mismo: a través de estas películas estoy fomentando valores de ciudadanía, respeto, diversidad, etc. Este es séptimo arte, pero también es un espejo de nuestra sociedad.
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Hace unos días, un actor me dijo que había entendido que no trabajaba para salvar vidas, sino para entretener personas. Y lo conecto con algo que han dicho muchas personas que se dedican a esto: el arte no sirve para nada y no hay que ponerle esa intención, carga o presión... ¿Usted qué opina?
No estoy de acuerdo. El entretenimiento también hace parte de la reflexión de la que se desprende el arte, que te confronta como ser humano. Es a través del arte que entretienes. De aquí se desprenderían muchas preguntas: cuál es la diferencia entre entretenerse y el disfrute intelectual, etc.
Yo tampoco tengo esa respuesta, pero le propongo una que he escuchado: el entretenimiento sirve para relajarse, pensar en otra cosa, divertirse, estimularse con algo que, justamente, no incomode...
Claro, es que ahí tenemos que tomar decisiones. Queremos entretenernos, que no está mal, o confrontarnos. Y entonces elegir. Aunque no creo que tengan que ser excluyentes: no entendamos el entretenimiento como una carcajada. Claro, si vemos una película sobre un suicidio no nos reiremos ni será una experiencia para la relajación, pero puede ser entretenida, y al final sales pensando en un montón de cosas que no habías pensado jamás.
Qué piensa de la intención por formar públicos, hablando del afán de la industria por llevar más audiencia a las salas...
Quién ha dicho que con mostrar películas está formando públicos. Tal vez deformar públicos: la misma película puede tener reacciones distintas dependiendo del grado de escolaridad, experiencias personales, orígenes, etc.
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Supongamos que usted es el productor de una película: para qué le serviría exhibirla en un festival…
Como productor, uno busca los festivales dependiendo de muchas cosas: cuando ya está lista, piensa en las épocas en las que se hacen los festivales. Piensa en los reconocimientos del festival: si lo premian, se valoriza su producción. Y, además, se pregunta si su filme tiene algo que ver con la esencia de este festival al que le apunta. En el caso del BIFF, cada película elegida dialoga con las otras. Elegimos a las que, según nuestra óptica, son las mejores y, además, se cruzan con nuestra mirada.
¿Cuál es esa mirada? Usted habla mucho de ópticas positivas...
Exacto. Podríamos programar dramas. Las películas hablan entre ellas y nos interesa la mirada positiva. Creemos que la juventud merece ser feliz.
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Usted cobra la entrada a su festival...
¿Y por qué no?
Porque es todo un reto que se perciba como una inversión: los saldos de las artes no son tangibles ni medibles...
El cine es una industria. Nadie le puede pedir a un guionista que no cobre. Yo entiendo el argumento de la falta de acceso a la cultura, pero esa es otra discusión. Yo cobro (y no cobro tanto) porque ofrezco una programación excelente. Si alguien quiere ser mejor persona, que vaya al BIFF.
Dice que el criterio del BIFF ya estaba muy determinado y que la gente sabe qué esperar después de ocho ediciones, pero quiero que me responda sobre ese criterio para las que aún no han tenido contacto con este festival...
Pienso que hay muchos eventos derivados de las industrias creativas que no tienen claro su público objetivo y ahí está toda la diferencia. Yo sí sé quién es mi público, así que tengo definidos mis criterios y objetivos de comunicación y programación. Sé para dónde voy. El criterio del BIFF selecciona las mejores películas que se están estrenando a nivel mundial para personas inquietas que quieran descubrir.
¿Y de quién se compone su público objetivo? ¿A quiénes le comunica usted?
A los jóvenes, en un rango de edad que limita, más o menos, en los 35 años. Todas las actividades son para ellos. Los talleres, las películas, etc. Tenemos una sección llamada Espíritu joven, que es la columna vertebral de todo un festival pensado para estas personas. Y todo, absolutamente todo lo que veas, tiene el objetivo de llegar a ellos.
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¿Por qué le interesan los jóvenes?
Porque en esta ciudad la mayoría de gente es joven. Porque queremos tener ciudadanos más objetivos y críticos frente al consumo audiovisual. Queremos mejores personas, y la programación es elegida justamente para eso, para reforzar valores. Son películas distintas, frescas, que no pasan por el circuito comercial de las salas de cine. Películas que te hacen pensar, que te confrontan.
El BIFF tiene un espacio para la industria (foro de industria), pero no es un festival pensado para la industria...
No, y no debe serlo. Para eso está el Bogota Audiovisual Market.
¿Cómo logró la convocatoria con la que ya cuenta? Para esta edición, usted ya ha agotado películas. Le pasó con “Priscila”, de Sofia Coppola, por ejemplo...
Porque invito a descubrir. Porque, además, tengo una calidad altísima en mi programación. Lo que le da validez y duración en el tiempo a un festival es su curaduría. Si todo el tiempo está cambiando, es imposible.
¿Para apreciar esa curaduría se necesita una formación previa o un joven que no haya ido al festival se sentirá atraído por las películas que usted programa?
Hay que abrir la puerta. Cuando se abre, pasan cosas. Ver películas. Ver muchas películas es la clave para formar ese criterio. Es que ni siquiera los jóvenes que están estudiando Cine y Televisión están viendo películas. Es muy difícil que haya apreciación ahí, porque un festival es como un bufé: nosotros ponemos platos de comida y luego decimos: “Vengan”. Puede que no les gusten todos los platos, claro, pero la maravilla, además, es entender que así no le gusten, tiene una razón de ser. Además de que, volvemos a lo mismo: a través de estas películas estoy fomentando valores de ciudadanía, respeto, diversidad, etc. Este es séptimo arte, pero también es un espejo de nuestra sociedad.
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Hace unos días, un actor me dijo que había entendido que no trabajaba para salvar vidas, sino para entretener personas. Y lo conecto con algo que han dicho muchas personas que se dedican a esto: el arte no sirve para nada y no hay que ponerle esa intención, carga o presión... ¿Usted qué opina?
No estoy de acuerdo. El entretenimiento también hace parte de la reflexión de la que se desprende el arte, que te confronta como ser humano. Es a través del arte que entretienes. De aquí se desprenderían muchas preguntas: cuál es la diferencia entre entretenerse y el disfrute intelectual, etc.
Yo tampoco tengo esa respuesta, pero le propongo una que he escuchado: el entretenimiento sirve para relajarse, pensar en otra cosa, divertirse, estimularse con algo que, justamente, no incomode...
Claro, es que ahí tenemos que tomar decisiones. Queremos entretenernos, que no está mal, o confrontarnos. Y entonces elegir. Aunque no creo que tengan que ser excluyentes: no entendamos el entretenimiento como una carcajada. Claro, si vemos una película sobre un suicidio no nos reiremos ni será una experiencia para la relajación, pero puede ser entretenida, y al final sales pensando en un montón de cosas que no habías pensado jamás.
Qué piensa de la intención por formar públicos, hablando del afán de la industria por llevar más audiencia a las salas...
Quién ha dicho que con mostrar películas está formando públicos. Tal vez deformar públicos: la misma película puede tener reacciones distintas dependiendo del grado de escolaridad, experiencias personales, orígenes, etc.
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Supongamos que usted es el productor de una película: para qué le serviría exhibirla en un festival…
Como productor, uno busca los festivales dependiendo de muchas cosas: cuando ya está lista, piensa en las épocas en las que se hacen los festivales. Piensa en los reconocimientos del festival: si lo premian, se valoriza su producción. Y, además, se pregunta si su filme tiene algo que ver con la esencia de este festival al que le apunta. En el caso del BIFF, cada película elegida dialoga con las otras. Elegimos a las que, según nuestra óptica, son las mejores y, además, se cruzan con nuestra mirada.
¿Cuál es esa mirada? Usted habla mucho de ópticas positivas...
Exacto. Podríamos programar dramas. Las películas hablan entre ellas y nos interesa la mirada positiva. Creemos que la juventud merece ser feliz.
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Usted cobra la entrada a su festival...
¿Y por qué no?
Porque es todo un reto que se perciba como una inversión: los saldos de las artes no son tangibles ni medibles...
El cine es una industria. Nadie le puede pedir a un guionista que no cobre. Yo entiendo el argumento de la falta de acceso a la cultura, pero esa es otra discusión. Yo cobro (y no cobro tanto) porque ofrezco una programación excelente. Si alguien quiere ser mejor persona, que vaya al BIFF.