Publicidad

Siena, el color de la tierra toscana

Presentamos la cuarta entrega de la serie “Historias a color”, en la que exploramos los orígenes y usos de diferentes tonos.

Andrea Jaramillo Caro
02 de febrero de 2023 - 01:00 a. m.
El color café no aparece en el círculo cromático —representación organizada de los colores de acuerdo con su matiz y tono— y fue repudiado por algunos artistas durante el medievo que lo consideraban impuro. / Ilustración: Jonathan Bejarano
El color café no aparece en el círculo cromático —representación organizada de los colores de acuerdo con su matiz y tono— y fue repudiado por algunos artistas durante el medievo que lo consideraban impuro. / Ilustración: Jonathan Bejarano
Foto: Ilustración: Jonathan Bejarano

La primera vez que el ser humano levantó sus brazos para plasmar el mundo a su alrededor sobre una pared fue hace unos 40.000 años. Lo que hoy conocemos como pintura rupestre —mediante trazos y bocetos que representan animales, seres humanos y símbolos— era realizado con materiales que tenían a su alcance, como tierra, carbón y minerales. Varios de los colores que hoy encontramos en pinturas y en las tiendas de arte tienen su origen en minerales y ciudades, como sucedió con el rojo Pompeya, y el color que hoy nos compete surgió de forma similar. La ciudad italiana Siena es el lugar que le da el nombre a este tono de café amarillento, que salía de las minas de esta población en la Toscana.

El monte Amiata y la municipalidad de Arcidosso eran los lugares de los cuales, en un principio, se extraía el pigmento. Los primeros en utilizar este color fueron los mismos que crearon las pinturas rupestres de las cuevas de Altamira, aunque se encontraban a varios kilómetros del lugar del que se extraía este pigmento y el tono particular de este color depende de la composición química de la materia prima con la que se produce. “Las primeras identificaciones proceden de las pinturas rupestres paleolíticas de la cueva de Altamira (norte de España), los frescos de Ajanta (entre 200 a. C. y 600 d. C.), en la India; de las pinturas sobre lienzo, pinturas murales y tallas de madera coptas y de las pinturas murales medievales irlandesas de McGrath”, afirman Nicholas Eastaugh, Valentine Walsh, Tracey Chaplin y Ruth Siddall, autores del libro Compendio de pigmentos: un diccionario de pigmentos históricos. Por otra parte, Cennino Cennini, en su Libro dell’arte, afirma que este color, con su naturaleza dual de claro y oscuro, se usó principalmente en frescos para representar la piel de ciertas figuras, vestidos, cofres y monturas, entre otros.

Le sugerimos: Azul Klein o la reinvención del ultramarino

El color conocido como siena está principalmente compuesto “de óxido de hierro limonita, una sustancia química compuesta de partículas de oxígeno y hierro enlazadas, cuya presencia es responsable de ese tinte amarillo. El óxido de hierro del siena en bruto se compensa con un 10 % de óxido de manganeso, sustancia química de color marrón negruzco que oscurece el pigmento lo suficiente como para que podamos distinguir entre el siena y el ocre amarillo.

El color siena es similar al de otro pigmento terroso llamado ámbar que, a pesar de estar compuesto también de óxido de hierro y manganeso, contiene un mayor porcentaje de este último elemento y se presenta como un marrón más oscuro y verde”, se lee en la página educativa Art In Context. Como muchos otros colores, su nombre da pistas de su procedencia, aunque no siempre se le llamó como lo conocemos en tiempos modernos.

Desde la época del Imperio romano se utilizó este tono de café; sin embargo, su uso se popularizó durante el Renacimiento. El siena tomó protagonismo en la paleta de artistas como Caravaggio y Rembrandt, en el siglo XVII, y se convirtió en un común en obras de este período. La primera vez que se hizo mención escrita de este color no fue bajo el nombre con el que hoy en día se le conoce. Giorgio Vassari, escritor, pintor e historiador, fue el primero en referirse a él y lo llamó “terra rossa” o “tierra roja”. A pesar de que Vassari utilizó el color primario para describir este pigmento, también se le conoce como “terra gialla” o “tierra amarilla”.

Le recomendamos: Rojo Pompeya, el color que resurgió de los escombros

Hay una razón para que exista esta discrepancia en cuanto al tono que puede tomar este color. Sucede que el café de la tierra de Siena se transforma para crear diferentes variaciones de sí mismo, dependiendo de los procesos a los que sea sometido. Un artista que haya usado la tierra en su estado natural habría pintado con el color conocido como Raw Sienna (siena crudo), mientras que si se calentara la tierra el óxido de hierro se transformaría en hematita para darle un tinte rojo que se conoce como Burnt Sienna (siena quemado).

“Este proceso se denomina calcinación. Los calcinadores actuales pueden calentar los productos por contacto indirecto hasta temperaturas de entre 1.000 y 2.000 °F. No está claro si los pigmentadores medievales quemaban la siena a temperaturas similares, ya que no podían medir la temperatura con precisión. Además, los fabricantes de pigmentos no podían saber que el proceso de calentamiento provocaría un cambio de color causado por la deshidratación del óxido de hierro y su conversión en hematites. En el siglo XIV no disponían de una tabla periódica de los elementos ni de sofisticados conocimientos de química”, según escribió Roma Parikh, de la Universidad de Georgia.

Parikh afirma que en el medioevo no se habrían dado cuenta de la transformación que atravesaba la tierra para convertirse en una variación rojiza del color, de la misma forma en la que la tecnología nos permite identificar estos procesos. Durante esta época, los fabricantes de pigmentos utilizaron la alfarería para encontrar las respuestas que buscaban frente al calentamiento del Sienna crudo y así poder expandir su oferta.

Podría interesarle: Verde Lincoln, entre la tintura y la literatura

Aunque este color lleva en uso siglos y hasta miles de años, no existió documentación de su proceso de extracción en Italia hasta el siglo XVIII y no fue sino hasta 1760 que por primera vez se refirieron a este color como siena. Sea por el nombre con el que se le conoce actualmente, o refiriéndose a este color por nombres anteriores, la popularidad de los tonos que ofrecía la tierra toscana no disminuyó y durante los siglos XVIII y XIX la extracción de la materia prima aumentó, convirtiéndose en una actividad económica estable para quienes la practicaban. La demanda por este pigmento superó la oferta cuando en 1940 los depósitos de la Toscana estaban casi agotados y los fabricantes tuvieron que buscar otras fuentes para producir este color.

Intentaron buscar un lugar que ofreciera la misma calidad que el original y buscaron en las montañas Harz, de Alemania, sin mucha suerte, pues el color que producía la tierra de esta zona no tenía la profundidad del pigmento italiano. Gran parte de la producción actual de los tonos de siena se realiza en las islas italianas de Sicilia y Sardinia, aunque también se encontró una alternativa aceptable en los montes Apalaches en Estados Unidos. Estos son algunos de los lugares cuyo material es utilizado para recrear el color siena natural que se obtenía de esa zona de Italia. Otros se dieron a la búsqueda de su par sintético y los primeros en lograr una pintura que tuviera las mismas características que el color utilizado por los maestros de antaño fueron los fabricantes Windsor y Newton. En 1991, cuando agotaron la reserva que tenían, “no había proveedores potenciales de sienas con el mismo subtono brillante. Pero ya hacía tiempo que se comercializaban óxidos de hierro sintéticos transparentes, que se evaluaron y se comprobó que tenían el mismo subtono transparente, muy parecido a los antiguos estándares, y que se utilizan hoy en día”, afirman en su página.

La tierra, como material artístico, ha estado presente en la historia de las artes visuales desde que el hombre comenzó a pintar en las cavernas. La facilidad de adquisición de la materia prima para crear no solo el color siena y sus variaciones, también el ámbar y el ocre, resalta el impacto de este elemento en las paletas de color de los artistas.

Andrea Jaramillo Caro

Por Andrea Jaramillo Caro

Periodista y gestora editorial de la Pontificia Universidad Javeriana, con énfasis en temas de artes visuales e historia del arte. Se vinculó como practicante en septiembre de 2021 y en enero de 2022 fue contratada como periodista de la sección de Cultura.@Andreajc1406ajaramillo@elespectador.com

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.
Aceptar