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Su libro “En la historia de Dios y del hombre” se publicó en español en 2001. Recientemente, Planeta lo volvió a reeditar. ¿Por qué su obra puede ser también un documento histórico que nos ayude a entendernos como latinos?
Más que en los estudios académicos, creo mucho en las historias de carne y hueso. Para mí fue muy importante, sobre todo como periodista de contenidos de largo formato (que siempre fue el que hice), encontrarme con un estudio académico que sostenía que las mujeres monógamas, que llegaban vírgenes al matrimonio, eran las que estaban en más riesgo de contraer sida. Ese fue un momento casi de epifanía, en donde dije: “Esto es por causa del machismo. Es muy difícil vivir con él todos los días, pero ahora puedo mostrar que es peligroso, que nos puede matar”. Se me vino la película de toda mi infancia y adolescencia. Decidí coger el machismo y salir a reportear sobre él, casi como quien sale a hacerlo con una guerra. Me fui de país en país para saber cómo se siente vivir en una sociedad machista, y eso es este documento histórico, que permite leer las voces que, en ese momento, nadie había leído, escuchado ni transcrito para ponerlas en una historia. Cuando lo escribí era una reportera principiante. Ahora, que ha pasado el río de la vida, me siento a leerlo y me alegra que exista, porque el pasado creo que informa el presente y el futuro (entender el pasado nos ayuda a caminar hacia delante).
Hablemos más sobre ese informe del sida, que sostenía que “los hombres casados mantienen relaciones sexuales con otros hombres”, sin considerarse bisexuales por ello.
Fue un informe que leí en inglés. Además, mi libro también lo escribí en ese mismo idioma. Por eso, para mí es muy importante que exista en español. Los estudios académicos me aparecían en conferencias que normalmente se hacían en inglés. A veces digo que mi libro, cuando salió, era un manifiesto feminista en el idioma equivocado, porque lo escribí en la voz que en ese momento me dio la fuerza de contar lo que me interesaba. Siempre sentí que En la historia de Dios y del hombre tenía que llegarles a más lectores, no solo a las mujeres, sino a los hombres, porque el machismo tampoco tiene género: las mujeres también somos machistas.
¿Y cree que ha cambiado lo que revelaba el informe durante la crisis del sida?
Creo que el movimiento LGTBQ ha abierto esa orientación. Creo que ya hay una aceptación y una inclusión. Sin embargo, este libro lo escribí hace 20 años, y lo que te digo es porque lo palpo, lo siento y lo leo, pero no porque he seguido esta investigación. Es simplemente lo que siento cuando leo los periódicos, veo a las nuevas generaciones y se usan nuevas palabras con un discurso abierto, de cuestiones no binarias, que son más fluidas, que no son tan blanco y negro. También sé que la transmisión del sida dentro de este grupo de mujeres sigue siendo muy alto. Un paso para adelante y dos para atrás o espero que sea lo contrario: dos pasos para delante y uno para atrás. Es decir, todavía hay camino que recorrer.
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En el prólogo, Catalina Ruiz-Navarro cita una parte de la canción “Pies descalzos, sueños blancos”, de Shakira: “Las mujeres se casan siempre antes de treinta si no vestirán santos, aunque así no lo quieran (…)”. ¿Las mujeres seguimos escuchando otras voces y autoimponiéndonos cosas con las que no sintonizamos?
No lo sé, porque no vivo en Colombia. Espero que eso se haya transformado. Me encantaría saber qué piensas tú y las personas de tu generación. Te doy un ejemplo: decidí no tener hijos, que es una cuestión que, cuando crecí en Barranquilla, era casi una obligación, pero esa fue mi decisión. Me gustaría saber si hoy esa decisión no te hace sentir como una persona que le hace falta algo, como me lo hacían sentir cuando la tomé.
¿Por qué decidió no tener hijos?
No sabría explicarte por qué. Es simplemente una decisión que tomé (podría buscarte muchas ideas que tienen como cabos sueltos), pero solo sé que era algo que nunca sentí que era a lo que había venido a hacer aquí.
¿Qué vino a hacer aquí?
A contar historias… a tomar otros tipos de decisiones… a ser consecuente… Pero creo que lo más importante fue que decidí salirme del molde en el que me dijeron que debía quedarme. De alguna manera, me la he pasado peleando con ese molde durante toda mi vida, y eso toma mucha energía, pero era el único camino que tenía.
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Mencionaba que algunas personas le decían que le iba a hacer falta algo si no tenía hijos. ¿Ha sentido eso en estos años?
No, porque nunca lo he tenido. No sé qué es eso. Es simplemente liberarme de etiquetas: “La mujer tiene que ser madre” (pues no). Se trata de poder tomar decisiones y de vivir en una sociedad en donde eso no sea peligroso ni mal visto. El derecho al aborto para mí es muy importante, porque es una decisión. Me pasé los primeros 20 años de mi vida tratando de pelear las etiquetas.
¿Qué ha tenido que pagar por esa lucha?
Pienso que, de alguna manera, era pertenecer a un sitio en donde no te sentías tan entendida y buscar un lugar al que puedas llamar hogar (me refiero a la sociedad), sea seguro y te sientas aceptada. Eso de alguna manera es un trauma, decir “no me siento cómoda del lugar de donde vengo”. Además, toma trabajo buscar eso en otro sitio, hacerte una vida en otro lugar. Buscar seguridad, creándotela tú misma.
Se trata de ejercer la libertad y elegir la vida que uno quiere, porque tenía la opción de escoger el camino que los demás le decían que debía elegir…
No fui capaz. Para mí era más difícil quedarme y ponerme las etiquetas que a veces eran extrañas, “como ser perfecta y con senos perfectos”. Crecer con etiquetas no te lleva tan fácil a que te desarrolles como persona.
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Todo el tiempo estás fingiendo ser alguien que no eres…
Y estás peleando. De alguna manera, este libro también es un regalo, porque igual quiero a Barranquilla, a mis amigas y mi entorno. Pero me sentía así y existían esos casos que son tristes y violentos, en donde las mujeres sufren (creo que los hombres también). Pienso que parte del machismo es porque nos hace falta preguntarles a los hombres, porque ellos tienen un peso muy grande y viven con unas etiquetas bien difíciles.
A través de su libro nos damos cuenta, entre otras cosas, que las mujeres han sido cómplices de los hombres. ¿Por qué cree que todavía las mujeres eligen ser escuderas de los poderosos y políticos que nos gobiernan?
A mí me encantaría hacerles esas preguntas. De pronto las haga ahora que vaya en febrero a Colombia, porque eso también es una decisión. Y las jaulas de oro también son jaulas. Es ser cómplices de una mentalidad que va en contra de la equidad de tu propio ser y eso es un pacto muy difícil de hacer, muy caro. ¿Por qué hacer ese pacto? ¿Por qué mantenemos ese baile con el poder?