Silvia Galvis: escribir la historia al son de un bolero
Recordamos la novela “Sabor a mí”, de la escritora y periodista Silvia Galvis, publicada en 1995 y reeditada en 2013 por Sílaba Editores. Este libro resulta ser un viaje colosal lleno de picardía. En compañía de boleros, la autora conduce al lector a las costumbres y las creencias de los años cincuenta.
Elena Chafyrtth
El 20 de septiembre se cumplen 11 años de ausencia de la periodista y escritora Silvia Galvis. Su perseverancia, libertad, fortaleza, alegría y sabiduría hacen que se sienta un vacío para quienes compartieron la vida con ella antes de su pronta partida. Ella creció en medio de boleros y temas políticos, y aunque le eran desconocidas la mayoría de palabras escuchadas en su casa, siempre llamaron su atención. Entonces, la curiosidad pudo más, para que así se refugiara durante horas en el estudio de su papá, Alejandro Galvis, donde pudo disfrutar de su extensa biblioteca.
Aquella niña se sumergió en historias y personajes que la hicieron soñar con un país más justo y menos sangriento. Recorrió las calles durante su infancia en el barrio Bolarquí, en la ciudad de Bucaramanga. Siendo tan solo una adolescente discutía con sus amigos sobre música clásica y jazz. Su amor por la música folclórica la llevó a aprender a tocar el acordeón y la dulzaina. Aunque se graduó muy pronto de ciencias políticas en la Universidad de los Andes, se dejó seducir por el periodismo, la literatura y la historia. Esa misma pasión la llevaría a ser directora de Vanguardia Liberal y a ganarse el Premio Simón Bolívar en 1982.
Fue una mujer que cambió el mundo de los que pudieron compartir con ella, quienes aseguran que nunca impuso su idea por encima de otros, todo lo contrario, era una mujer tan sabia, que siempre escuchaba. Con su gran sonrisa y suave voz compartía su opinión con los demás, como lo hizo con sus columnas en el diario El Espectador. Sobrevivió a momentos difíciles gracias al amor y la complicidad infinita de su esposo, Alberto Donadio.
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Alguna vez nos hemos preguntando: ¿qué sabor nos dejó nuestra infancia? Leer la novela Sabor a mí es justamente eso: recordar los sabores y sinsabores de nuestra infancia, es permitirnos evocar los primeros momentos de la vida, las primeras palabras, gestos, movimientos, juegos con los que crecimos y se quedaron grabados para siempre en nuestra memoria. Leer a la escritora Silvia Galvis rememora el sabor que nos produjo el primer beso, ese sabor que nos causó la primera canción aprendida y los primeros pasos de baile. Seguro esta novela nos motivará a buscar en el baúl de los recuerdos y ojear las primeras fotografías de la infancia, así, entre objetos y sensaciones, recordaremos cómo sabía la vida con sabor a inocencia.
En esta obra, dos voces femeninas serán las encargadas de narrar las costumbres y las creencias de sus familias. Con su tono particular, dos niñas de nueve y diez años nos contarán todo lo que escuchan en sus casas, los enfrentamientos entre los partidos Conservador y Liberal, y a manera de secreto nos confesarán la guerra que vivían los periódicos del país y los asesinatos de cientos de campesinos en la época de mandato del presidente Gustavo Rojas Pinilla.
"Elena, que es mi mejor amiga, me preguntó si iba a escribir El diario de Ana Peralta, pero le dije que no. “Voy a escribir como me salga y lo que me salga y voy a hacer que me lo publiquen antes de que me muera o me maten en este país que matan tanto. Si no, ¿para qué? ¿Para qué le sirvió tanta fama a Ana Frank si nunca supo que la tendría?”.
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Escribir, eso era todo lo que quería hacer Ana Peralta, hace rato lo presentía, pero se decidió a contar la historia de su vida una tarde al salir de cine luego de terminar de ver la película de Ana Frank. En ese mismo instante, Ana decidió contar su historia, a su corta edad, ya con la certeza de que no quería dedicarse a otra cosa más que llenar hojas en blanco con su puño y letra. Escuchaba algunas noches hablar a su padre, Rodrigo Peralta, un hombre que no temía hablar acerca de las injusticias que vivía el país.
Así heredó eso de él, tan solo con nueve años Ana no se mordía la lengua para decir lo que pensaba. Una noche, al escribir, se dio cuenta de que en casi todos sus recuerdos Elena estaba presente, así que le propuso que escribieran un libro entre las dos, no solo porque era su amiga, sino porque tendrían dos versiones distintas. Escribirían de sus familias, los Peralta y los Olmedo, y, por supuesto, sobre las sensaciones a las que cada una se enfrentaba. Elena soñaba con ser reina de belleza y deseaba ser igual de bonita y recatada que su mamá, María Elena Olmedo. No le gustaba escribir, pero en cambio disfrutaba de los números y la contabilidad.
Mientras Ana Peralta se sumerge en las historias de los personajes de Orgullo y prejuicio y El prisionero de Zenda, y se deja seducir por la vida de Madame Bovary, Elena Olmedo experimenta las palpitaciones ante las caricias del primer amor. “Fue con un bolero que está muy de moda, se llama Sabor a mí y como el Mono se sabe la letra, me la cantaba pasito en el oído. Mientras bailábamos, sentía el cuerpo del Mono y le oía el corazón galopando como un caballo desbocado. Varias veces le dije que me soltara, que así no, que qué iba a decir la gente, pero él me contestaba que no podía soltarme porque cuando uno está muy enamorado, quiere tocar a la persona y apretarla para sentirla cerquita todo el tiempo; me preguntó si a mí me había pasado lo mismo”.
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En estas páginas, Silvia Galvis nos relata las historias de distintas mujeres como Trinidad, a quien la vida le produjo un sinsabor que la dejó sumergida en un pasado difícil de olvidar. Es aquí donde Ana encuentra la complicidad de aquella mujer que le enseña el verdadero significado de la rebeldía y la libertad.
También nos relata las historias de las mujeres de la alta sociedad, que no hacen más que escuchar El derecho de nacer, una radionovela que al principio de sus capítulos las hace fantasear, pero con el tiempo se dan cuenta de que no está tan alejada de su propia realidad. Sin embargo, el 13 de junio de 1953, la lengua suelta de Leonorcita Mendoza y Candelaria Posada escandaliza a todas las mujeres del club, y no precisamente para hablar sobre el golpe de estado contra Laureano Gómez, sino por el rumor del amorío secreto que tienen María Elena Olmedo y Rodrigo Peralta.
Silvia Galvis teje las historias de aquellas mujeres, cuya única ocupación es disfrutar del dolor ajeno, hablar del prójimo o jugar cartas en el club. Nos cuenta con gran detalle cuáles eran las metas y obsesiones de las mujeres de los años cincuenta, pues su única motivación radicaba en el matrimonio. En estas páginas el lector podrá estar seguro de que ningún chisme quedará suelto. Asimismo, nos invitan a creer en la inocencia y en la amistad, pero, sobre todo, a ser testigo de las historias que se contarán con ritmos diferentes: el ritmo lento y sensible de Elena Olmedo, y la velocidad y picante del relato de Ana Peralta. Tal vez, al permitirse conocer aquellas historias, el lector se anime a escribir su propia historia acompañado del sabor de una buena melodía.
El 20 de septiembre se cumplen 11 años de ausencia de la periodista y escritora Silvia Galvis. Su perseverancia, libertad, fortaleza, alegría y sabiduría hacen que se sienta un vacío para quienes compartieron la vida con ella antes de su pronta partida. Ella creció en medio de boleros y temas políticos, y aunque le eran desconocidas la mayoría de palabras escuchadas en su casa, siempre llamaron su atención. Entonces, la curiosidad pudo más, para que así se refugiara durante horas en el estudio de su papá, Alejandro Galvis, donde pudo disfrutar de su extensa biblioteca.
Aquella niña se sumergió en historias y personajes que la hicieron soñar con un país más justo y menos sangriento. Recorrió las calles durante su infancia en el barrio Bolarquí, en la ciudad de Bucaramanga. Siendo tan solo una adolescente discutía con sus amigos sobre música clásica y jazz. Su amor por la música folclórica la llevó a aprender a tocar el acordeón y la dulzaina. Aunque se graduó muy pronto de ciencias políticas en la Universidad de los Andes, se dejó seducir por el periodismo, la literatura y la historia. Esa misma pasión la llevaría a ser directora de Vanguardia Liberal y a ganarse el Premio Simón Bolívar en 1982.
Fue una mujer que cambió el mundo de los que pudieron compartir con ella, quienes aseguran que nunca impuso su idea por encima de otros, todo lo contrario, era una mujer tan sabia, que siempre escuchaba. Con su gran sonrisa y suave voz compartía su opinión con los demás, como lo hizo con sus columnas en el diario El Espectador. Sobrevivió a momentos difíciles gracias al amor y la complicidad infinita de su esposo, Alberto Donadio.
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Alguna vez nos hemos preguntando: ¿qué sabor nos dejó nuestra infancia? Leer la novela Sabor a mí es justamente eso: recordar los sabores y sinsabores de nuestra infancia, es permitirnos evocar los primeros momentos de la vida, las primeras palabras, gestos, movimientos, juegos con los que crecimos y se quedaron grabados para siempre en nuestra memoria. Leer a la escritora Silvia Galvis rememora el sabor que nos produjo el primer beso, ese sabor que nos causó la primera canción aprendida y los primeros pasos de baile. Seguro esta novela nos motivará a buscar en el baúl de los recuerdos y ojear las primeras fotografías de la infancia, así, entre objetos y sensaciones, recordaremos cómo sabía la vida con sabor a inocencia.
En esta obra, dos voces femeninas serán las encargadas de narrar las costumbres y las creencias de sus familias. Con su tono particular, dos niñas de nueve y diez años nos contarán todo lo que escuchan en sus casas, los enfrentamientos entre los partidos Conservador y Liberal, y a manera de secreto nos confesarán la guerra que vivían los periódicos del país y los asesinatos de cientos de campesinos en la época de mandato del presidente Gustavo Rojas Pinilla.
"Elena, que es mi mejor amiga, me preguntó si iba a escribir El diario de Ana Peralta, pero le dije que no. “Voy a escribir como me salga y lo que me salga y voy a hacer que me lo publiquen antes de que me muera o me maten en este país que matan tanto. Si no, ¿para qué? ¿Para qué le sirvió tanta fama a Ana Frank si nunca supo que la tendría?”.
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Escribir, eso era todo lo que quería hacer Ana Peralta, hace rato lo presentía, pero se decidió a contar la historia de su vida una tarde al salir de cine luego de terminar de ver la película de Ana Frank. En ese mismo instante, Ana decidió contar su historia, a su corta edad, ya con la certeza de que no quería dedicarse a otra cosa más que llenar hojas en blanco con su puño y letra. Escuchaba algunas noches hablar a su padre, Rodrigo Peralta, un hombre que no temía hablar acerca de las injusticias que vivía el país.
Así heredó eso de él, tan solo con nueve años Ana no se mordía la lengua para decir lo que pensaba. Una noche, al escribir, se dio cuenta de que en casi todos sus recuerdos Elena estaba presente, así que le propuso que escribieran un libro entre las dos, no solo porque era su amiga, sino porque tendrían dos versiones distintas. Escribirían de sus familias, los Peralta y los Olmedo, y, por supuesto, sobre las sensaciones a las que cada una se enfrentaba. Elena soñaba con ser reina de belleza y deseaba ser igual de bonita y recatada que su mamá, María Elena Olmedo. No le gustaba escribir, pero en cambio disfrutaba de los números y la contabilidad.
Mientras Ana Peralta se sumerge en las historias de los personajes de Orgullo y prejuicio y El prisionero de Zenda, y se deja seducir por la vida de Madame Bovary, Elena Olmedo experimenta las palpitaciones ante las caricias del primer amor. “Fue con un bolero que está muy de moda, se llama Sabor a mí y como el Mono se sabe la letra, me la cantaba pasito en el oído. Mientras bailábamos, sentía el cuerpo del Mono y le oía el corazón galopando como un caballo desbocado. Varias veces le dije que me soltara, que así no, que qué iba a decir la gente, pero él me contestaba que no podía soltarme porque cuando uno está muy enamorado, quiere tocar a la persona y apretarla para sentirla cerquita todo el tiempo; me preguntó si a mí me había pasado lo mismo”.
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También nos relata las historias de las mujeres de la alta sociedad, que no hacen más que escuchar El derecho de nacer, una radionovela que al principio de sus capítulos las hace fantasear, pero con el tiempo se dan cuenta de que no está tan alejada de su propia realidad. Sin embargo, el 13 de junio de 1953, la lengua suelta de Leonorcita Mendoza y Candelaria Posada escandaliza a todas las mujeres del club, y no precisamente para hablar sobre el golpe de estado contra Laureano Gómez, sino por el rumor del amorío secreto que tienen María Elena Olmedo y Rodrigo Peralta.
Silvia Galvis teje las historias de aquellas mujeres, cuya única ocupación es disfrutar del dolor ajeno, hablar del prójimo o jugar cartas en el club. Nos cuenta con gran detalle cuáles eran las metas y obsesiones de las mujeres de los años cincuenta, pues su única motivación radicaba en el matrimonio. En estas páginas el lector podrá estar seguro de que ningún chisme quedará suelto. Asimismo, nos invitan a creer en la inocencia y en la amistad, pero, sobre todo, a ser testigo de las historias que se contarán con ritmos diferentes: el ritmo lento y sensible de Elena Olmedo, y la velocidad y picante del relato de Ana Peralta. Tal vez, al permitirse conocer aquellas historias, el lector se anime a escribir su propia historia acompañado del sabor de una buena melodía.