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Fatigados por tus incesantes comunicaciones acerca de tus presuntos títulos nobiliarios, el Centro de Memoria Histórica encargado del reconocimiento de títulos y grandezas, ha accedido a revisar los documentos que tengas en tu poder y además te ha pedido que realices un examen de ADN para revelar tu genoma ancestral.
Todo va bien y estás casi listo para que, según como has soñado, los demás tengamos que hincarnos frente a tu distinguida presencia. Luego de recibir el kit del laboratorio, colocas la muestra de saliva en un pequeño tubo que envías para completar el riguroso análisis de ADN.
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El prestigioso laboratorio, después de un mes de pruebas, ha enviado los resultados que me enseñas con timidez y desdén, buscando algo de consuelo. Península Ibérica: treinta por ciento (Portugal); americano indígena: cuarenta por ciento (Ecuador, Perú, Colombia); África del Norte: Treinta por ciento.
Tus pretensiones no tienen fundamento y te sientes acabado. Has gastado años enteros en una persecución de títulos nobiliarios queriendo distinguirte y te das cuenta que no hay asomo de realeza en tu sangre.
Acabas de saber que existe una corona que está disponible para todo el mundo y la cual es capaz de poner a todo el mundo de rodillas, tal y como sueñas. Te postulas para ella. El único requisito es cumplir con las condiciones señaladas por el mortal virus.